Tomás Calvillo Unna
29/07/2020 - 12:05 am
Las palabras
Los ángeles, de palabras impregnan su resplandor y soltura, y por una extraña razón no saben pronunciarlas: mudos en su presencia desconciertan.
…como las aves y sus nubes de alas grises
son también hormigas, tarántulas, jaguares,
guacamayas, jirafas, ciervos
y unos cuantos secretos;
el sol al mediodía y la luna llena;
las copas de vino y sus cristales de anhelo,
música presentida en el umbral del vidrio;
la dicha de abrazarse, su tristeza antes de partir,
la remembranza del afecto un paso adelante;
la lluvia, sí, la lluvia,
ese milenario abecedario
danzante de campos y techos;
geométricas moléculas
del tac tac tac tac…
que arremolina sus gotas:
fértiles ascienden, y retornan;
y la Torre de Babel en su pintura
se derrumba en el “nadie-escucha”:
el siniestro estruendo de la ruptura,
estertores y gritos, columnas de humo,
puñales y navajas,
pólvora de minuciosas incisiones;
el divorcio de la lengua,
sus postergadas tareas
en el cómplice silencio.
Dispersos ya los vocablos
sin anclaje y sujeto,
son plagas e incendios,
queman rostros, envenenan la tierra;
y aniquilan de un día para otro
la cordura y sus sentidos;
más letales atentan
contra las mismas almas
que imploran su vida
entre las correrías del viento.
Los ángeles,
de palabras impregnan
su resplandor y soltura,
y por una extraña razón
no saben pronunciarlas:
mudos en su presencia
desconciertan.
Consonantes y vocales,
evaporadas y extraviadas,
retornan,
y desde su esquiva esencia
nos interpelan.
Son sagradas,
y lo hemos olvidado.
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