Gustavo de Hoyos Walther
21/06/2022 - 12:03 am
La nueva izquierda latinoamericana
«Lo primero que hay que decir es que la noción de izquierda sí les dice algo a los electores. Hoy por hoy es ella la que parece estar ofreciendo la mejor oferta política a las sociedades en América Latina, aunque en la práctica muchas veces termina decepcionando».
El mapa político latinoamericano se está pintando de rojo, el color asociado a la izquierda. Esto es todavía más evidente después del triunfo el domingo del candidato progresista, Gustavo Petro, sobre el candidato independiente pero asociado a la derecha, Rodolfo Hernández, justo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en Colombia.
En menos de un año, dos importantes países de la región se han decantado por opciones de izquierda. Meses antes del triunfo de Petro, los chilenos decidieron colocar en la Presidencia de la república a Gabriel Boric, aunque eligieron a un Congreso que lo obliga a negociar con grupos de oposición.
En el caso de Colombia, el Centro Histórico, la coalición política de Petro, tendrá un grupo robusto en el Congreso pero deberá buscar aliados para conformar mayoría y deberá seguramente enfrentar la oposición del Centro Democrático, encabezado por el expresidente, Álvaro Uribe.
Hay que destacar la pulcritud con que se realizaron los comicios y el compromiso con la democracia de quienes aceptaron su derrota. Sin este compromiso no puede haber convivencia civilizada.
Exguerrillero, economista y Senador, Petro representa la izquierda radical que decidió dejar las armas como solución política y abrazar un proceso electoral, institucional y pacífico como la mejor forma de cambiar gobiernos.
Esto, sin duda, debe verse como un triunfo de la democracia liberal sobre visiones violentas y revolucionarias que suelen establecer despotismos autoritarios una vez que llegan al poder.
¿Qué nos dicen los recientes triunfos de Boric en Chile y Petro en Colombia? Lo primero que hay que decir es que la noción de izquierda sí les dice algo a los electores. Hoy por hoy es ella la que parece estar ofreciendo la mejor oferta política a las sociedades en América Latina, aunque en la práctica muchas veces termina decepcionando. También nos hablaría de la crisis que está sufriendo la derecha en el continente.
Veremos lo que sucederá próximamente en las elecciones presidenciales en Brasil, donde Luiz Inácio Lula da Silva tiene al parecer grandes posibilidades de vencer. Si es así, se confirmará la hegemonía política de la izquierda en América Latina.
Ahora bien, a la distinción entre izquierda y derecha hay que agregar otra quizás más determinante para el futuro de la región: la distinción entre democracia liberal y populismo autoritario. Quizás haya que reformular la pregunta: ¿son los triunfos de Boric, Petro y Lula (si así sucede) buenas noticias para la democracia liberal y, por lo tanto, para las esperanzas de bienestar de la población en el continente?
Quienes siguen de cerca los acontecimientos parecen dividirse en dos escuelas de pensamiento: hay quien opina que Boric, Petro y Lula son ejemplos de políticos que entienden la importancia de salvaguardar el estado de derecho, los pesos y contrapesos republicanos, la transparencia y rendición de cuentas, el respeto al sector empresarial y la tolerancia a la pluralidad.
De acuerdo con esta escuela existirían buenas razones para pensar que los proyectos de estos tres líderes se asemejan más a una socialdemocracia de corte europeo, que al populismo bolivariano o al comunismo cubano.
La otra escuela de pensamiento considera que la nueva izquierda en el poder en América Latina se decantará por el populismo autoritario que caracteriza a varios regímenes latinoamericanos: de Daniel Ortega en Nicaragua a Nicolás Maduro en Venezuela; de López Obrador en México a Alberto Fernández en Argentina. Importará mucho, sin duda, el poder de negociación que tendrán las oposiciones en Chile, Colombia y Brasil.
Aunque la moneda está en el aire, no parece ser un momento para desplegar mucho optimismo. La socialdemocracia en América Latina siempre ha sido muy débil, en comparación con su par en Europa, incluso en la sociedad políticamente más desarrollada como es la chilena.
De hecho, puede verse el triunfo de Boric como un rechazo a los regímenes socialdemócratas que habían gobernado al país en los últimos años en concierto con la democracia cristiana. No ayuda demasiado que gobiernos populistas como el de López Obrador y Nicolás Maduro hayan visto el triunfo de Petro como suyo.
Pronto sabremos si la nueva izquierda en el poder en varios países latinoamericanos está comprometida con la causa de la democracia, el republicanismo y el liberalismo. Si es así enhorabuena por el triunfo de Petro en Colombia, pero si no, se acerca una larga noche de autoritarismo en nuestros países.
Finalmente, otra de las lecciones de lo ocurrido en Colombia es el desprestigio de los partidos tradicionales. Los dos punteros se presentaron como candidatos no asociados a esos partidos. Esto debe servir también para el ajuste estratégico de la coalición opositora en México: sólo una candidatura presidencial de unidad, probablemente externa, oportunamente elegida y ampliamente legitimada socialmente, puede tener la capacidad de derrotar la tendencia al populismo de izquierda que representa el actual régimen. No es un proceso que los partidos de oposición deban ignorar ni posponer.
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