Diego Petersen Farah
Es imposible no pensar en la frase del Presidente de que la pandemia le venía como anillo al dedo a su proyecto de transformación, pues ella encierra la tentación de todo Presidente de concentrar el poder.
Los gobernadores ya entendieron que la grieta del monolítico y centralizado Gobierno federal está en el sistema de salud. De cómo se gestione en los estados la crisis de coronavirus que se nos viene en las próximas semanas dependerá en gran medida el número de canicas con las que jueguen en la elección intermedia.
Nadie puede predecir con exactitud cómo saldremos de ello, hay estimaciones de infectados y muertos, del tamaño del golpe económico que vendrá tras la pandemia, pero de lo único que podemos estar seguros es que a la vuelta de mayo nos espera un año distinto, que nosotros no seremos los mismos, que el país será otro, que el mundo que conocíamos habrá en muchos sentidos dejado de existir.
Ya habíamos comentado que en el estilo personal de gobernar de López Obrador más que un gabinete con ministros empoderados en cada una de las carteras lo que tiene es un grupo de secretarios particulares por tema y que le puede asignar cualquier cosa a quien vaya pasando o a quién él considere que es el mejor para resolver un problema específico.
Quizá la explicación sea más sencilla y que, como el médico benevolente, lo que quiere el Presidente es que cuando nos cargue el payaso nos vayamos todos con una sonrisa.
Esta pérdida de credibilidad habla de un fuerte desgaste del discurso y la gran distancia entre la promesa y los resultados.
El punto de no retorno en las redes es el momento meme, ese instante en el que el político pasa del personaje que generaba opinión y movía las voluntades a convertirse en el punto de encuentro de la carrilla.
Porfirio Muñoz Ledo lo dijo hace unos días con su característica claridad e ironía: estamos frente a una dictadura del silencio.
Ahí está el Presidente enfrentando día a día a representantes de algunos medios, pero eso cada vez parece más un pancracio que un rueda de prensa.
Liberar el consumo de la mariguana en todas su vertientes tiene como objetivo acabar con el mercado negro que hoy controla el crimen organizado no facilitar el acceso a la sustancia, que, por cierto, hoy es prácticamente universal.
López Obrador aspira, con todo derecho, a pasar a la historia como un gran Presidente, como el hombre que cambió los destinos de un país en quiebra moral.
Lo que está en juego no quién es el dueño de las instituciones sino no regresar a la desconfianza en los procesos electorales.
Basta ver la diferencia de comportamiento que tienen los políticos con la prensa cuando son candidatos y más aún si son de oposición, que cuando tienen la responsabilidad de gobernar y el poder en sus manos para entender cómo el poder transforma y trastorna.
«El problema es la desconfianza y, digámoslo por su nombre, esa fábrica de contradicciones que es la mañanera».
«La perdimos Houston; la CNDH parece haber entrado en una órbita de la que nunca regresará».
«El Presidente es un manojo de contradicciones que a sus fieles seguidores les tiene sin cuidado».