Tomás Calvillo Unna
28/04/2021 - 12:04 am
El necesario silencio
Una pizca de la frescura del amanecer para cuidarla entre las horas y más allá de las horas.
PARA EL ESCUADRÓN 421 QUE EN SU CAYUCO LLEVA EL AMANECER DE LA MONTAÑA.
Una pizca
de la frescura del amanecer
para cuidarla entre las horas
y más allá de las horas;
es mi aspiración.
Decirle al viento
que nos permita caminar en la tormenta,
hablarle pausado, sin gritos;
y si podemos,
nada más escucharlo.
Recuperar esa confianza minada y milenaria,
la urdimbre misma
que nos permite estar aquí:
a veces caminando, otras divagando
entre las esquirlas del tiempo;
el marcapasos que todos llevamos.
Cómo descifrar el mensaje,
no del cromosoma,
no esa hélice hilada de eternidad,
o aquella intuitiva galaxia
capturada en su instante de millones;
proporción desbordada desde el origen,
auricular y visible imaginación pura,
en esa extensión continua
hasta el presagio de su contracción.
Cómo descifrar
ante la magnitud de la experiencia que nos envuelve;
si persiste el asombro en su innata presencia.
Admirar sin más,
el iracundo desenlace de los relatos celestes,
sus inconmensurables escenarios
que nos gobiernan,
aunque prefiramos ignorarlo.
La memoria en su escala propia lo percibe
y pareciera cifrar su quehacer
en anudar los eventos: trazar otro tiempo
de poros etéreos,
sin el peso ya de los cuerpos.
Un ajuste de cuentas
ante el mañana incierto, incluso inverosímil;
un anzuelo que captura la razón y otorga
su indispensable serenidad:
la sangre de su cordura.
En esa atmósfera interior
prevalece el mensaje;
a cada quien le corresponde develarlo;
la suerte de la vida tiene que ver con ello.
En estos tiempos de desquiciada normalidad
vale la pena encontrarlo.
No dejamos de ser del todo
peregrinos en nuestro propio corazón;
en sus contornos
la intuición advierte
una antigua resonancia.
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