El escritor, investigador y especialista en Neuropsiquiatría, Jesús Ramírez-Bermúdez señaló en entrevista “que todos tenemos un pie, por lo menos, cercano a ese territorio de la melancolía», un concepto que, indicó, ha sido absorbido por el campo de las artes, de la Literatura y de las humanidades en general.
Ciudad de México, 23 de junio (SinEmbargo).– “La melancolía ya se convirtió en una palabra para todos y sus significados se transformaron”, compartió Jesús Ramírez-Bermúdez, autor de La melancolía creativa (Debate), un libro, en el que empleó deliberadamente esta palabra para usarla “como un puente para conectar dos realidades culturales y cotidianas, y también las realidades clínicas más severas”.
No obstante, enfatizó en entrevista con SinEmbargo, su intención no es mandar un “mensaje equivocado de trivializar el tema de la melancolía porque, cuando hablamos de la parte clínica, el problema que hoy conocemos como depresión es muy grave, muy severo que requiere un tratamiento, por lo que no quisiera que pareciera que la depresión es meramente un estado de ánimo transitorio o cultural”.
En La melancolía creativa, Ramírez-Bermúdez explora, a manera de ensayo, la historia de la psiquiatría, la narrativa clínica y la neurociencia para indagar en los mecanismos ocultos de la creatividad y sus vínculos con la melancolía, para ello hace un viaje que se remonta a la antigua Grecia.
“El concepto como tal de melancolía surgió en la antigüedad griega, sobre todo a partir de los trabajos de escuela de Hipócrates, donde claramente designaba personas con problemas clínicos, era la enfermedad de la bilis negra que algunos no saben si eran formas de malaria o si eran problemas como los que hoy llamaríamos psiquiátricos y depresión mayor”, comentó el escritor, investigador y especialista en Neuropsiquiatría.
Jesús Ramírez-Bermúdez abundó que después de Hipócrates, la medicina griega y romana utilizaron la palabra para referirse a problemas clínicos y a lo largo de toda la Edad Media, el Renacimiento y la era Moderna hasta el siglo XIX se empleaba para designar formas clínicas graves. A mediados del siglo XIX, precisó, la palabra “depresión” como un concepto médico, entró en los diccionarios médicos a mediados y poco a poco desplazó en la medicina a la palabra melancolía.
“Hoy en día existe todavía una forma de depresión a la que se le conoce como depresión melancólica, una forma de depresión especialmente grave. Pero la palabra melancolía, a lo largo de todo el siglo XX, empezó a migrar hacia el campo de las artes, de la Literatura y de las humanidades en general. Es ahí en ese otro campo donde poco a poco penetró en la cultura, sobre todo a través de los artistas. Pienso en la película de Lars von Trier ‘Melancolía’, en la calle Melancolía de Joaquín Sabina o hay discos de rock como el de ‘Melancolía y la infinita tristeza’ de los Smashing Pumpkins”, refirió.
A partir de este sentido cultural amplio, es que Ramírez-Bermúdez señaló “que todos tenemos un pie, por lo menos, cercano a ese territorio de la melancolía porque nuestra condición humana como tal implica necesariamente pérdidas, momentos de gran incertidumbre, transformaciones sociales que a veces nos dejan excluidos o fuera de los ámbitos donde hay mayor bienestar, gozo, alegría”.
Al mismo tiempo aclaró que todas las personas tenemos la posibilidad de ser personas creativas, y aunque en el libro se recurren a ciertas figuras emblemáticas como escritores, pintores, músicos, “en realidad todos tenemos esa posibilidad de ser más o menos creativos para resolver los problemas de nuestra vida cotidiana. Me importa mucho la creatividad en las artes, pero también hay creatividad en la ciencia, en la política, en el comercio, en la economía, en todas las actividades cotidianas que nosotros realizamos, no se diga en el juego deportivo, en la tecnología”.
“La creatividad es una posibilidad de ser a la que todos tenemos acceso, pero que desafortunadamente no es suficientemente apoyada por la sociedad que prefiere formas automatizadas de ser”, expresó.
En cuanto a los límites entre “una melancolía creativa” y un problema clínico, Ramírez-Bermúdez mencionó que por una parte las fronteras entre los problemas psicológicos cotidianos y los problemas clínicos son imprecisas porque en buena medida son decididas por los propios individuos y sus familias cuando deciden ir al clínico.
“Las fronteras son imprecisas, pero en el libro se tratan varios casos con relatos clínicos que ilustran esa transición”, agregó y habló por ejemplo, del escritor húngaro Sándor Márai, cuya obra Divorcio en Buda, “es una literatura profundamente melancólica” que tiene ese sentimiento de nostalgia por una Hungría que ya no existe, “por relaciones perdidas, por relaciones humanas fracturadas, por la incapacidad de reestablecer el gozo en las relaciones humanas”.
“Las novelas de Sándor Márai son muy melancólicas, sin embargo, él no tenía un problema clínico hasta ese momento. Si uno lee su biografía, se suicida al final. Sí hay un evento clínico, pero se suicida cuando tiene 89 años de edad. ¿Quién y por qué se suicida a los 89 años?”, cuestionó a la par que explicó que basta leer su caso para entender que perdió todo contacto con su Hungría natal y quedó desconectado de sus hermanos que vivían allá. A eso se suma que es exiliado en EU, muere su esposa, su hijo adoptivo, pierde la vista y además tiene cáncer.
En todas esas circunstancias, explicó el escritor y especialista en Neuropsiquiatría, Sándor Márai ya no encontró sentido a la vida y escribió unos diarios donde narra cómo compró una pistola y 20 balas, y al final de un periodo de seis meses donde escribió sus diarios, finalmente se suicidó.
“Es un caso donde podemos ver la transición de ese sentimiento melancólico que impregna su literatura y lo que va a ser al final un horizonte clínico que es el más duro de hablar, es decir, el suicidio”.
En el libro, ahondó, hay otros casos que también revelan esa transición entre la tristeza cotidiana y el problema plenamente clínico, el cual indicó que puede estar dado por problemas físicos o biológicos, o por un problema hormonal, inmunológico u otros padecimientos.
Ramírez-Bermúdez precisó que la genética también tiene alguna relación, aunque no muy fuerte con la melancolía, “aunque quizás un poco más fuerte con el trastorno bipolar que puede llevar a estados graves de depresión o en su momento de melancolía; el trastorno bipolar tiene una carga genética significativa”.
Cuestionado sobre si las dinámicas laborales, familiares, personales, que está adoptando la sociedad —muchas veces determinadas por una vorágine de inmediatez y consumismo— están asfixiando la creatividad en el ser humano, dijo que esa es una de las reflexiones que le importan que se traten a partir de la lectura de su libro.
“Vivimos en sociedades altamente automatizadas, donde cada uno de nosotros es sólo la pequeña pieza de un gran engranaje productivo o económico donde no hay tiempo para la reflexión, para la meditación, para la creatividad artística o de ninguna otra índole. Es de esperar que siga generando experiencias de desesperanza en muchas personas y de pérdida de sentido de vida que puede ser una de las razones de que las sociedades altamente industrializadas tienen tasas de suicidio muy importantes”, expresó.
Frente a esto, Jesús Ramírez-Bermúdez propuso una especie de alto en el camino para buscar una visión panorámica y tratar de comprender un poco más qué es lo que nos está pasando y cómo podemos reorientarnos hacia la búsqueda de un sentido de vida más pleno.