Tomás Calvillo Unna
21/10/2020 - 12:05 am
El tianguis de la resistencia
Días y noches este abanico de luz y oscuridad donde buscamos saber quienes somos entre la seca tos el dolor de los huesos y la cabeza cada vez más pesada en su propia confusión.
Entre los agudos cantos de los gallos
(agujas que pinchan las primeras gotas de luz
para evitar el extravío)
y lo gritos de los ebrios
(estertores de sus engaños)
y los maullidos de los gatos
(incisiones latentes de lo inefable)
y los ladridos interminables de la perrada
en Xilitla invade la madrugada
preñada de augurios que pueden atemorizar
ante la aparente indiferencia de las señales del más allá
que nos advierten de los días y semanas
y hasta meses sombríos que acechan a la tierra misma y sus pueblos ignorándose todo ello en el ánimo callejero
y en la implacable necesidad de sobrevivir
intercambiando los productos de un comercio milenario
de plantas verduras frutas granos
y demás alimentos que sostienen a miles en las montañas
no importa la afamada pandemia
nada se puede contra ella
la prevención es un síntoma secundario
impuesto en todo caso
pero no asimilado y solo aceptado a medias
para no dejar del todo
y soltarse por completo del cuerpo de todos
porque lo que es cierto y se reconoce a leguas
también allá arriba en los bosques de humo y nubes
con las mujeres y hombres que se iban al norte
todos teníamos un pariente
o un conocido que se quedaba del otro lado
y eso lo sabíamos antes de las traídas estadísticas
de ese doce por ciento de los de acá
millones enraizados de un u otra manera
con los gabachos y sus cuicas
es lo mismo ahora con la COVID el coronavirus
este emperador de las plagas del siglo XXI
que pretende llegar para quedarse
e imponer su reino de dolor y miedo
mientras cada día nos enteramos de alguien
que es arrojado a sus minúsculas e invisibles fauces,
o sea
lo que debería de ser claro y trasparente
porque tiene que ver con los números
de carne y hueso
que pretenden ignorarse
convirtiéndolos en una disputa más
(de tantas alojadas en la nada)
cuando en realidad la probabilidad
de ser más de dos o tres millones de contagiados
y fallecidos cerca de un cuarto de millón
y la cifra siempre oculta del dolor
el consabido frío número estadístico
debería al menos de estar presente en cada población
en cada colonia en cada calle
para darnos cuenta en lo que andamos metidos
es decir
no se trata de esconder nada
que valga la redundancia de nada sirve
si no solo saber más o menos la magnitud de la amenaza
y tal vez aquí en el mercado de los domingos
al menos los cubre bocas se conviertan en una moda exitosa
que en algo ayude a que el estornudo
como los ladridos de los perros
en las primeras horas del amanecer
no hieran el sueño de nuestras vidas
días y noches
este abanico de luz y oscuridad
donde buscamos saber quienes somos
entre la seca tos el dolor de los huesos
y la cabeza cada vez más pesada
en su propia confusión.
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