La Cuesta es un asentamiento irregular ubicado en Ecatepec que ha estado en el olvido desde su fundación. Los habitantes de esta comunidad han sido presas de partidos políticos, autoridades municipales y de líderes territoriales quienes han prometido la ayuda que nunca llega. Sin servicios y sin solución es como aquí se sobrevive. La crisis que actualmente más se padece es la del agua, pues el servicio de pipas se encuentra en la zona de El Caracol, lugar al cual llegará el Papa Francisco.
Ecatepec de Morelos, 13 de febrero (SinEmbargo).– En el Estado de México existen al menos 120 mil predios irregulares, según autoridades de vivienda. La Cuesta, en Ecatepec, es uno de ellos. Este sitio se encuentra justo a ocho kilómetros –20 minutos en carro– del lugar donde mañana domingo el Papa Francisco I oficiará una misa ante un estimado de un millón de personas.
Pero la visita del Pontífice a Ecatepec, es lo que menos le interesa a la gente de La Cuesta, pues lo urgente en ese sitio –además de la regularización de sus terrenos y con ello la llegada de servicios básicos–, es que regresen las pipas de agua que se llevaron a la zona de El Caracol, lugar donde estará el altar religioso.
“Aquí en el municipio no hay pipas. Antes, aunque con dinero conseguíamos, pero desde hace dos meses todas las llevaron para allá donde va a estar el Papa. Y nada más están regando las banquetas quién sabe para qué; la están desperdiciado mientras que aquí estamos en crisis”, denunció Noemí Vivanco Quiroz, integrante de la comunidad.
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Hace 15 años, para los nuevos habitantes, La Cuesta representaba el futuro. Una promesa. Gente proveniente de la costa de Oaxaca y la sierra de Veracruz fue quien fundó esta comunidad, que ahora, a la distancia, es donde viven 300 familias.
La Cuesta es, sin embargo, un predio irregular en una zona federal.
En aquellos días de principios de milenio, recordó María de Jesús Quiroz Galán, un hombre les vendió varios terrenos en 5 mil pesos, con facilidades de pago. El sujeto incluso les dio documentos de compra-venta y les enseñó las supuestas escrituras. Les pidió a sus clientes que confiaran en él. Y así lo hicieron.
Casi de forma inmediata los habitantes de La Cuesta se dieron cuenta de su error: bajo sus casas de pedacería de madera se encontraban ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex), de la Comisión Nacional de Agua (Conagua) y de MaxiGas Natural.
Fue ahí cuando entraron en razón del porqué los servicios de agua, drenaje y luz jamás llegarían. Entonces tendrían que batallar, ya sea para defender lo que creyeron que era su propiedad o para que fueran reubicados.
Desde entonces pasaron meses y luego años de protesta para intentar arreglar su situación. A la fecha, La Cuesta que prometía ser el futuro, sigue siendo el olvido dentro de un municipio donde impera el olvido, de acuerdo con denuncias vecinales.
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Pese a su reluctancia, los habitantes decidieron quedarse en aquella zona federal. Legalmente a eso se le considera como invasión: el maestro José Guadalupe Zuñiga Alegría, profesor e investigador del Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Unidad Azcapotzalco, explicó que el despojo es un delito grave que se entiende, por ejemplo, cuando una persona externa toma control de un inmueble. No obstante el regreso a sus lugares de origen no era una opción.
María de Jesús Quiroz Galán, quien vivía en Veracruz, comentó que la situación de violencia y la falta de empleo fueron situaciones por la que decidió no regresar a esa entidad. Sumado a que su esposo la había dejado y tuvo que hacerse cargo de sus hijos.
“Pues yo tenía la ilusión de mi casa, y luego mi esposo se fue sin decir adiós. ¿Qué hacía? Aquí por lo menos había trabajo y ya teníamos construido un cuartito”, narró María de Jesús, quien ahora labora en una empresa de limpieza; pero por 20 años fue obrera.
De hecho, Noemí Vivanco, integrante de la comunidad, refirió que en La Cuesta más de un tercio de sus habitantes son madres solteras. Por ello no podía volver a sus pueblos o comunidades como las hijas pródigas, precisamente por temor a la sombra del rechazo.
Entonces aquellas personas se quedaron y levantaron a base de escombros una colonia, la cual no tiene un código postal o siquiera un nombre formal.
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En 2009, el Instituto Mexiquense de la Vivienda (Imevis) reportó que existían 120 mil predios irregulares, ya sea por situación anómala como La Cuesta o por terrenos que no estaban dados de alta en padrones catastrales.
Los municipios con mayor presencia de estos predios eran: Nezahualcóyotl, Ecatepec, Ixtapaluca, Chimalhuacán, Nicolás Romero, Tlalnepantla y Naucalpan.
A pesar que en la administración del priísta Eruviel Ávila Villegas se ha intentado ir regularizando estos predios –18 mil lotes en 2013–, no se ha avanzado mucho. Por poner un ejemplo, en la Ciudad de México, la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial (PAOT) dio a conocer en 2014 la existencia de 867 asentamientos irregulares en suelo de conservación, donde había 50 mil 703 viviendas.
