Rubén Martín
19/06/2022 - 12:04 am
El fracaso de la alianza opositora
«La del PRIAN es una alianza fundada en el odio a López Obrador y su proyecto y en el pragmatismo político para tratar de mantener parcelas de poder y puestos en el aparato público. Y los ciudadanos lo ven, lo entienden».
A dos semanas de los comicios por las gubernaturas en los estados de Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo la alianza opositora conformada por el PAN, PRI y PRD, sigue sin levantar cabeza, buscando a los dirigentes responsables de las derrotas y con la presión para los dirigentes de los partidos.
La presión es especialmente fuerte al seno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde varios expresidentes del viejo partido tricolor exigieron la renuncia de Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, a quién no consideran capaz de dirigir a esta organización de cara a las contiendas por venir, especialmente la defensa de las gubernaturas de Coahuila y Estado de México, que se disputan en junio del próximo año.
La lectura más sintética de los resultados de las elecciones del domingo 5 de junio es que más allá del triunfo y avance del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ya previsible, se registró una fuerte derrota política para la alianza opositora conformada por el PAN, PRI y PRD. Morena obtuvo cuatro de las seis gubernaturas en juego.
Con los resultados del domingo 5 de junio Morena se consolida como el nuevo partido hegemónico en México al pasar a gobernar en 22 de las 32 entidades federativas del país, en tanto PAN y PRI se quedan con ocho estados de la república.
Más allá del arrastre de la popularidad del Presidente López Obrador, de los programas sociales del Gobierno de la Cuarta Transformación, o del discurso centrado en la corrupción de la “mafia del poder” y la vieja partidocracia, lo que revelan los resultados de los comicios en estas seis entidades es la estrepitosa derrota política de la alianza del PRIAN.
Refleja que los electores no se sienten atraídos por una alianza política conformada por los partidos que a lo largo del siglo XX estuvieron confrontados electoral e ideológicamente con proyectos de Gobierno supuestamente distintos.
Los fundadores del PAN organizaron ese partido en claro antagonismo con el cardenismo y del antecesor del PRI, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM); los ideólogos del panismo consideraban que atentaban contra el orden liberal y la propiedad privada, por ejemplo con la política agraria de los gobiernos posrevolucionarios. Durante décadas, se enseñó a los militantes del PAN que el reparto agrario y el ejido eran lastres para el crecimiento del país, durante décadas los panistas cuestionaron el contenido y el reparto de los libros de texto gratuitos y en su momento cuestionaron que se incluyera educación sexual en los programa del sistema de educación pública. Durante décadas los panistas soportaron el hostigamiento y hasta la persecución de los gobiernos autoritarios del PRI y eran firmes defensores del voto popular contra los fraudes electorales del priismo.
Por su parte, los priistas siempre consideraron al PAN como el partido de los empresarios, de los adinerados que evadían impuestos y que propiciaban las devaluaciones del peso comprando dólares y sacando su dinero del país. Los priistas veían al PAN como el partido de la Iglesia católica, de la derecha, de los empresarios y claramente una organización pro estadounidense. Por eso incluso llegaron a justificar el “fraude patriótico” contra el PAN en Chihuahua en 1986.
Por su parte, en el PRD podían creer lo mismo del PAN que los priistas, pero tenían un agravio originario que ahora pasan por alto para aliarse desvergonzadamente con el PRI: el fraude electoral en contra de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano que ganó las elecciones presidenciales del 6 de julio de 1988 y que el PRI se robó cínica y descaradamente. Los dirigentes de la rémora actual de lo que ahora es el PRD decidieron pasar por alto que el PAN manipuló los resultados de las elecciones del 2006, en las que se impuso fraudulentamente en la Presidencia a Felipe Calderón Hinojosa. Los dirigentes del perredismo decidieron ignorar estos graves agravios e impulsados por su animadversión a López Obrador, fomentaron la alianza con los dos partidos que representaban el proyecto político de país contra el que lucharon y por el que se fundó el PRD.
La del PRIAN es una alianza fundada en el odio a López Obrador y su proyecto y en el pragmatismo político para tratar de mantener parcelas de poder y puestos en el aparato público. Y los ciudadanos lo ven, lo entienden. Saben que más que un proyecto político opositor al partido gobernante, se trata de una alianza pragmática encaminada a mantener huesos. Por eso fue derrotada tan estrepitosamente la alianza del PRIAN.
Pero en este juego de realineamiento de fuerzas de los partidos y clase política profesional, regularmente se pierde de vista el masivo rechazo que la mayoría de la población tiene ante los partidos profesionales, los viejos y los nuevos. El 5 de junio el ganador de los comicios fue el abstencionismo. El promedio de participación en los seis estados fue de 46.13 por ciento.
Hubo estados donde el abstencionismo prácticamente alcanzo a dos de cada tres electores, como ocurrió en Oaxaca. La participación en este estado fue de 38.79 por ciento. En total estaban convocados a votar un diez por ciento del padrón nacional, once millones 692 mil 209, de los cuales apenas votaron cinco millones 393 mil 616 y dejaron de votar seis millones 298 mil 592 electores.
Hay varias razones que influyen para que los electores dejen de participar en el ritual liberal de depositar una boleta en las urnas. Pero la suma de todas las razones que explican el alto abstencionismo del domingo 5 de junio, se expresa un profundo rechazo a todos los partidos y al sistema político en su conjunto. La mayoría de la población ya no cree en la democracia liberal, en el sistema de representación y en los actores de este sistema político: los partidos y la clase política profesional. En buena medida por decisiones pragmáticas de la partidocracia tradicional en la que los antiguos mapaches del PRI conviven con los nuevos operadores electorales del PAN y del PRD. Es un proyecto en el que no hay convicciones, no hay ideología, sino mero y burdo pragmatismo político.
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