Sandra Lorenzano
María Zambrano cruzó la frontera el 28 de enero de 1939, huyendo, como tantos otros republicanos, de la violencia de la Guerra Civil. Iba en coche con su madre y su hermana Araceli.
Las que cantan son Dolores, Esperanza, Teresa y Chuchita, o dicho de otra manera: Ana Francis Mor, Cecilia Sotres, Nora Huerta y Marisol Gasé. Las geniales Reinas Chulas. Cabareteras, actrices, activistas, teatreras, feministas. Escriben, dirigen, actúan, cantan, bailan, y sostienen un espacio independiente de resistencia creativa, “disidente, independiente, diverso y plural”: el Teatro-bar El vicio, en la Ciudad de México.
Alguna vez estuvo en el centro del horror: aquel 6 de agosto de 1945 sobre el que nunca sabremos nada. Aún si leyéramos todo sobre ese día que jamás debería haber existido, no sabríamos nada.
En 1950, Luis Buñuel filmó “Los olvidados”, un retrato brutal de la infancia marginal de la ciudad de México. Una película que le valió un importante reconocimiento del público y el jurado del festival de Cannes, y la furia del poder en México. El gobierno de Miguel Alemán la declaró película non grata y “ofensiva a la dignidad” de la patria, y sólo fue exhibida tres días en cartelera
En una superficie de cuatrocientos metros cuadrados, y sobre cemento fresco, un grupo de sobrevivientes de la matanza del 2 de octubre dejó sus huellas, recordando su propio miedo, desconcierto y sorpresa ante los disparos, y como homenaje a sus compañeros caídos. Una manera más de exigir verdad y justicia.
Cuando, después de la matanza del 2 de octubre, el silencio y el dolor cayeron sobre el movimiento estudiantil, la voz de la poetas fue de las pocas voces contrarias al gobierno que se hicieron escuchar. Ahí están los versos de José Emilio Pacheco y Octavio Paz, José Carlos Becerra y Juan Bañuelos, y por supuesto las palabras desgarradas de Rosario Castellanos (de quien hablamos en estas páginas hace pocas semanas):
Sin duda, no hay tema más importante en la agenda nacional, si queremos salir del infierno. Los otros palidecen.
A partir de aquí se habla de las dos líneas fundamentales de su escritura, aunque sepamos que ambas se cruzan de manera frecuente; una vinculada a la problemática indígena con obras como Ciudad real y Oficio de tinieblas, entre otras, y la segunda más centrada en las mujeres, como en Álbum de familia o en Los convidados de agosto.
Fue como entrar al túnel del tiempo. De pronto ya no era agosto de 2018, sino septiembre de 1979 y yo estaba en la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras, nerviosísima y emocionada a punto de empezar mi primer día de clases en la UNAM.
¿Qué hay en esta niña de la fotografía de la anciana que se paseaba por la Alameda Central, vestida de manera excéntrica, que alimentaba a los gatos y decía que controlaba el movimiento del sol con sus propios ojos?
1. ¿Cómo se cuenta el dolor? ¿Cómo se escribe la muerte? Éstas son las preguntas que dan origen a Sangra en mí, el hermoso libro de Liria Evangelista publicado hace apenas unos días por la nueva editorial independiente argentina Modesto Rimba.
“Debe ser la edad”, más las historias que nos han contado, más las chicas muertas, más las décadas de marchas porque “nuestro cuerpo es nuestro”, y porque hoy la batucada se escucha fuerte: “Y ahora que estamos juntas, y ahora que sí nos ven: abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer. Arriba el feminismo, que va a vencer, que va a vencer”.
Llegó primero la foto
(¿quién quiere ver a los niños en jaulas?)
Luego fueron los llantos
Los gritos
No soy capaz de sostener estas miradas. Me interpelan, y yo no tengo respuestas ante su dolor. ¿Qué clase de mundo hemos creado? ¿Qué clase de especie somos que dejamos que se pierdan nuestros niños en guerras y hambrunas, en odios y violencias?
Alejandra nos recibe con algunas frases en un catalán cantarín y una sonrisa no sólo en los labios sino en los ojos, que es donde anidan las verdaderas sonrisas. Damos por sentado que ha nacido por estos lares y que fue arrullada en esta lengua. Sobre todo porque no deja de hablar en catalán aun cuando nos escucha a nosotras hablar en castellano.
El jueves pasado, día de las madres, el país todo se cubrió de mujeres: era la VII Marcha de la Dignidad Nacional “Madres buscando a sus hijos, hijas, verdad y justicia”, convocada bajo la consigna “Nada que celebrar”. Las datos son aterradores y no es la primera vez que los escribo en este espacio: las cifras oficiales hablan de más de 35 mil desaparecidos. Tienen razón, no hay nada que celebrar. A esta realidad atroz se suman, en estos días, la violencia y la intolerancia en las campañas políticas; la disputa por la presidencia es tensa, agresiva, incluso grosera.