Tomás Calvillo Unna
Atemorizar a personas y sectores ciudadanos es una pésima señal para un Gobierno que accedió al poder por la vía democrática.
La abstracción nos permite escalar lo celeste y retornar sin mayores raspaduras.
Recuperar la desnudez primigenia, la singular conciencia, su paradoja universal.
La invitación del rosa, su desenfado y callada seducción.
Se puede domar al tiempo, y descifrar la aparición de la realidad.
En este vacío telúrico que nos precede, los antecedentes enseñan que la edificación es permanente: todo retrato es a su manera un desafío.
Saber que en cada sitio el espacio germina los primeros sonidos las primeras palabras.
Una apuesta con todo la entrega, el darse sin restricción.
La ruptura se registró a detalle, se hizo historia, filosofía, religión; surgieron las iglesias.
Podemos juntar unas palabras entre los parpadeos de la madrugada, cuando el viento frío
nos dice que amanece.
La lluvia viste al paisaje mejor que nadie; al amanecer dos pinceladas le bastan para levantar el ánimo y apuntar con decoro hacia donde ver y que decir.
Andamos en despoblado, buscando la mano del más allá.
No caminamos, corremos, sin pasos. Sin huellas, ya sin aliento. En un segundo se consume la visión y nuestro sentir se evapora.
Este cielo está a punto de hablar los volúmenes de su blancura lo advierten los trazos de un color plata se escuchan y el azul profundo, casi negro, en la distancia subraya la entonación del atardecer.