Dolia Estévez
Cuando Meade hizo su doctorado en los noventa estaba de moda procurar títulos de posgrado de preferencia de universidades de la Ivy League, como Harvard, Yale y Princeton. Era un activo para poder ascender en la alta burocracia. La CONACYT, la Fullbright Fellowship y la Fundación Ford, entre otras, se encargaron de becar a los futuros tecnócratas. En la disertación, Meade agradece el «generoso apoyo» de las tres instituciones sin el cual, «no hubiera podido seguir mi educación de posgrado o escribir esta tesis».
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Washington, D.C.—No dudo que Donald Trump y su cofradía estén convencidos que si Andrés Manuel López Obrador gana la presidencia, tendrán al fantasma personificado de Hugo Chávez en la frontera sur. Seguramente es lo que están escuchando de los servicios de inteligencia y de Luis Videgaray quien, hasta lo que se sabe, es el único […]
Washington, D.C.—Todo indica que Alejandra Sota, la muy cuestionada ex vocera de Felipe Calderón, está trabajando en la campaña presidencial del aspirante priista José Antonio Meade. En las redes sociales circuló una fotografía del ensayo preparatorio previo al discurso que el precandidato pronunció el domingo en la que Sota aparece al lado de Meade. En […]
Washington, D.C.—Los medios en Estados Unidos no se rasgaron las vestiduras con el destape de José Antonio Meade como la prensa chayotera. El rito perdió atractivo mediático desde que el destapado dejó de ser sinónimo de sucesor. La nota internacional del lunes se la llevó el anuncio del compromiso nupcial entre el Príncipe Henry de […]
En un intento por entender el tapadismo, la Embajada de Estados Unidos en México inventó la «formula del tapado». Un despacho confidencial dirigido al Departamento de Estado en 1957, identificaba cuatro ingredientes en la receta del tapado: ser propuesto por el presidente en turno, no ser vetado por los ex presidentes o por la alta jerarquía partidista, ser popularmente atractivo y no ser objetado por Washington. El despacho firmado por el embajador de la época, informaba que la «formula» estaba siendo aplicada a un pool de aspirantes, pero que sólo tres reunían las cuatro condiciones, entre ellos López Mateos.
Paxman no compartió prima facie la trillada narrativa de comparar a López Obrador con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. «¿Caerá AMLO en la tentación de Chávez y Maduro de culpar a Estados Unidos cuando las cosas se pongan difíciles? ¿O, en lugar, como Luiz Inacio Lula da Silva y su sucesora Dilma Rouseff de Brasil, optará por denunciar internamente a políticos de oposición [corruptos]?», preguntó el autor de Jenkins de México al dar al tabasqueño el beneficio de la duda. Paxman no descartó que otros candidatos jueguen la carta nacionalista, pero dijo que ninguno lo hará con la autoridad de AMLO.
La intromisión, sin embargo, ya había comenzado cuando AMLO la desestimó. Cambridge Analytica, cuestionada empresa sin la cual Trump quizá no hubiera ganado, abrió changarro en México en mayo pasado. Cinco meses después, Arielle Dale Karro, especialista en una nueva generación de marketing digital conocida como «demand generation», publicarrelacionista, ex modelo y poeta estadounidense a cargo de las operaciones de la empresa en México, lanzó por Facebook una temeraria convocatoria laboral dirigida a interesados en trabajar en las campañas para Gobernador en ocho estados: Guanajuato, Morelos, Puebla, Chiapas, Yucatán, Tabasco, Veracruz y Quintana Roo, así como para Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Los solicitantes, a quienes Karro ofreció sueldos de entre 25,000 y 70,000 dólares anuales, deben ser «profesionales bilingües, con experiencia política y de preferencia maestría». El anuncio lo dirigió al grupo «Foreigners in Mexico City» de Facebook, formado por «expatriats» o extranjeros.
Jefferson Morley, autor de la biografía de Winston Scott, el legendario jefe de la estación de la CIA en México de 1956 a 1969, me dijo que la CIA se opuso a su divulgación, entre otros motivos, para proteger uno de los operativos secretos más ambiciosos de su historia: el reclutamiento de la élite política mexicana. En Our Man in Mexico (Nuestro Hombre en México, Tauros 2011), Morley dice que López Mateos, Díaz Ordaz y Echeverría fueron reclutados, con pago de por medio, por Scott, según consta en documentos obtenidos por el autor para su libro. Estos no revelan los montos que les pagaban, pero se deduce que eran excesivos, a decir por las quejas al interior de la agencia.
¿Sabía Bush que abrió las puertas de la emblemática Oficina Oval a un narco Gobernador? Difícil saberlo a ciencia cierta. Si bien las agencias de inteligencia recopilan cerros de información relevante a México y a la liga de sus políticos con el narco, funcionarios estadounidenses sostienen que mucha de esa información es paja proveniente de fuentes poco confiables por lo que no siempre llega a los escritorios de los grandes tomadores de decisiones. Las fuentes argumentan que hay dos tipos de gobernadores. Los que rebasados por el poder del narco permiten a los carteles operar a cambio de que no desaten violencia, y aquellos que aceptan, como Hernández, sobornos por permitirles operar libremente. En todo caso, señalan, ambos tipos de corrupción son difíciles de probar.
Cerca de 50 mujeres famosas han denunciado que ellas también fueron victimas de Weinstein. Entre éstas destacan las actrices Ashley Judd, Angelina Jolie, Rose McGowan, Cara Delevingne, Kate Beckinsale y Lena Heady, de la popular serie Games of Thrones. Sus relatos coinciden: Weinstein las invitaba a su habitación. Se desnudaba, pedía masajes y verlo bañarse, o las asaltaba sexualmente. Weinstein es el de más alto perfil, pero no el único. Otras estrellas igualmente famosas, como Jennifer Lawrence, revelaron acosos de directores, camarógrafos y empleados.
Señal del naufragio fue la misión que vino a cumplir a Washington el afable primer ministro canadiense: brincar del barco antes de que se hunda. Al poner los intereses de su país por encima de la amistad que dice profesar a México, Trudeau le recordó a Trump que Canadá no es la causa de la pérdida de empleos estadounidenses. No nos pasen facturas ajenas.
De mayor interés me parece abordar la reticencia de la clase política a definir ciertos actos de violencia extrema como terrorismo. Donald Trump dijo que abrir fuego contra miles de civiles indefensos en el festival musical de Las Vegas era un «acto de maldad». Al día siguiente, la palabra «terrorismo» era trending topic en Twitter, aunque los políticos evitaron usarla, con la excepción de un puñado de legisladores demócratas.
Esta isla de 3.4 millones de habitantes está pagando el precio de ser la colonia más antigua del mundo. Durante la guerra hispano-estadounidense de 1898, España fue derrotada y perdió Puerto Rico que pasó a ser dependencia colonial de Estados Unidos, o Estado Libre Asociado. Los boricuas son ciudadanos estadounidenses, pero de segunda clase. No tienen derecho a votar para elegir al presidente. Tampoco tienen representación en el Congreso federal que luche por sus intereses. Sus prestaciones federales son inferiores.
Trump reiteró el mensaje y ofreció ayuda en una llamada telefónica a Peña el miércoles. Para mostrar buenas intenciones, mientras hablaban, volaban a México equipos de élite especializados en búsqueda y recuperación de la Agencia para el Desarrollo Internacional, la dependencia del gobierno federal que canaliza asistencia civil al extranjero.
Son muchos los sentimientos de Trump hacia los mexicanos, pero la compasión no es uno de ellos.