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Gustavo de Hoyos Walther

01/03/2022 - 12:04 am

Guerra y tiranía

«Pero no sólo Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel deberían preocuparse, en Brasil y México, los gobiernos de Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador podrían perder aún más legitimidad ante sus sociedades, quienes podrían reconsiderar los peligros latentes del autoritarismo».

Cuando se escriba la historia del populismo del siglo XXI dos fechas signarán su crepúsculo: el 6 de enero del 2021, cuando fanáticos enardecidos de Donald Trump penetraron el Congreso de los Estados Unidos de América; y el 24 de febrero del 2022, cuando Vladimir Putin invadió Ucrania.

Mucha gente necesitaba que el verdadero rostro del populismo autoritario se viera claramente.

Llevado a su lógica última, el populismo del siglo XXI desemboca en lo que estamos presenciando en Ucrania: el resquebrajamiento radical de las relaciones humanas.

Pero como reza un ideograma chino: donde hay crisis también hay oportunidad. El día que cruzaron los tanques rusos sus fronteras, el populismo empezó su declive y se abrió una oportunidad para que las democracias liberales en todo el mundo retomen la iniciativa.

Mientras ese día llega, la realidad es que el efecto de la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania será sísmico. Lo ha sido ya en Europa, donde países como Alemania se han decidido a elevar significativamente su gasto militar como porcentaje del PIB de la nación germana. También lo es en el sector financiero internacional, donde las sanciones contra Rusia han tomado una dureza sin precedentes, ejemplo de lo cuál fue la decisión de expulsar a Rusia del mecanismo SWIFT, que soporta las transacciones financieras a escala global.

Las profundas olas de este acontecimiento mayor afectarán también a América Latina y por ende a México. Los primeros que resentirán los cambios serán los aliados de Rusia en la región, a saber Venezuela y Cuba, quienes de inmediato se verán afectados por la falta de acceso a los bancos rusos.

Pero no sólo Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel deberían preocuparse, en Brasil y México, los gobiernos de Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador podrían perder aún más legitimidad ante sus sociedades, quienes podrían reconsiderar los peligros latentes del autoritarismo.

En México, tras una vacilación que no se entendió, el Gobierno de México finalmente condenó la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania. Si la guerra se alarga y el Gobierno ruso, inevitablemente, comienza a cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, el Gobierno de México deberá recurrir a medidas más severas, como solicitar la expulsión de Rusia del Sistema de Naciones Unidas y romper relaciones con el Gobierno encabezado por Vladimir Putin.

Cabe aquí un paréntesis para reconocer la valentía, a toda prueba, del Presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski: un Estadista de nuestro tiempo.

México deberá cooperar más estrechamente con la comunidad internacional con el propósito de poner fin a esta atrocidad.

Ahora bien, la complejidad de la situación hace difícil poder predecir qué sucederá. Preocupa, sin embargo, que el líder del Kremlin haya abierto la opción nuclear.

Con ello, el conflicto podría escalar a dimensiones globales y a consecuencias incalculables e insólitas en el siglo XXI. Estamos, sin duda, ante el momento más peligroso desde la crisis de los misiles en 1962.

Lo deseable sería una salida negociada que permitiera la resolución pacífica del conflicto, aunque el regreso al status quo ante es casi imposible, pues el mundo sabe ahora de lo que es capaz el régimen ruso.

Lo que está pasando en Ucrania nos recuerda que sucede cuando gobiernos abandonan los postulados civilizatorios de la democracia liberal y se embarcan en aventuras autoritarias. Si hay una lección que hay que aprender, es que las tiranías, ahora y siempre, terminan culminando en guerras.

Nuestro país no debe coquetear con el autoritarismo y menos alinearse con los regímenes que lo encarnan.

Los acontecimientos en Europa nos deben servir de lección.

Gustavo de Hoyos Walther
Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).
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