La tristeza «¡no es mala! Es más bien todo lo contrario. Experimentarla y aceptarla es vital para nuestra salud mental junto con otras emociones, mal llamadas ‘negativas’. Es lo que nos permite ser conscientes de aquellas cosas que nos perturban, que nos conmueven, que nos indignan», afirma el psicólogo Leocadio Martín.
Madrid, 01 de enero (EuropaPress).- Vivimos rodeados por un continuo bombardeo de mensajes para que seamos felices. Esto ha provocado que, en los últimos años, haya un creciente número de personas que se sientan culpables o avergonzadas de su propio desánimo repitiéndose que no está bien estar triste, que no es aceptable, cuando en realidad sí lo es, es algo necesario para ser feliz.
Así lo denuncia en una entrevista con Europa Press Leocadio Martín, psicólogo y máster en drogodependencias por la Universidad de la Laguna, que acaba de publicar La Felicidad: qué ayuda y qué no. Psicología para entendernos (Desclée de Brouwer), quien también recuerda que la tristeza es parte de nuestro día a día y no debemos mirar hacia otro lado.
«¡No es mala! Es más bien todo lo contrario. Experimentarla y aceptarla es vital para nuestra salud mental junto con otras emociones, mal llamadas ‘negativas’. Es lo que nos permite ser conscientes de aquellas cosas que nos perturban, que nos conmueven, que nos indignan», defiende el experto, a la vez que recalca que es parte del «necesario balance» del que nuestras emociones se nutren. «Simplemente no podemos saber si somos felices si no conocemos la tristeza«, matiza Martín.
De hecho, lamenta que hoy en día enfocamos mal una situación de tristeza de un ser querido que nos rodea, lanzándole el mensaje de que «todo va a ir bien», cuando deberíamos reaccionar de otra manera.
«Pensamos que con nuestras palabras de ánimo ayudaremos a que la persona reduzca su tristeza pero las investigaciones muestran que tratar de disminuir excesivamente el impacto emocional de una situación determinada puede resultar algo contraproducente. Podemos estar enviándole el mensaje de que su reacción al dolor no es socialmente aceptable», advierte el psicólogo canario.
De esta forma, insiste en que se puede estar provocando que la situación emocional de ese ser querido que está triste empeore, añadiéndole un sentimiento de culpa por estarlo.
«Hay que hacer ver a quién está triste que estamos a su lado, que le acompañamos y apoyamos sin juzgarle. Para luego ayudarle a entender por qué está triste. Se trata de recapitular las razones por las cuales se siente así, ayudándole a comprender la normalidad de su situación emocional. Es esencialmente lo que hacemos cuando perdemos a alguien por ejemplo», agrega.
TRISTEZA VS DEPRESIÓN
¿Por qué tememos tanto entonces a la tristeza? Leocadio Martín subraya que quizá porque la confundimos con depresión, cuando no son lo mismo.
«Una es parte natural de la vida y se asocia a algunas experiencias emotivamente duras y más o menos prolongadas. La tristeza es un sentimiento consciente que, en muchas ocasiones, nos saca de nuestro letargo emocional y consigue que entendamos que la vida vale la pena.
Es, en cierto modo, una llamada de atención a nosotros mismos sobre lo que es importante y sobre lo que no lo es», señala el psicólogo.
La depresión, según puntualiza, es al contrario, ya que puede aparecer sin causa aparente, o ser el resultado de una reacción poco saludable a algo que nos ha sucedido y que vivimos como doloroso e inabordable.
Mientras la tristeza es pasajera -continúa_, la depresión nos hunde y nos hace sentir indefensos. «Podemos sentir vergüenza, culpa u odiarnos, interfiere con nuestra vida y consigue robarnos nuestra energía y vitalidad», señala.
En general, cuando reconocemos nuestras emociones y nos permitimos experimentarlas de una forma saludable, este especialista reconoce que nos encontramos más conectados con nosotros mismos.
«Si intentamos evitar sentirnos tristes, se da el fenómeno contrario. Se produce una desconexión con quien y con qué nos importa, y esto puede llevar a deprimirnos. Así, sentir la tristeza, vivirla y entenderla puede ser, paradójicamente, una de las mejores vacunas contra la depresión», defiende el autor.
Con todo ello, este psicólogo enumera los que, a su juicio, representan los 5 pasos para poder alcanzar la felicidad:
1.- Cambiar y aceptar las cosas como nos vienen. Cambiar es aceptar. Aceptar el cambio aunque le tengamos miedo, y aceptar la impermanencia como algo real, inevitable y maravilloso. Esa aceptación implica conocimiento, identificación de nuestras emociones y nuestros sentimientos, para poder abrazarlos cuando aparecen, aunque duelan. «Las personas somos caleidoscópicas y para saber ser felices tenemos que conocer todos los colores que nos componen», indica Martín.
2.- Sentir todas las emociones. «Sentir no es un camino fácil. Sólo aceptando que todas nuestras emociones son adaptativas, que nos protegen, y que en cierta forma nos enseñan a vivir, conseguiremos entendernos en esos momentos en que no queremos estar con nadie», sostiene, recordando que las 6 emociones básicas son el miedo, la sorpresa, la aversión, la ira, la alegría y la tristeza.
3.- Ser nosotros mismos sin preocuparnos de lo que piensen los demás es un gran primer paso para nuestra felicidad. Hay que ser consciente de que cada uno va a lo suyo y envuelto en sus propios problemas e inseguridades. Resulta mucho mejor saber que la mayoría de lo que imaginamos es sólo una construcción mental que responde a expectativas, percepciones incorrectas o experiencias pasadas. No te compares con otros. Con la presión de las redes sociales y compartir continuamente nuestra realidad. Todos queremos ser aceptados por los demás, y podemos caer en la tentación de buscar la aprobación de otros, ¡incluso sin conocerlos!
4. Estar triste. «¿Cuántas personas pensamos que son felices por ser famosas y tener mucho dinero y en realidad son desgraciadas?¿Cuántas personas con dinero ponen mucho esfuerzo en ayudar a los demás, buscan el balance?», se pregunta Martín.
5. Entender que las personas somos ese continuo balance de emociones, motivaciones y sentimientos. «Las emociones son de ida y de vuelta, y a lo largo del día nos encontramos con cosas que nos hacen reír o llorar, por ejemplo. El estar con la mente abierta, con conocimiento de cómo reaccionamos a las cosas, y aceptarlo, ser consciente de ello, nos lleva a ser felices», sentencia.
Finalmente, este psicólogo destaca aquello que no ayuda a ser feliz. Los aspectos clave y por orden son: «Lo primero que no ayuda es el ego, es una forma de pensar que todo está contra ti, cierras una puerta; el juzgar a los demás, el intentar ver las cosas desde el punto de vista nuestro, como lo haríamos nosotros, un ejemplo claro es la crisis de los refugiados, no nos ponemos en el lugar de esas personas que hace diez años estaban en circunstancias como las nuestras; no ayuda para nada tampoco el resentimiento, esa gente que se envenena solo con morderse la lengua».