La escatología nahua hace distintas referencias sobre los chiles en el inframundo, así como a su utilización en diversos platillos; debido, acaso, a que los muertos en miktlan llevan una dieta bastante tradicional, pues se trata de una sociedad agricultora, que trabaja la milpa y que consume distintos productos del campo: maíz, chiles, frijoles, calabazas y quelites.
Por Iván Pérez Téllez
Ciudad de México, 1 de noviembre (SinEmbargo).- Entre los nahuas serranos (de los municipios de Tlaola, Huauchinango, Naupan, Pahuatlán, Juan Galindo, Chiconcuautla, en el estado de Puebla), diversas variedades de chiles son utilizadas para elaborar numerosos platillos: salsas, moles y guisos. Un sinfín de salsas crudas y cocidas, elaboradas con distintos tomates —kuatomatl, tomate verde, jitomate; igualmente cocidos, asados o crudos— se sirven diariamente en las mesas de los hogares nahuas. En momentos especiales, se cocinan alimentos más elaborados—por ejemplo el patskali preparado con chile verde y pepita de calabaza, para agasajar a los niños difuntos en Día de Muertos—en los que el mole es la comida de fiesta por excelencia, el cual combina en una pasta distintos tipos de chile: chile ancho, chile pasilla, chile mulato, etcétera, además de otros tantos ingredientes.
Como otros elementos de la culinaria nahua —el maíz, por ejemplo—, el chile no es sólo un condimento bueno para comer; es, sobre todo, un condimento bueno para pensar.
La escatología nahua hace distintas referencias sobre los chiles en el inframundo, así como a su utilización en diversos platillos; debido, acaso, a que los muertos en miktlan llevan una dieta bastante tradicional, pues se trata de una sociedad agricultora, que trabaja la milpa y que consume distintos productos del campo: maíz, chiles, frijoles, calabazas y quelites. Gracias a los relatos que narran los nahuas que han padecido el infortunio de acudir al miktlan, se sabe que la comida de los difuntos es repugnante, aunque desde la perspectiva de los muertos es alimento propiamente humano: frijoles, chiles y tortillas de masa de maíz. Sin embargo, a los ojos de los humanos, estos alimentos resultan ser insectos, gusanos o escarabajos. Los frijoles son moscas —sayoli—, el frijol gordo, o yepatlachtle, son escarabajos —temoli— y las cucarachas —xompepe—, los pinacates —pinakatl— y las hormigas —askatl— corresponden a otros tipos de frijol; mientras que las variedades de chiles son pulgas —tekpin—, garrapatas —chipohtli— y orugas — xochiawatl, chile verde. La masa con la que se elaboran las tortillas en el inframundo es ceniza.
El modo en que son nombradas algunas variedades de chiles en el mundo de los muertos define la forma en que se conocen en el ámbito humano de tlaltikpak, incluso por parte de la sociedad nacional mestiza que recurre a los vocablos nahuas hispanizados para designar al chiltepín —chiltekpin— y al chile chipotle —chipohtli.
Así también lo registran algunos diccionarios de lengua náhuatl de la región, como el Tla’tolpamitl nauatl, kojchinankokayotl uan kaxtilan tla’toli (editado por Nepomuceno Vázquez y López Lascano, 1982) que consigna el vocablo tekpin para nombrar a la pulga y el término chipo’tli, para nombrar a la garrapata; o el Diccionario náhuatl del norte del estado de Puebla (editado por Earl y Gertrude Brockway y Leodegario Santos, 2000) que registra chipohtli para garrapata y chiltecpin —de chili y tecpin—, para describir literalmente al chile pulga.
Para los nahuas serranos, este aparente enredo tiene que ver con una cuestión de perspectivas, pues los muertos se perciben como vivos, de modo semejante a como los nahuas se ven a sí mismos. Este juego especular estructura una forma de concebir la existencia, la vida y la muerte; comprendida por ellos como un devenir entre un espacio y otro. En este sentido, la muerte es una suerte de “mudanza” de un espacio-tiempo a otro, del tlaltikpak al miktlan; como se evidencia por medio de los distintos rituales funerarios nahuas y la narrativa oral.
La persona que padece el hecho de acudir al miktlan no deberá comer los alimentos de los muertos, como las deliciosas salsas, frijoles y tortillas, pues no podría retornar al mundo de los vivos. Saber mirar adecuadamente, y reconocer que en el fondo no se trata de alimento humano, es esencial para no sucumbir en ese ámbito. Por lo general, el mundo de los muertos se deja sentir en forma patógena. Las enfermedades muchas veces son causadas por los propios familiares difuntos, a quienes no se les ha realizado un tratamiento ritual adecuado. Los nahuas saben que sus muertos son entrañables, pero deben estar convenientemente lejos de la vida humana; tienen una existencia real indiscutible mas se les conoce, sobre todo, por sus efectos. Aparte de las enfermedades —o las narrativas del inframundo— algo más se ha filtrado al mundo humano como evidencia del miktlan, por lo pronto los nombres de dos variedades de chiles así lo atestiguan.