Rogelio Guedea
Las elecciones de este 5 de junio, donde el PAN arrasó con el PRI y Morena se erigió como la principal fuerza política de izquierda de nuestro país, no hicieron sino confirmar que la elección del pasado enero en Colima, preludio de aquellas, le fue robada al candidato panista Jorge Luis Preciado.
Si tomamos en cuenta el panorama político actual, la situación electoral del 2018 se anticipa una noche oscura para el PRI y toda su camarilla de políticos corruptos e impunes que han saqueado al país en los más de noventa años que llevan gobernando México y que ahora tienen a nuestro país de rodillas, con el petróleo caído, la industria estancada y nuestro campo casi muerto, con más de dos millones de pobres nuevos (desde que entró la actual administración), el peso devaluado y una violencia rampante que ya empieza a crear estragos sociales irreparables.
Colima era antes una ciudad tranquila. Aparte de presumir su zona geográfica, pródiga en flora y fauna, en climas y microclimas, cuenta con una población solidaria, afectiva y hospitalaria.
Así como el poder político en México es despótico (así se constituye y así se ejerce), así también lo es el poder cultural.
Cada día, pues, nacen 30 bebés de madres niñas en nuestro país, lo que ha puesto contra la pared ya a las autoridades de salud y a las políticas públicas que se encargan de contrarrestar este situación que parece irreversible.
Los resultados arrojados por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) sobre el destino de los 43 estudiantes de Ayotzinapa dejó la certeza de que, ahora sí, la “verdad histórica” propuesta por el gobierno federal habría quedado embadurnada en el suelo, llena de descrédito.
Si bien el perredista Jesús Ortega está en todo su derecho de presentar una denuncia por algo que considera una infamia, no está, sin embargo, en su derecho de hacer uso de su poder político para doblegar las leyes a su antojo, echando mano del tráfico de influencias para conseguir que la sentencia resultara a su favor y la periodista tuviera que sufrir las consecuencias de un juicio que, desde que inició, tuvo errores garrafales en el procedimiento.
Por todos es sabido que Jorge G. Castañeda tiene intenciones de ser candidato independiente a la presidencia de México en las elecciones de 2018, pero no creo que sea a través de una mirada sesgada a la realidad mexicana (“ficcional y engañosa”, y también convenenciera) como pretenda erigir tal postulación ciudadana. Así no.
El Panamá Papers es un caso serio, y en él se ha involucrado a personajes mexicanos que en los últimos dos años han estado vinculados con los escándalos políticos en torno al Presidente Peña Nieto y su esposa, como el de la «casa blanca», que tanto dañó (para siempre ya) la imagen del Presidente.
AMLO se ha convertido en la figura más emblemática de la izquierda mexicana (o de lo que de ella queda). Hizo que la estafeta pasara a su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), su fuerza política, luego de que quien ostentara esta bandera en nuestro país por más de dos décadas (el PRD) fuera finalmente diluido por la misma corrupción que criticaba de sus partidos adversarios.
El desenmascaramiento que Gálvez Ruiz le regaló a la sociedad es más trascendente de lo que a simple vista parece, pues nos desveló, de nueva cuenta, la doble moral y el doble discurso de los hombres en el poder, quienes no tienen ningún tipo de conciencia en derrochar cientos de miles de pesos en una pachanga con fines políticamente lucrativos en un momento en el que nuestro país agoniza en violencia, hambre, desempleo e impunidad.
En un país sin estado de Derecho (donde el 98 por ciento de los delitos permanecen impunes, y ahí está el más reciente caso del Yorch), con una industria en crisis (principalmente la petrolera) y con el campo prácticamente muerto (el 60 por ciento de la producción agrícola industrial es importada), pero con una alto saqueo al erario por parte de la clase política, violencia galopante y fallas graves en nuestro sistema educativo (que no ha tocado a profundidad la crisis por la que atraviesa), la idea de un México transformado, competitivo y arquitecto de su propio futuro se diluye.
El PRI y el PAN en Colima, pues, tendrán que reconsiderar sus fortalezas y debilidades porque ello nos arrojará en quién recaerá en los próximos tres meses la gobernanza del estado y, por supuesto, el perfil que tendrán las elecciones de 2018, en donde veremos si el PRI (ahora sin el Congreso del Estado y sin ocho municipios) se recupera del tremendo descalabro que le dejó la pasada jornada electoral.
La Universidad Veracruzana es nada más la punta del iceberg de la crisis por la que atraviesa la educación mexicana, que está de rodillas ante una clase política glotona que le costará a los mexicanos este año más de cuatro mil millones de pesos.
A la luz del México actual, las concepciones de Eco en torno al fascismo son aleccionadoras: nuestro país encaja muy bien en sus definiciones, aunque nos cueste trabajo aceptarlas. Si bien son catorce los aspectos que para Eco definen un régimen fascista, estos básicamente podrían resumirse en la puesta en marcha de un sistema que se traga al individuo (le quita su individualidad, su pensamiento crítico, su libertad, su noción de igualdad, etcétera) y lo convierte en un mero alimento del poder omnímodo del caudillo (en nuestro caso el Presidente).
En México vivimos en una jungla, y cuidado con que te toque perjudicar los intereses de algún miembro del sumo poder porque no habrá juez ni Ley ni Constitución que pueda absolverte. El caso del ex Gobernador de Coahuila y también ex presidente nacional del PRI, Humberto Moreira, es un ejemplo claro de este exacerbado deterioro de nuestro Estado de derecho.