Greenpeace
08/06/2020 - 12:02 am
Hagamos de la bicicleta el cubrebocas del planeta
«No hay duda: la bicicleta debería quedar inscrita con letras doradas como uno de los inventos más prodigiosos de la historia de la humanidad».
Por Carlos Samayoa Arias*
Es una gran noticia que como respuesta a la crisis sanitaria actual, en casos como el de la Ciudad de México se hayan implementado ciclovías emergentes como forma de alentar traslados que permitan guardar la sana distancia y de reducir las aglomeraciones en el transporte público. La necesidad de desarrollo de la red de ciclovías en las zonas urbanas se ha hecho más evidente, por lo que las ciclovías temporales serán una excelente oportunidad para demostrar su viabilidad, para que mucha gente se anime a probar esta experiencia de traslado, y para que en su momento, incluso se considere su permanencia para garantizar la seguridad y salud de las personas en esta nueva normalidad.
Sabemos que el uso de la “pequeña reina”, como llaman a la bicicleta en otros países, no solo se basa en la buena voluntad de los ciudadanos. Para alentar esta práctica también se requiere de una fuerte determinación para tomar decisiones políticas por parte de personas en la función pública a nivel local y nacional. Si bien, cada vez se tiene más presente que desarrollar el uso de la bicicleta implica recortar el espacio que anteriormente estaba reservado para el automóvil, aún tenemos que redoblar esfuerzos para implementar redes eficientes que conecten mediante rutas directas, seguras y continuas a los centros de las ciudades con las periferias, que lamentablemente en numerosos casos continúan poco o nada atendidas. Esto será lo que aliente a quienes pedalean a recorrer grandes distancias rápidamente, con máxima fluidez y mínimos obstáculos.
Los retos de las grandes ciudades nos hacen también recordar que más allá de las ciclovías, debemos profundizar los esfuerzos en consolidar sistemas metropolitanos para el uso de la bicicleta, para lo cual urge un trabajo más coordinado entre los gobiernos de los estados que integran zonas metropolitanas, como es el caso del Valle de México, para lograr que el uso de este modo de transporte esté al alcance de la máxima cantidad posible de personas a través de la expansión de los servicios de alquiler o préstamo de bicicletas, de estacionamientos seguros, de talleres de reparación, así como de intermodalidad eficiente con el transporte público.
Las propuestas de parte de la ciudadanía respecto a este tema no se han hecho esperar. Tanto en el Estado de México como la Ciudad de México, organizaciones de la sociedad civil y colectivos que trabajan para mejorar las condiciones de movilidad han colocado en los escritorios de distintos funcionarios de su estado o municipio planes de implementación de vastas redes de ciclovías emergentes que podrían permitir que la bicicleta se convirtiera en el modo de transporte por excelencia para responder al distanciamiento físico que la crisis sanitaria implica. Si los respectivos gobiernos adoptaran e implementaran esas propuestas, verdaderamente podrían convertirse en casos emblemáticos a nivel nacional y hasta global.
Gradualmente, el cada vez mayor uso de la bicicleta está definiendo una nueva visión del transporte. Impulsar esa visión requiere mayores recursos financieros contemplados en una visión a largo plazo que esté orientada a responder a los grandes desafíos que actualmente enfrentamos, como lo son el cambio climático, la pandemia del Covid-19 y una crisis de salud a nivel nacional acentuada por enfermedades respiratorias, diabetes y obesidad. No hay duda: la bicicleta debería quedar inscrita con letras doradas como uno de los inventos más prodigiosos de la historia de la humanidad. Paradójicamente, la simpleza de su diseño e ingeniería, será lo que contribuya a resolver la complejidad de nuestra apremiante problemática.
*Carlos Samayoa Arias es especialista en Ciudades sustentables en Greenpeace México
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