Greenpeace
18/05/2020 - 12:02 am
Greenpeace: 27 años en México y la necesidad de seguir luchando por el cuidado del Planeta
Las ciudades plantean un desafío ambiental que es la contracara de ese otro frente donde se juega la vida y el cuidado del planeta: en los territorios que resisten a los proyectos extractivistas de minerales, de agua y semillas, de bosques.
Por Gustavo Ampugnan*
Cuando en mayo de 1993 Greenpeace salió a las calles de México para exigir el derecho a respirar aire limpio en una de las ciudades más contaminadas del mundo, nunca nos imaginamos que casi 30 años después la demanda sería siendo vigente. Sin duda muchas mejoras tuvieron lugar entre fines de los años noventa del siglo pasado y el primer lustro del actual, tales como la instalación de estaciones de monitoreo de calidad del aire y la introducción del metrobús, sistema de transporte público de gran capacidad en carriles confinados de superficie. Sin embargo, actualmente el problema sigue siendo un pendiente a resolver en las agendas de la mayoría de las administraciones de las ciudades medianas y grandes del país, con la complejidad adicional de que muchas de estas últimas son parte de un entramado regional que conocemos como zonas metropolitanas. Las afectaciones respiratorias en estos centros urbanos se cobran anualmente cerca de 17 mil muertes, siendo los más vulnerables los niños y niñas.
Al redactar estas líneas, México atraviesa por lo que las autoridades de salud esperan que sea la fase más dramática de la pandemia ocasionada en el país por el coronavirus. Y esta situación sin precedentes hace aún más urgente atender el problema de la calidad del aire en las ciudades. Según el Inegi, en 2018 las muertes asociadas a enfermedades pulmonares se ubicó en noveno lugar, lo cual lo hace un factor de comorbilidad más aumentando el riesgo de muerte en caso de una persona esté infectada con el virus SAR-COV2.
El problema de la calidad del aire, hay que reconocerlo, es una de las tantas consecuencias de un modelo de vida que en menos de medio siglo ha trastocado la dinámica de las ciudades mexicanas. La expansión urbana sobre territorios rurales y zonas de conservación aledañas; el aumento en la demanda de alimentos que cada vez se producen de manera industrial y lejana al centro de consumo; el incremento en el consumo de agua y energía que también son producidas –habitualmente- fuera de las ciudades grandes; mayor generación de residuos sólidos que, debido al diseño y al material con que están hechos los productos de consumo, son difíciles de reciclar, reutilizar e incluso reparar una vez que dejan de ser útiles.
Si bien ocupan apenas un 2 por ciento de la superficie global del planeta, en las ciudades se consume la gran mayoría de los recursos naturales en la forma de alimentos, agua, energía. Por lo tanto, el impacto de las mismas en el ambiente es muy significativo: emisiones de gases de efecto invernadero que provocada el cambio climático, esa otra crisis global en que se ha materializado el fracaso de un sistema de producción y consumo que nos ha puesto al borde de la destrucción.
Demandar las sustentabilidad de las ciudades y contribuir a ella involucrando cada vez a más personas es una de las prioridades que Greenpeace ha asumido en México. En los años recientes, y como parte de ese esfuerzo y junto a otras organizaciones, conseguimos incidir en el Plan de Movilidad de la Ciudad de México 2019-2024. Con ello, ahora existe el compromiso de avanzar en la transición hacia la electrificación de 100 por ciento de los mototaxis; el transporte público se concibe como prioridad en agenda de movilidad con 100 km de carriles confinados extras al metrobús; y se incorporaron metas de reducción de emisiones de contaminantes criterio de fuentes móviles. El año pasado, y después de casi cuatro años de campaña, con la Coalición Cero Emisiones conseguimos que las autoridades de la Ciudad de México lleven a cabo el proyecto Trolebici, una obra reclamada por la ciudadanía para contar con mayor infraestructura ciclista en una avenida principal de la ciudad y de transporte público eléctrico, como forma para disminuir las emisiones de gases contaminantes. En materia de regulación, el trabajo de presión pública de Greenpeace aceleró el proceso para mejorar las cinco Normas Oficiales Mexicanas (NOM) de salud ambiental así como el Plan de Contingencias del Valle de México en lo referente al material particulado PM2.5. Ambas mejoras regulatorias están destinadas a proteger la salud de las personas y el medio ambiente.
Las ciudades plantean un desafío ambiental que es la contracara de ese otro frente donde se juega la vida y el cuidado del planeta: en los territorios que resisten a los proyectos extractivistas de minerales, de agua y semillas, de bosques. De hecho, hace unos días publicamos un informe sobre el impacto de las granjas de puercos en el estado de Yucatán.
Hoy, a 27 años de presencia en México continuamos trabajando para que desde nuestro país contribuyamos a frenar el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad en todo el mundo, las amenazas más grandes que enfrentamos como humanidad y que requiere la acción de millones de personas. Por ello, lector, lectora, te necesitamos en esta tarea para cuidar al Planeta y sanarlo. Te invitamos a unirte a Greenpeace para fortalecer nuestras campañas, mantener nuestra independencia de gobiernos y empresas, y a la vez exigirles que pongan un alto a la destrucción del medio ambiente y el bienestar de las personas con sus decisiones.
*Director de Greenpeace
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