Rubén Martín
06/02/2022 - 12:04 am
Claroscuros del sindicalismo mexicano
«A pesar de los cambios a las leyes y un nuevo contexto laboral más presionado por los sindicatos de Estados Unidos y Canadá, en México todavía predomina el viejo sindicalismo charro, plagado de líderes corruptos».
La semana pasada miles de trabajadores fueron convocados a votar para elegir de manera directa a sus dirigentes sindicales. Las dos elecciones muestran los claroscuros que definen en la actualidad al sindicalismo mexicano. La primera elección se celebró entre más de 72 mil trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex) de entre un total de 89 mil sindicalizados, y en ella se impuso Ricardo Aldana Prieto; la segunda elección sindical se llevó a cabo entre los trabajadores de la automotriz General Motors asentada en Silao, Guanajuato, y ahí ganó la planilla de un sindicato independiente que puso fin al dominio de más de 27 años de sindicatos pro patronales de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).
El Gobierno federal, a través de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS), supervisó dichas elecciones y presumió que se dan en un nuevo marco de la Ley Federal del Trabajo, y además en el contexto de la regulaciones laborales emanadas del Tratado de Libre Comercio de México, Estados Unidos y Canada (T-MEC).
La elección del sindicato petrolero arrancó a primera hora del lunes 31 de enero y se llevó a cabo a través una aplicación usada en dispositivos móviles por cada trabajador que se inscribió para votar en la plataforma Sirvolab. En la contienda por la secretaría general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) participaron 25 candidatos y se impuso Ricardo Aldana Prieto, ex tesorero de dicho sindicato durante el largo periodo de control caciquil de Carlos Romero Deschamps, prototipo de los dirigentes sindicales charros y corruptos que han hegemonizado el sindicalismo mexicano desde el siglo XX y hasta la actualidad.
A pesar del aval que desde la Presidencia de la república se dio a esta elección, que incluyó pasarela de candidatos en la conferencia de prensa mañanera de Andrés Manuel López Obrador, el triunfo de Ricardo Aldana representa la continuidad del mismo grupo que ha controlado, maniatado y saqueado el sindicato de Pemex.
Si bien el Presidente se deslindó del proceso señalando que no conoce a Ricardo Aldana y que en este Gobierno ya no hay sindicatos de Estado, no sería extraño que en procesos tan importantes como la reforma energética en curso, el Gobierno de la Cuarta Transformación requiera los servicios de control sindical de Aldana, que en realidad es el testaferro de los intereses de Romero Deschamps en este poderoso sindicato. En este caso, a pesar de las nuevas regulaciones laborales, a pesar de la supervisión y control de la elección al seno del sindicato petrolero, la imposición del viejo grupo caciquil representa una señal oscura para el sindicalismo mexicano.
Caso contrario es el resultado de la elección del sindicato que tendrá el reconocimiento oficial y de la empresa, y por tanto del Contrato Colectivo de Trabajo en la planta de General Motors, en Silao. El sindicato de esta planta era controlado por organizaciones oficialistas ligadas a la CTM priista y al servicio también de los sucesivos gobiernos panistas.
La elección en la planta de GM de Silao se llevó a cabo en dos jornadas el martes 1 y miércoles de febrero. Al final se impuso, por amplio margen, el Sindicato Independiente Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Industria Automotriz (Sinttia) que obtuvo cuatro mil 192 votos de los cinco mil 478 sufragios emitidos, lo que representa 76.5 por ciento del total de la votación. El sindicato independiente derrotó a dos organizaciones ligadas a la CTM, que obtuvieron 932 votos una y otra apenas 247, lo que subraya la alta representatividad que tiene este sindicato entre los trabajadores automotrices de dicha planta.
El Sinttia es encabezado por una mujer, María Alejandra Morales Reynoso, quien tras darse a conocer el triunfo de su organización anunció que negociarán un nuevo Contrato Colectivo de Trabajo en el que exigirán aumento salarial por arriba de la inflación, así como mejorar prestaciones como bonos mensuales de productividad, asistencia y puntualidad, seguro médico de gastos mayores y créditos preferenciales (AM, 3 febrero 2022).
Este anuncio es en sí mismo una transformación importante, porque indica un cambio de fondo en las relaciones obrero-patronales en México, donde usualmente los contratos colectivos son impuestos por la empresa y aceptados por los dirigentes sindicales charros, a cambio de una compensación que termina en sus cuentas bancarias.
Tras derrotar a las dirigencias democráticas que se encabezaban algunos sindicatos nacionales y de empresa, los gobiernos posrevolucionarios impusieron en la mayoría de organizaciones de la clase trabajadora a dirigentes sindicales espurios bajo el modelo de charrismo sindical, es decir “dirigentes” obreros que en realidad servían al patrón y no a sus gobernados. Gracias a este modelo, el Estado mexicano y la clase patronal se beneficiaron política y económicamente al tener una clase obrera controlada y sometida. A cambio de esos enormes servicios, los sucesivos gobiernos permitieron que los “dirigentes” sindicales charros controlaran y manejaran los sindicatos y sus recursos como si fuera su propia hacienda.
De ese modo, los “dirigentes” charros se eternizaban en sus puestos, al tiempo que se enriquecían gracias al manejo patrimonialista de las cuotas y bienes sindicales o de otras formas de extorsión. Por ejemplo, un dirigente conocido de la CTM de Puerto Vallarta pedía hasta cinco millones de pesos para levantar una “huelga” levantada en un hotel de ese destino turístico. El viejo autoritarismo priista premió a dirigentes de esta calaña no sólo permitiéndoles el manejo patrimonialista de los sindicatos, sino también con cargos públicos. Muchos de los corruptos líderes sindicales se convirtieron también en “representantes populares” gracias a esta perversa transacción entre el viejo partido oficial y el sindicalismo “charro”, como es el caso de Romero Deschamps que llegó a ser senador de la república.
A pesar de los cambios a las leyes y un nuevo contexto laboral más presionado por los sindicatos de Estados Unidos y Canadá, en México todavía predomina el viejo sindicalismo charro, plagado de líderes corruptos.
Por eso el triunfo de un sindicato independiente en la planta automotriz de GM en Silao, es una señal de esperanza de cambios en el ejercicio del sindicalismo. Los sindicatos que cuenten con verdadera representatividad negociarán a nombre de los trabajadores mejores prestaciones y derechos para todos, y eventualmente abren un camino para el mejoramiento de las condiciones de la clase obrera mexicana. Pero se necesitan más luchas como las que dieron los trabajadores automotrices de Silao, para tener un sindicalismo verdaderamente democrático y representativo de la clase obrera en México.
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