A más de un año de la pandemia, las dudas sobre las secuelas en quienes han enfermado prevalecen. Si bien recientemente se informó que el virus no ataca al cerebro directamente, sí provoca síntomas neurológicos que pueden afectar a los pacientes por largo tiempo.
Madrid, 20 de abril (Europa Press).- Uno de los últimos estudios que se han realizado hasta la fecha sobre los síntomas neurológicos de la COVID-19, del que se hace eco la Sociedad Española de Neurología, señala que el 60 por ciento de los pacientes hospitalizados por COVID tuvieron síntomas neurológicos, aunque en el 85 por ciento de los casos fueron síntomas leves e inespecíficos, además un 12 por ciento de los pacientes post-COVID tienen secuelas neurológicas.
«Uno de los aspectos que hemos tratado es que, a lo largo de estos meses de pandemia hemos podido observar que el SARS-CoV-2 tiene varias vías para producir afectación neurológica: por invasión directa del virus en el sistema nervioso central, por la respuesta inmune, pero sobre todo por afectación indirecta. En todo caso la invasión directa del virus del sistema nervioso parece anecdótica y muy poco probable», señala el doctor Pere Cardona Portela, neurólogo del Hospital Universitari de Bellvitge y moderador de la mesa «Afectación neurológica en pacientes con COVID».
A lo largo de estos meses se han reportado en pacientes con COVID-19 numerosos síntomas neurológicos como dolor muscular, encefalitis, encefalopatías, mielitis, crisis epilépticas, neuropatías, etc. Pero los más reseñables por su alta prevalencia fueron la anosmia (perdida de olfato) y las cefaleas y, por su gravedad, los accidentes cerebrovasculares, como los ictus isquémicos, ictus hemorrágicos, o trombosis venosas cerebrales que se han producido.
Así, destacan que se ha podido observar que la anosmia, además de ser un síntoma de buen pronóstico, es uno de los síntomas más habituales en personas jóvenes, en mujeres y en personas con algún tipo de afección neurológica previa. En la mayoría de los casos, esta anosmia se produce por la afectación de neuroepitelio olfativo y, en aquellos casos en las que la pérdida de olfato se prolonga más en el tiempo se cree que podría deberse a la neurodegeneración producida por las neuronas sensitivas-olfativas para evitar que el SARS-CoV-2 invada el sistema nervioso central, como mecanismo de defensa.
Los pacientes se suelen recuperar de esta pérdida de olfato entre la segunda y la octava semana, aunque en algunos casos esta recuperación puede llevar hasta tres años. Si además de anosmia se desarrolla parosmia (distorsiones en el sentido del olfato, generalmente mal olor) también es síntoma de un buen pronóstico.
Respecto a la cefalea, se ha descrito un tipo de dolor de cabeza muy específico y asociado al virus: de características opresivas, que empeora con la actividad y los movimientos de cabeza, que despierta por la noche a un 33 por ciento de los pacientes y que en ocasiones se acompaña de hipersensibilidad. Es por lo tanto una cefalea que se parece a la migraña, aunque los pacientes que ya padecían migraña, la identifican como un dolor de cabeza distinto.
Se cree que los episodios de cefaleas pueden ser debidos a la tormenta de citoquinas y que entre un 10-20 por ciento de los pacientes COVID-19 que desarrollaron esta sintomatología pueden desarrollar una cefalea crónica, aunque aún se están analizando los factores que puede incidir para que se cronifique.
Menos frecuente, pero mucho más graves, son los casos de ictus que se han dado en pacientes COVID-19. Diversos estudios ya señalan que, en pacientes hospitalizados, existe un incremento de riesgo de ictus por COVID de alrededor de un uno a dos por ciento en el caso de ictus isquémicos y de un cuatro por ciento en las trombosis venosas cerebrales, que si bien suelen ir asociados a la gravedad de la infección, tienen un peor pronóstico: algunas series internacionales destacan que la mortalidad por ictus en personas con COVID alcanza el 59 por ciento.
¿PUEDE EL SARS-COV-2 INFECTAR EL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL?
