Tomás Calvillo Unna
Volver a respirar humanidad desde la parcela de cada quien en el planeta que nos sostiene a flote dignificando nuestra pequeñez ante el infinito.
Días y noches este abanico de luz y oscuridad donde buscamos saber quienes somos entre la seca tos el dolor de los huesos y la cabeza cada vez más pesada en su propia confusión.
Es un corto pasaje, ciertamente doloroso, a veces locuaz, siniestro e inevitable. No perdamos nuestros nombres.
La nación no puede convertirse en un pleito callejero.
Nosotros ignorando lo que somos dejamos de escuchar; esa suerte echada cada madrugada
Estamos caminando de noche hay que volvernos la noche misma para llegar a casa.
La guerra ya inició, el coronavirus es uno de sus frentes más de cien mil vidas va a cobrar amén de la destrucción económica que provoca.
Si hubiera un diagnóstico serio sobre el estado de la nación se tomaría conciencia que estamos en condiciones semejantes a las de una guerra
Retomar la experiencia del Ser en el estar, una antiquísima fórmula que perdura por su sencillez y posibilidad
al alcance de nuestras manos
Ahora que has partido Armida, te cuento que varias de tus amistades sentimos los últimos segundos que se desprendieron de tu corazón al final de sus latidos.
El gran temor que se advierte es la contundencia de nuestra fragilidad ante esa inmensidad de la que somos de una u otra manera una de sus múltiples expresiones.
A veces pareciera que todas tus certezas, sin decir va, te abandonan, y te quedas a la intemperie; volteas alrededor y entre el ruido y el escepticismo observas al mundo dar vueltas
Esta neblina que llega la anuncia el timbre de un celular: son las primas, indagan la suerte de toda querencia, sentadas en esos balcones de sus calles empinadas, cada tarde comparten las minucias de un día más
Los ángeles, de palabras impregnan su resplandor y soltura, y por una extraña razón no saben pronunciarlas: mudos en su presencia desconciertan.
En esta cultura hemos crecido, cierto, no son todos defectos o atributos, pero hoy están a flor de piel, son la irritación que se propaga y se acumula y no tardara en desbordarse.
Contemplar sin tomar. Contemplar sin pensar. Solo estar ahí en la palabra que respira en nuestros poros; antes de retornar a lo invisible y sabernos misterio.