Tomás Calvillo Unna
Es más fácil ahora diseñar e imaginar el futuro que recordar el pasado. Este último ya no está con nosotros, jugamos con sus retazos, pero perdimos la calidad de reconocerlo y entenderlo. Ni como sombra nos acompaña más. La insistencia del mañana se apoderó de nuestro quehacer e imaginación. La velocidad es consecuencia de ello, […]
Y si leo un poema de Neruda
y por alguna razón azarosa
emerge la imagen suya
en el Valle de México recitando
su Residencia en la Tierra
a las faldas de la Mujer Dormida,
cuyo cuerpo cubierto de nieve,
es el Iztaccíhuatl; y Neruda
el combatiente de los sentimientos
reescribe “ya habrás bebido sola,
solitaria el té del atardecer”;
entre las golondrinas de su memoria
en la siempre viuda pasión de Rangún;
y si el Pablo
se queda ahí sentado para siempre
con el deseo zoomorfo de ser un águila.
1. Los rusos están en Venezuela con el aval del Gobierno norteamericano. Los rusos asentados ya en Siria, y conseguido el beneplácito de Israel a cambio, entre otras cosas (de su contención y mediación con Irán) y de que el Gobierno norteamericano reconozca su derecho (agandalle) de apropiarse no sólo militarmente sino históricamente del Golan, […]
AMLO desde su campaña ha sido enfático en no pelearse con el Gobierno norteamericano y en especial con el Presidente Trump. En medio de una atmósfera hostil y de fuerte presiones ha logrado hasta ahora sostener una relación amigable, a pesar de críticas internas y de los continuos exabruptos del presidente norteamericano.
Los tenis triunfantes del regalo
sus cintas blancas al caminar,
festivos a cualquier precio,
bajo la túnica, al umbral de la oración.
La atmósfera carcomida desde todos sus ámbitos, desde el ecológico hasta el mental (ambos íntimamente vinculados), no se percibe, no se comprende, y por lo mismo en el fondo se ignora.
La noche es el silencio sin el cual
no tendrían sentido las cosas,
ni siquiera las palabras
escritas bajo una luna creciente.
¿Qué es el tiempo?
Esta forma de quebrar el soneto y
disolver su pretendida perfección.
esquirlas de agua bendita
en los ladrillos naranja del barro
La maldita prisa
-que nos agrieta por dentro
que nos hace tirar
los mejores sentimientos-
anuda la claridad
e intermitente la absorbe
La nostalgia conserva la vitalidad del tiempo ido; Roma la encarna. El reto de la memoria en la cinematografía es evocar, en la virtualidad, esa densidad de la realidad desaparecida: los objetos , relojes, coches, el teléfono y la espera de la voz en la extensión para poder colgar; la niñez y la vejez, los ágiles saltos y los lentos pasos; la música, sus tonalidades que tejen los recuerdos, y en ese blanco y negro (murmullo de sepia) que no extrañan el color, el retorno a la compasión propia de la Luz, de la vida, de su manifestación que cada uno lleva.
Hay ruido, cañería de groserías, pedradas de insultos, murallas de soberbia, jaurías de maledicencia, pantanos de confusión.
Las 24 horas son un continuo, sin día y noche que se distingan; asistimos a un único escenario: el de la disputa por la realidad y su interpretación. La política está irisada, no hay tregua, y se mezclan los tiempos idos, los deseados y la crudeza del presente. Las palabras están capturadas de antemano, cuando se expresan, solo reafirman las señas que identifican las trincheras del combate.
Hace años un buen amigo que andaba en una precampaña política, me invitó de bateador emergente a dar una plática cuyo tema era la historia del libro. La estrella del evento le quedó mal y recurrió entonces a la amistad. Con gusto lo apoyé, aunque tuve mis dudas sobre el tema; lo resolví pronto. Decidí reflexionar sobre mi experiencia con el libro, es decir, una microhistoria personalizada. Así me encontré compartiendo con mis hermanos desde la infancia las lecturas de Salgari, de Sandokan y los mares del Pacífico. Mi padre invirtió sus escasos recursos en edificar una biblioteca valiosa y heterodoxa, la cual años después donó en parte a su amigo y admirado historiador Luis González y González para apoyar el desarrollo de El Colegio de Michoacán que había fundado en la ciudad de Zamora; décadas más tarde mis hermanos generosamente donaron lo que restaba de esa biblioteca familiar a El Colegio de San Luis.
Si estuve acostado con los brazos abiertos interrogando al inmenso cielo azul en las arenas del Neguev, cerca de un campamento beduino a las orillas de Be’er Sheva donde había un mercado de camellos y no lejos, según algunos, una planta nuclear para desarrollar armas atómicas.