Fabrizio Mejía Madrid
La guerra que estamos viendo no es la que está ocurriendo, sino una fantasía emocional.
Así de kafkiana ha sido la involución en estos años del periodismo de Mexicanos contra la Corrupción.
Quienes hoy no reconocen al sentido común, le niegan a los demás esa facultad que, según ellos, sería de unos cuantos que tienen derecho de opinar porque poseen el saber especializado, sagrado, indebatible.
Se reduce a la denuncia del Estado como patriarcal cada vez que hay un feminicidio y celebra a los personajes embozados y armadas con martillos que desacreditan las marchas de las mujeres.
La industria de las noticias falsas consiste en empatar a los datos con los prejuicios preexistentes.
No sólo deberíamos de combatir el linchamiento contra el doctor Hugo López Gatell, sino reconocerle a él, a todos los médicos y enfermeras que enfrentan todos los días a la enfermedad.
Si el Presidente Salinas se había sentado en la silla presidencial por un fraude electoral con costales de boletas quemadas en las carreteras de Michoacán y Guerrero, por lo menos había estabilidad, aunque no democracia.
Yo fui uno de los que creyó que la pandemia nos podría traer lecciones civilizatorias, es decir, que iba a contribuir a señalarnos qué estábamos haciendo mal como especie.