Rubén Martín
Están histéricos y furiosos por la cancelación del NAIM en Texcoco, su sueño erótico con la modernidad consumista y en respuesta pregonan que habrá la perfecta tormenta económica y un desmantelamiento de las instituciones liberales (José Woldenberg dixit) que ellos mismos ayudaron a construir. No sólo están molestos e histéricos. Se notan impotentes. Su impotencia proviene de no saber donde están parados ahora, rabiosos e impotentes por no conocer la nueva realidad política que están pisando. Vamos a ayudarlos a ubicarse.
Independientemente del resultado de la consulta sobre la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional para la Ciudad de México (NAICM), no debe olvidarse que este ejercicio estuvo inclinado a favor del NAICM en Texcoco porque durante años, especialmente en lo que va de 2018, el gobierno, los empresarios y una buena parte de los medios de información comerciales, intensificaron una campaña propagandística que presentó esta opción como necesaria e indispensable y como una palanca para el desarrollo del país.
El viernes mientras esperaban en el poblado fronterizo guatemalteco de Tucún Umán a ingresar a México, miles de hondureños esperaban un gesto solidario del gobierno mexicano para que les permitieran el ingreso ordenado, pero masivo, de toda la caravana migrante de hondureños que van en busca de una vida mejor a Estados Unidos.
Dos cifras reconocidas oficialmente por el Estado mexicano dan cuenta de la crisis nacional forense y de desaparecidos que asola al país: en el país hay oficialmente 37,485 personas desaparecidas, mientras al mismo tiempo existen más de 35 mil cuerpos de personas no identificadas en las morgues nacionales.
La potencia política del movimiento estudiantil-popular de 1968 ha sido de tal magnitud, que sus reverberaciones se manifestaron al cumplirse 50 años de aquel verano revolucionario en México.
La masacre de Tlatelolco el 2 de octubre hace 50 años, es una de los hechos represivos más atroces y abominables cometida por el Estado mexicano contra su propio pueblo. El Consejo Nacional de Huelga (CNH) convocó el 2 de octubre a un mitin en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Había cierto optimismo al seno del CNH porque esa mañana el gobierno había accedido a sostener un diálogo inicial enviando a dos representantes oficiales ante una comisión de estudiantes. A ojos de los dirigentes estudiantiles, parecía que el movimiento podría resolverse por causes pacíficos.
Las evocaciones que produce un tráiler con 273 cadáveres estacionado o transitando por tres municipios de la zona metropolitana de Guadalajara son tan potentes que sin duda se convertirán en un sigo de los tiempos de guerra y barbarie que vivimos en Jalisco y todo el país.
Cada vez que los supuestos analistas políticos o columnistas se preguntan quién tiene interés en crear un conflicto político en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y otras de la Ciudad de México y el país, se ignora o subestima la capacidad de acción y de decisión un estudiante y de los universitarios.
La devastación dejada por los sismos de los días 7 y 19 de septiembre de 2017 fue enorme: casi 100 mil viviendas dañadas en Chiapas, y Oaxaca; en la Ciudad de México 3 mil 500 edificios con daños de los cuales 500 debieron demolerse; en Morelos hubo 19 mil 407 fincas con daños, en Puebla 12 mil 500, y 6 mil 787 en el Estado de México. Cientos de miles de escuelas, hospitales e iglesias sufrieron daños parciales o totales.
¿Quiénes eran esos “enemigos”? Movimientos campesinos como el de Rubén Jaramillo en Morelos, o los de Genaro Rojas y Lucio Cabañas en Guerrero; movimientos estudiantiles como el de 1968 o de 1971. Todos estos movimientos fueron, literalmente, masacrados. A consecuencia de esas masacres varias organizaciones políticas optaron, en las décadas de 1970 y 1980, por la vía armada al considerar que los caminos legales y pacíficos estaban cancelados por el Estado mexicano. A estos grupos también se les masacró.
Las noticias sobre la guerra que ocurre en Jalisco no dan tregua a lo largo del año. El panorama completo de estas informaciones muestran, sin lugar a dudas, que esta entidad se encuentra en el peor pico de la guerra, con un alza consistente en todos sus indicadores.
El debate sobre terminación o no del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) en el antiguo lago de Texcoco, no es sólo una decisión técnica, sino política y hace tiempo que dejó de ser solo una cuestión del Valle de México para convertirse en un asunto nacional. Lo es porque lo que se decida en torno al NAICM marcará al futuro gobierno de Andrés Manuel López Obrador su anunciada Cuarta Transformación de la vida nacional.
Elba Esther Gordillo Morales no debió salir de la cárcel, nunca debió de ser exonerada. Fue liberada por las mismas razones que fue encarcelada: por razones políticas, por las transacciones corruptas y acuerdos cupulares.
Una vez que ganó la elección presidencial el pasado 1 de julio, el equipo de López Obrador ha ofrecido más detalles para pacificar al país. Lo ha hecho a través de Olga Sánchez Cordero y de Alfonso Durazo, propuestos para ocupar los cargos de secretaria de Gobernación y de Seguridad Pública respetivamente, del gabinete que entrará en funciones el próximo 1 de diciembre.
Las estrategias de guerra contra los pueblos, comunidades y organizaciones que defienden sus territorios y derechos han ido en aumento, en concordancia con la intensificación de los negocios extractivos que se han implementado en México en el contexto de la acumulación por despojo, que ocurren en el paraíso de políticas neoliberales que es México.
Y esta circunstancia lleva a preguntarse sobre el destino de las revoluciones. Desde la francesa, hasta la rusa, pasando por la mexicana y la cubana. ¿Por qué las fuerzas sociales que detonan revoluciones terminan convirtiéndose en nuevos regímenes opresivos?