En la capital del país, en tratamiento de estos terrenos son estudiados caso por caso, según la PAOT. La autoridad territorial estudia el nivel de riesgo en las casas ilegales, antigüedad del asentamiento, afectación ambiental y otros factores. Luego de ello la Procuraduría determina si llega a un convenio o reubica a las familias, con el fin de rescatar el área.
No obstante, en Ecatepec, que es el municipio más poblado de México, el 40 por ciento de los terrenos son irregulares, según cifras de 2008 del Imevis. En aquel entonces se registraron unos 60 mil lotes fuera del ordenamiento.
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La Cuesta ha estado atrapada desde siempre en una época difícil. Los ratones, las capas de mugre, las casas de apenas 40 o 60 metros cuadrados hechas con tarimas de madera usadas, láminas de cartón recubiertas con químicos, sus mujeres lavando ropa en grupo, los niños con alergias jugando cerca de las fosas sépticas, filas de gente al rededor de pipas para llenar botes o cubetas de agua… es lo que ha prevalecido desde su fundación.
En la casa Patricia Santiago Santiago, que no rebasa los 70 metros cuadrados, viven ocho personas, entre ellas sus papás, hermanos, esposo y su pequeño hijo «Chuy», quien a diario recibe cinco inyecciones en el ombligo para combatir la alergia por el polvo y los animales.
Para salir de los gastos –a excepción de «Chuy»–, todos esa casa tienen que trabajar, incluyendo los abuelos.
La casa de «Paty», pulcra en la medida de lo posible, es una de las más ordenadas, y ya cuenta con piso y paredes más sólidas. Pero no todas son así. Unas ni siquiera tienen pintura o puerta.
Las que tienen un suelo de concreto es gracias al programa Piso Firme.
Hace ocho meses una organización civil llegó a La Cuesta con la intención de construir casas prefabricadas. Mucho mejores de las que hay actualmente en esa localidad. Sin embargo, las autoridades del municipio de Ecatepec de Morelos, a cargo del priista Indalecio Ríos Velázquez, clausuraron las obras porque «ponían en riesgo a las familias».
«No ayudan ni dejan que nos ayuden», expresó Patricia Santiago.
Los materiales para las casas prefabricadas costaban mil 500 pesos y muchas personas hicieron el esfuerzo para comprarlos, por eso ante la negativa muchos levantaron sus cuartos con ayuda de tutoriales de YouTube y no con la asesoría de expertos de la organización.
Cosas como estas han sucedido desde hace 15 años, según los habitantes.
«Siempre vienen cuando quieren votos o andan en campaña, pero una vez que pasan las elecciones ni se acuerdan de nosotros y ni nos ayudan a regularizar los terrenos», aseveró Noemí Vivanco Quiroz.
Pero no sólo las instituciones y los partidos de todos los colores se han aprovechado de La Cuesta, sino también colectivos, organizaciones de «paracaidistas» o líderes territoriales, quienes «nos pedían dinero [60 pesos semanales] para según arreglar papeles y protección. También teníamos que ir a marchas a apoyar», agregó Vivanco.
–¿Cómo es su relación con Pemex y las empresas de los ductos? –se le preguntó a Noemí.
–Nosotros sabemos que estamos invadiendo sus ductos. Entonces, si ve, nuestras casas ya no están arriba por donde pasan. Ellos vienen y nos dicen que nos movamos y nos movemos. Con ellos no tenemos problema.
–¿Qué piensa del riesgo?
–Pues por eso queremos saber si hay riesgo pues que nos reubiquen. Nosotros no decimos que queremos un terreno gratis. Si nos va a costar estamos de acuerdo, pero que nos den facilidades para pagar.
–¿Cuánto cuesta ahorita un terreno en La Cuesta?
–Pues el señor que dice ser el dueño los da en 65 mil, pero ni siquiera son los 60 metros cuadrados.
–¿Le dice a sus clientes que es zona federal?
–Pues él asegura que es su propiedad y muestra papeles. Pero yo digo que no les dice. Nosotros estamos aquí pero ya entendemos que en cualquier momento nos pueden mover.
–Todo aquí es dinero, ¿verdad?
–Sí. Aquí, la propia pipa del Gobierno te llena un tambo y te cobra ocho pesos, si es particular 15 o 20 pesos. Para que te llenen un tinaco mínimo son 80 pesos. Para calentar el agua para bañarse nosotros compramos una camioneta de madera, que cuesta 100 pesos, y es la basura que les sobra a las madererías.
–¿Qué piensas de la visita del Papa?
–Pues por eso ni hay pipas en el municipio. Yo fui a pedir que nos trajeran pipas y me dijeron que las llevaron para allá donde va a estar el Papa. Y nada más están regando las banquetas quién sabe para qué; la están desperdiciado mientras que aquí estamos en crisis.
Luego de 15 años, uno de los avances que ha visto esta comunidad es la instalación oficial de electricidad. Las 300 familias que viven aquí llegaron hace unos meses a un acuerdo con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y con sus propios recursos colocaron postes que sostienen la nueva instalación. Pero apenas es un paso, todavía falta drenaje, agua potable, una vivienda digna y que el municipio, al menos los escuche.