Jorge Javier Romero Vadillo
09/09/2021 - 12:04 am
La tragedia migratoria
Las escenas de violación de derechos humanos de las personas migrantes atrapadas en nuestro país se repiten.
Cuando era candidato, el Presidente de la República se llenó una y otra vez la boca de promesas sobre una política migratoria compasiva y humanitaria, que recibiría a los centroamericanos como hermanos, les daría trabajo, al tiempo que colaboraría con sus países de origen para que las personas no tuvieran la necesidad de abandonarlos: una política de desarrollo regional que sonaba loable, aunque bastante fantasiosa.
Pero como del plato a la sopa se suele caer la sopa, una vez en la Presidencia de la República, ante la primera zarandeada que le puso Donald Trump, López Obrador envió a los militares disfrazados de Guardia Nacional a contener el flujo migratorio, con lo que convirtió en los hechos al nuevo cuerpo de seguridad en la extensión de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos para vigilar el Suchiate.
Pronto, México vio crecer dos crisis humanitarias en sus fronteras, pues también en el norte se han agolpado miles de personas, unas a la espera de que se resuelvan sus peticiones de asilo en este lado de la frontera debido a la política de Remain in Mexico impuesta por el anterior Presidente estadounidense y que la Suprema Corte de Justicia le ha impedido revertir a Joe Biden, otras hacinadas sin destino, víctimas de la expulsión sistemática de migrantes de origen mexicano que no tienen a dónde ir. Muchos esperanzados en cruzar algún día al otro lado y entonces tener la posibilidad de mejorar su existencia.
Las escenas de violación de derechos humanos de las personas migrantes atrapadas en nuestro país se repiten. El horrible caso de los funcionarios del Instituto Nacional de Migración que golpearon con sadismo a migrantes haitianos –el cual al menos tuvo consecuencias, precisamente porque fue grabado y se reprodujo en todo el mundo– no es, lamentablemente, un hecho aislado, como declaró el Presidente. Se trata de una situación sistemática producida en buena medida por la militarización de la respuesta por la que ha optado este Gobierno y por la xenofobia latente en la sociedad mexicana.
Por si fuera poco, la tragedia migratoria se agrava en México por las redes de tráfico de personas que pululan por el país como parte del avance de las organizaciones armadas especializadas en mercados clandestinos que controlan territorios cada vez más amplios, ante la impotencia de las fuerzas de seguridad del Estado, cuando no con su complicidad o su protección. El crimen organizado ve a los migrantes como mercancía o como carne de cañón reclutada de manera forzosa. Mientras tanto, la mayoría de la gente en México voltea a mirar a otro lado o trata con temor y desprecio a personas desesperadas que cruzan por el territorio nacional huyendo de las condiciones de descomposición económica y social en sus países de origen.
Frente a esta tragedia el Gobierno de López Obrador se ha mostrado incapaz de articular una respuesta ordenada: día a día parece improvisar y parece depender solo de la fuerza para contener la oleada imparable de la desesperación. Sus anunciados programas de apoyo a Centroamérica no son más que propaganda demagógica sin impacto real y no parece tener una estrategia sólida de negociación con el Gobierno de los Estados Unidos para enfrentar de manera conjunta la crisis que afecta a ambos países.
En descargo del Gobierno es necesario decir que frente a la migración descontrolada no hay país en el mundo que tenga una respuesta consistente y apegada firmemente a principios humanitarios. La xenofobia no es exclusiva de los movimientos de ultraderecha: estos solo son especialmente hábiles para explotarla electoralmente. Ningún Gobierno ha logrado presentar una respuesta a la presión migratoria que se haga cargo del derecho humano a buscar un mejor futuro fuera de sus países de origen cuando la violencia, el hambre y la insalubridad los expulsa de ellos. Baste ver el costo político que pagaron Angela Merkel y su coalición socialcristiana cuando la Canciller decidió recibir en 2015 a miles de refugiados ante la crisis migratoria del Mediterráneo. Fue entonces cuando surgió la excrecencia neonazi de Alternativa por Alemania, nutrida por antiguos votantes del centro derecha y provenientes de sectores obreros de la antigua RDA cargados de rencor.
En toda Europa los partidos de ultraderecha se nutren del terror a la migración y a la supuesta disolución de su cultura occidental y cristiana. En los Estados Unidos el trumpismo está vivo y amenazante y aquí mismo hemos visto eclosionar el huevo de la serpiente con los panistas mostrando sus abiertas simpatías por Vox, ese partido basura español que, sin embargo, le sirve a la derecha supuestamente moderada del Partido Popular para gobernar en varias autonomías y en muchos municipios.
Mientras, la izquierda está pasmada, sin respuestas frente a la creciente crisis migratoria global. Los gobiernos socialdemócratas europeos se paralizan o, como en el caso de Dinamarca, actúan tan miserablemente como los de derecha. Varias islas griegas se han convertido en inhumanos campos de refugiados y las oleadas humanas en el Mediterráneo se suceden cada verano, igual que aquí se repiten caravanas del hambre rumbo a la supuesta salvación norteamericana.
Pero lo peor está por venir. El cambio climático va a volver inhabitables enormes zonas del planeta, la mayoría de ellas en los países más pobres. Las altas temperaturas derivarán en sequías cada vez más letales y las inundaciones harán inviables muchas poblaciones costeras. Pronto veremos la reaparición de la hambruna generalizada y los países ricos serán incapaces de enfrentar sin violencia desmedida y crueldad las andanadas de personas en busca desesperada de su supervivencia. La crisis requeriría de voluntad política, creatividad y sentido humanitario para ser paliada, pero lo más probable es que sea incontenible y se convierta en una de las manifestaciones de la mayor catástrofe de la historia de la humanidad que se avecina, una que hará ver a la Segunda Guerra Mundial como una tragedia menor.
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