Diego Petersen Farah
Esteban Moctezuma Barragán saldrá de Educación, donde pasó sin pena ni gloria y se va de Embajador a Estados Unidos, donde, podemos desde ya apostar, también pasará sin pena ni gloria. No es un problema del personaje, cuya carrera política se ha distinguido por tener grandes puestos con pocos resultados, sino del Gobierno que representa. […]
Ahora amenaza con proponer otra que regule las tasas de interés, lo cual es una reversa más o menos de cincuenta años. Sobre regular el mercado lo único que genera es la expansión del mercado negro en el que los que más pierden son los que menos tienen.
Nadie como él en el Gobierno de López Obrador tenía el termómetro de la (des)confianza de la inversión.
El trabajo, la obsesión, del Gobierno debería ser la justicia y el fortalecimiento del Estado. Lo que le toca al Presidente y su corte no es moralizarnos, sino aplicar las leyes. Hacer justicia es lo mejor y lo único que puede hacer para moralizar la vida pública.
Y sí, aunque en el empaquetado de López Obrador diga es de izquierda, si vemos la letra chiquita el contenido real es otra cosa.
Todo apunta a que lo que tendremos será otra consulta organizada por voluntarios (es decir por militantes de Morena) con la pregunta que quiera el Presidente, quizá algo así como ¿deben ser juzgados por traición a la Patria los presidentes de la era neoliberal?
De cómo resuelva el Presidente este asunto dependerá en gran medida la credibilidad de su combate a la corrupción particularmente en campañas electorales.
Nunca los cambios en un Gabinete del Gobierno federal habían sido tan poco trascendentes porque nunca habíamos tenidos un Gabinete tan intrascendente.
Construir el diálogo comienza por reconocer al otro y reconocerlo en su pluralidad. Conmigo o contra mí, liberales contra conservadores, fifís contra chairos, los presuntamente ilustrados contra los ignorantes, son categorías maniqueas que lejos de ayudarnos a entender la pluralidad la reducen a niveles de caricatura.
El verdadero demócrata no es que celebra al árbitro en la victoria sino el que lo reconoce en la derrota y eso, demócratas, es lo que le urge a este país.
Lo lograron. Los diputados se despacharon de un plumazo, al más puro estilo de la administración morenista, con más injundia que argumentos, 109 fideicomisos con los que el Gobierno Federal operaba todo tipo de asuntos, desde la atención a víctimas hasta el fomento al deporte. Falta la opinión del Senado, pero no∫ hay mucha esperanza de que el nivel de discusión sea distinto.
La Corte decidió, pues, entregarle en bandeja al Presidente una consulta para contribuir a eso que él llama la moralización de la vida pública.
Cuando el proyecto de Gobierno está atravesado todos los días por la ocurrencia del momento la lealtad ya no es la visión de un grupo que encabeza el Presidente –una visión que le permitiría al funcionario público establecer una ruta de trabajo– sino una sumisión.
Si bien en un principio las benditas redes le dieron voz a muchísimos ciudadanos que no tenían un canal de expresión, el efecto a mediano plazo ha sido la radicalización de las sociedades y la negación el otro.
Llevamos años diciendo que las batallas del futuro serían por el agua. Pues bien, el futuro ya llegó. Entre más tardemos en aceptarlo y en tomar decisiones al respecto más enfrentamientos, proyectos fallidos y encono social y, desgraciadamente muertes, vamos a acumular.
La diferencia entre un Gobierno honesto y uno deshonesto no es que no existan problemas de corrupción, estos tristemente los habrá siempre, sino cómo se les trate. El AMLO en off se parece cada vez más a eso de lo de lo que el Presidente estridente, el pianista, reniega cada mañana.