Tomás Calvillo Unna
10/08/2022 - 12:05 am
El espejo nos hipnotizó; ganó la virtualidad
«Hay quienes día a día/ sin ningún aspaviento,/ nos recuerdan,/ aquello que sostiene,/ el tejido de luz,/ que la ciencia indaga/ y la oración venera».
I
Al saber
que ya no estamos,
un halo de prudencia
nos envuelve,
y también
una intermitente furia
que sacude a la tierra
y sus ciudades.
Esa angustia
que advirtieron los filósofos
y que atrapa a los criminales;
la violencia que enloquece
a poderosos, y a parias por igual;
sumando más sufrimiento,
a la dosis que cada vida
suele tener.
II
Al saber que ya no estamos,
una desdicha sofoca el presente
y el mañana,
y el enojo de las entrañas
enceguece el alma,
se le margina, se le olvida.
El primer exilio
sucede dentro de nosotros;
esa separación, esa expulsión,
esa diáspora,
explican en mucho
el hartazgo existencial
que se disfraza de mil maneras
y suele conducir a la guerra,
en todas sus proporciones
y facetas.
III
La incertidumbre final,
que solemos posponer;
sus interrogantes enterradas
desde hace siglos,
dejan sus exégesis
en manos de los eruditos
y las iglesias.
La prédica no escapa
al frenético mercado;
la competencia
por el paraíso o el infierno
se libra en nuestro limbo
de la tierra.
IV
No hay respiro, no hay atajos,
el ciego dolor
se apropia de los escenarios
y sus relatos.
La pregunta:
¿Como recuperar el alma?;
tendría que encontrar su lugar
en la cultura,
– asediada y explosiva –
que expresa día a día
su desesperación
y su incontinencia;
trasmutada
en una oferta más
del laberíntico escaparate
que habitamos….
Aun así, los resquicios
son una reserva por advertir.
V
Esa generosidad,
discreta por naturaleza,
no solo nos sostiene,
es, además,
la pista que anuncia,
la trascendente amistad
de la presencia.
Hay quienes día a día
sin ningún aspaviento,
nos recuerdan,
aquello que sostiene,
el tejido de luz,
que la ciencia indaga
y la oración venera.
Es una huella y perdura.
Un tesoro que se deja
en nuestras manos.
Es la revelación
de la paz interior,
una sacudida
que retorna el misterio
de los mismos átomos;
libres en su dominio;
conllevan el alumbramiento
de la antiquísima pronunciación:
hacer presente el presente.
Más allá de toda velocidad,
el incandescente sol de la conciencia
nos precede:
eje promisorio del destino
y surtidor de galaxias;
la dicha inmaculada,
que no cesa
en la pizarra desnuda.
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