Óscar de la Borbolla
Dios se acercó a la mesa y dijo unas palabras; los escritores como cualquier grupo con régimen de castas se cerraron ignorándolo.
Los hombres del dinero no gastaban uniforme; sus trajes eran creaciones exclusivas, al igual que sus anillos, sus relojes, sus corbatas y sus sombreros.
Mientras los centauros buscaban una explicación, Moisés se reía y se frotaba las manos en su tienda.
¿Cómo pasar la mano de la piel de una cintura tibia a las escamas frías de unas caderas sin sentir repugnancia, sin percatarse de los mal zurcidas que están las dos partes, sin notar la cicatriz queloide que las une?
"No se puede cruzar indemne un mundo que de pronto nos obligó a frenar nuestra normalidad".
El mundo es contemplado a través de algún momentáneo estado de ánimo: pasamos de la visión tétrica a la que nos encara la tristeza, a la visión radiante que puede producir en nosotros la sonrisa de una persona que nos gusta.
Cuando nuestra idea de las cosas es diferente, entonces, desde otra cárcel (la nuestra) vemos al adulto tan transparente como a un niño, y nos resultan pueriles su dolor y su tragedia.
Hay muchas otras habitaciones aquí adentro, pero están reservadas a otros visitantes; suelen ser peligrosas.
"La muerte pone de manifiesto la reverenda ridiculez de la fama, del renombre y no solo, sino también, la insignificancia absoluta de las cosas que poseemos, de las que hemos hecho, de lo que hemos alcanzado".
Hoy regreso a la maravilla que me produce el universo matemático.
Guardo la memoria de mis primeros tiempos, de la lenta, lentísima, semana reglamentaria que debía aguardar para que se coronaran mis propósitos.
Creo que tendré que encariñarme con mi sueño, tal y como lo he hecho con mi vida.
Son muchas las lecturas que pueden hacerse de la moral provisional cartesiana y hoy elijo la que posiblemente sea la más cínica: no creerse todo lo que uno piensa o tomar distancia de lo que la razón nos dicta, que equivale a no creérnosla.
Lo que soñamos posee tanta viveza como lo experimentado en la vigilia como lo constata cualquiera que haya despertado de una pesadilla con el corazón y el pulso a todo galope y con una sensación de terror que tarda en irse.
Las palabras son el instrumento con el que dominamos el mundo, la manera como lo disgregamos, definimos, lo volvemos inteligible.
¿Qué será de nosotros cuando la inteligencia artificial comprenda lo irrelevante de nuestra existencia?