Entre los temas tratados por los expertos se encuentra la posibilidad de que el SARS-CoV-2 pueda infectar el sistema nervioso central. Al respecto, el doctor Jesús Porta Etessam, neurólogo del Hospital Clínico San Carlos y Vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología, recuerda que al principio de la pandemia, uno de los mayores temores es que el SARS-CoV-2 fuera altamente neuroinvasivo, es decir, que el virus fuera capaz de entrar con facilidad en el sistema nervioso central.
«Sin embargo, y aunque se han dado casos excepcionales en los que el SARS-CoV-2 ha invadido el sistema nervioso central, la gran mayor parte de la afección neurológica que hemos visto en los pacientes no ha sido tanto por la invasión directa sino por manifestaciones indirectas. En todo caso estas manifestaciones indirectas, en algunos pacientes, han sido de especial gravedad y la sintomatología neurológica ha estado muy presente en los pacientes con COVID-19», comenta.
En los pocos casos en los que se ha detectado presencia del virus en células del sistema nervioso central, este parece haber podido invadir el sistema por tres vías distintas: la olfatoria, por el líquido encefalorraquídeo o por el torrente sanguíneo. Por otra parte, la autoinmunidad también podría haber jugado un papel que podría explicar algunos de los también pocos casos que se han dado de Guillain-Barré o de desmielinización autoinmune cerebral.
«En todo caso, la gran mayoría de la afectación neurológica en pacientes COVID-19 ha sido por afectación indirecta, bien como respuesta inflamatoria (lo que se ha llamado tormenta de citoquinas), procesos cerebrovasculares por coagulopatia y/o daños sobre el endotelio vascular o miocárdico, o bien por complicaciones secundarias», añade Cardona Portela.
SECUELAS NEUROLÓGICAS DE LA COVID-19
Un reciente estudio realizado en España señala que el 51 por ciento de pacientes que ha sobrevivido a la COVID-19 han desarrollado secuelas que pueden prolongarse incluso 12 meses. Los síntomas neurológicos alcanzan a un 12 por ciento de los pacientes post-COVID y entre ellos destacan sobre todo la cefalea y los problemas cognitivos (la llamada «niebla mental»).
Aunque también son muy habituales otros no exclusivamente neurológicos como pueden ser la fatiga o el dolor muscular: más del 50 por ciento de los pacientes que han pasado la COVID-19 presentan fatiga y trastornos del sueño. Además, el dolor de cabeza, la fatiga y el dolor muscular figuran entre las secuelas más persistentes.
«En el caso de la pérdida de olfato, aunque la gran mayoría de los pacientes se suelen recuperar antes de la octava semana, sabemos por virus semejantes que recuperarse de la anosmia puede alargarse hasta los tres años. También comentábamos antes que estimamos que entre un 10 y un 20 por ciento de las cefaleas por COVID-19 se cronifican, es decir, que generan dolor de cabeza más de 15 días al mes. Y respecto al dolor muscular, puesto que son muy pocos los pacientes los que han desarrollado afectación directa del músculo, pensamos que se trata de una consecuencia de la respuesta inflamatoria, semejante a la que producen otros virus», explica Porta.
«Respecto a la llamada ‘niebla mental’ tampoco es algo nuevo ya que es algo que con anterioridad ya se había observado en pacientes con dolores crónicos o en personas que padecen depresión o ansiedad. Pero también se está estudiando la posibilidad de que en algunos casos se deba a una disfunción mitocondrial producida por el virus o que hacer padecido la enfermedad haya acelerado procesos en personas que probablemente en un futuro hubieran desarrollado algún tipo de enfermedad neurodegenerativa», añade.
Por otra parte, los expertos señalan la posibilidad de que, en un futuro, muchos pacientes que han estado en la UCI, en la UVI o con síntomas graves de COVID tengan una reducción en la reserva neuronal que les causará problemas neurológicos de distinta sintomatología. En todo caso, es altamente improbable que esto suponga una epidemia futura de enfermedades neurológicas.