Tomás Calvillo Unna
Una vez más, el presidente Donald Trump golpea y termina con una de las más sobresalientes políticas de su predecesor Barack Obama; lo hizo con la Seguridad Social en lo interno y ahora en la política exterior busca minar uno de los logros diplomáticos más relevantes de los últimos años, el acuerdo nuclear con Irán.
La barbarie de hoy convierte a grupos de empresarios en cómplices de los crímenes que afectan al país entero; el flujo de dinero ilegal para inversiones, compra de tierras, negocios y jueces, los ha desvirtuado y convertido en actores claves del capitalismo salvaje.
Hace 7 años se escuchó “Estamos hasta la madre.”
La aparición de Slim en el escenario electoral plantea problemas no resueltos en el diseño institucional de la frágil y tambaleante democracia mexicana. Sin duda su posicionamiento sobre el aeropuerto, convierte a dicho proyecto en el eje del debate nacional, desplazando a la violencia, a las víctimas, a la relación con Estados Unidos y su […]
Hay experiencia política para procesar los ritmos diversos de la República y evitar que el destino de millones quede atrapado en la lógica de la ruleta rusa del capital especulativo y el mercado imparable de una tecnología convertida en el nuevo becerro de oro.
La alianza desde los años ochenta del siglo pasado entre una clase política tecnócrata y el gran capital, que condujo la globalización del territorio del país, ha derivado en excesos inimaginados en varios órdenes.
La trama electoral absorbe gran parte de la energía social, es una puesta en escena que no deja de ser apéndice de un movimiento inmenso que transforma la cotidianidad de millones y cuyos centros de gravedad están cada vez menos en los andamiajes de los gobiernos nacionales y sus instituciones.
La ladera es nuestro horizonte, por eso ignoramos la naturaleza infinita del espacio, de sus distancias y cercanías, que solo existen en nuestro pensamiento, pero que evitamos experimentar en su sentido profundo.
Sus párpados se han cerrado. Sus palabras impresas perduran, como su sonrisa que tenía el ritmo plástico de un paso de baile, una danza atada a los vientos de las altas montañas; cuando levantaba su pecho, su cuello, la cabeza en azoro aún del cuerpo y de esas gotas del cielo, que la marimba de su padre y tíos tocaban, al festejar las nupcias del metal y la madera.
En solidaridad con Marichuy Los algoritmos en y de la política suelen ser disruptivos. Sus enunciados ocultan su naturaleza laberíntica: el tiempo de su racionalidad está fracturado; la urgencia de lo inmediato carcome la planeación y empaña el horizonte. Las abstracciones para sobrevivir se revisten de mercadotecnia, no más ideología, eso estorba al fluir continuo […]
Si tomamos un poco de distancia de este fenómeno político, advertimos que un sistema específico heredado de las primeras décadas del siglo XX llegó a su fin; o como se ha señalado con anterioridad se encuentra en un estado de mutación.
Pareciera que sin importar edades, esos tres candidatos no han dejado la infancia de su país. Siguen cargando sus penas y limitaciones, sus traumas sociales, y no obstante apuntan a representar, todos ellos sumados, a la mayoría electoral.
No podemos pronunciar la palabra México sin las comunidades indígenas; no podríamos imaginarnos ni siquiera como mexicanos sin su presencia. Nuestra educación, nuestra cultura, paisaje e historia están adheridos a su alma, a su ethos, aunque lo neguemos o ignoremos.
Tendremos que aprender desde cero a representarnos, romper las rutinas que enajenan la voluntad de cada uno y nos convierten en adictos consumidores de un mundo cuya intensidad es cada vez más programada por circuitos ajenos a nuestra realidad.
La ansiedad como precipitación y vértigo que domina nuestra cotidianidad. La ilusión y engaño en el discurso que asume la perversidad como instrumento sine cuan non para acceder al poder político a cambio de lo que sea.