Tomás Calvillo Unna
28/07/2021 - 12:00 am
La intimidad de la oración
Una apuesta con todo la entrega, el darse sin restricción.
…es fuego y agua,
es la bisagra
entre el día y la noche;
es madrugada y atardecer
en la devastación
y la esperanza.
Es bálsamo
e incienso,
sacudimiento y silencio;
polvo y cielo
del cuerpo;
alfabeto de la proporción ;
ofrenda
conjugada del verbo
La desnudez de la voz,
su identidad
cuando se vislumbra
y se pronuncia:
la fórmula
más depurada del vocabulario:
la composición de lo invisible;
el hola y adiós
de la infancia y la muerte;
el relato silenciado
la espada recargada
en el árbol nocturno.
El trémulo crispar de las palabras
tras los vidrios, su vaho, los índices,
sus círculos de transparencia,
sobre los metálicos cordones
que anudan las ciudades.
Tan única tan posible tan a la mano
Inmaculada siempre:
como primer soplo, como primer latido
como primer beso, como primera palabra.
Dicha, así,
con la frente en el piso
antes de levantar la mirada;
Y estirar los brazos
Una apuesta con todo
la entrega, el darse
sin restricción.
La libertad asumida a plenitud
y ofrecida sin reparo
y condición alguna.
La figura humana estremecida
en cada uno de sus poros,
donde encontramos nuestro anclaje
al agradecer
con tenaz y decisivo atrevimiento,
a esa Presencia presentida
en la otra orilla del abismo.
En el pináculo nocturno
al extinguir los sueños,
este ardor, sus llamas;
los dolores de antaño,
los nuevos pesares,
se incineran entre los labios
que afirman
la Verdad y la Paz.
lo más profundo e inseparable.
Las palmas de las manos
lo saben,
unidas sobre el corazón
son el arma más poderosa
del despertar.
Es la última,
primera, y única medicina
aleja la imposición
de la locura
sus vestimentas y sombras.
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