Tomás Calvillo Unna
22/09/2021 - 12:05 am
El camino sin nombre
La abstracción nos permite escalar lo celeste y retornar sin mayores raspaduras.
Rendija: el Fiscal de la Nación, que honor y responsabilidad amerita un cargo así: no a la persecución de académicos y científicos.
Las puntas
de las uñas de los dioses,
¿cómo se llaman?,
¿cómo se les dice?
Rayos
relámpagos
estruendos
jeroglíficos
ideogramas
instantes de fuego
El zigzag luminoso,
eléctrico;
que se encaja en los bosques
y la tierra:
perdió su nombre
y es probable que fuera
el origen de las letras.
¿Cómo se platica hoy con el universo ?
¿Cuándo se quebrantó
la conversación con la naturaleza?
¿Cuándo sucedió ese antes y después
que aparece con frecuencia
en los libro antiguos,
en los mitos que aún sobreviven ?
Todos esos relatos, esas metáforas
que hablan de una ruptura,
de un distanciamiento,
de una orfandad,
de una expulsión.
¿Cómo y dónde sucedió?
Lo cierto es que somos
una obligada y necia interrogante,
en el ámbito de este universo
que atestiguamos y se expande;
lo vivimos a nuestra pequeña escala,
donde toda adquisición de lo concreto
tiene un costo doloroso.
La abstracción nos permite
escalar lo celeste y retornar
sin mayores raspaduras.
¿Cómo explicarnos nuestro lugar
en este infinito?,
que comenzó con una incisión
en la roca de basalto
y continuo con el iris,
rasgando los telones y vestimentas
del ágape nocturno,
que solemos contemplar
sobre los campos y ciudades.
En esta narración que nos antecede
y de la cual no sabremos su desenlace,
carecemos de las palabras
y sus extraviados conjuros.
Tal vez por ahí
se encuentre la respuesta :
dejar de nombrar
dejar de capturar.
Solo estar y advertir,
y con paciencia y disciplina
indagar en el infinito
(nombremos así a ese espacio :
fuera y dentro).
Emprender
en el camino sin nombre;
quién quita, sí, quién quita
que podremos dejar las preguntas
y respuestas sumergirse
en el océano milenario
que aún escuchamos;
observando
cuando la luna llena retorna,
al cabalgar en las crestas de sus olas,
rodeada por esa oscuridad tan necesaria
que marca el ritmo,
de nuestra misma respiración
y presagia un despertar
sin ataduras.
La mesura del día y la noche;
sin calendario alguno
hojas desprendidas y sueltas
de los números y nombres
dispersas, sin peso ,
ya inciertas.
Quién diría que esas gemas :
los ojos de agua en el desierto,
los lunares azules
que el río y las cascadas
dejan aquí y allá,
sean el acertijo astillado
de nuestro destino;
y sin razón o no,
la pretensión de un pronombre propio
como eje de la ausencia.
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