Gustavo De la Rosa
Tal vez sea por la distancia que en Guerrero y Michoacán no se pueda entender a plenitud las fuertes reacciones en contra de los foros de pacificación y educación.
Pocas veces se dan las circunstancias electorales para que efectivamente el Congreso del Estado pueda convertirse en el poder que equilibre las decisiones del Ejecutivo. Éstas se están dando en Chihuahua.
En 1968 tenía 22 años, cursaba el segundo semestre de Derecho y había acelerado mi activismo por un México más democrático; el mes de febrero de ese año yo, como parte de una delegación de la Universidad de Chihuahua, participé en la marcha por la libertad de los presos políticos que habían detenido en la universidad Nicolaita de Morelia.
El jueves 6 de agosto un convoy de la Policía estatal fue atacado por un grupo de sicarios que lo superaba en número y armamento; murieron cuatro oficiales y cinco resultaron heridos.
Este fin de semana en el estado de Chihuahua se presentaron dos acontecimientos contradictorios: la instalación del Congreso con una mayoría progresista opuesta al partido del Gobernador, y la liberación de Alejandro Gutiérrez Gutiérrez.
El Gobierno de Andrés Manuel, que empieza en diciembre, ha hecho un compromiso enorme: “Gobernar con el pueblo”.
El primero de julio los juarenses votaron para elegir a su presidente municipal.
Para iniciar su guerra, Calderón sólo consultó a la embajada norteamericana y a sus colaboradores más cercanos, pero para cambiar la estrategia, Andrés Manuel está consultando a las víctimas de esa misma guerra y a los expertos en la materia. Aunque para pacificar al país se deberá seguir un proceso concreto.
Convocar a las víctimas de la violencia en Ciudad Juárez ha sido doloroso, triste y angustiante, pero nos encontramos con la realidad de que la victimización de los seres humanos y la violación de sus derechos fundamentales vienen desde mucho tiempo atrás.
El programa «Todos Somos Juárez» construyó mucha infraestructura específicamente para establecer interruptores de la reproducción delictiva, porque era claro que la violencia y delincuencia organizada giraba en torno a la pobreza y falta de oportunidades. Pero no era una fórmula causal porque aunque en la pobreza es donde se genera la delincuencia, no toda la pobreza la genera.
Aunque es una prioridad combatir el árbol de la corrupción que ha crecido bajo el régimen que agoniza, también lo es prevenir que surja otro árbol que pueda llegar a ser tan frondoso; los fronterizos del norte hemos convivido tanto tiempo con prácticas corruptas que ya nos parecen normales y hasta legítimas.
Si escribir sobre el pasado es difícil, escribir sobre el futuro lo es diez veces más, aún así sobre eso serán mis próximas entregas a SinEmbargo.
Ni debo ni quiero hacer declaraciones u ofertas de intervenciones que aseguren resolver los problemas estructurales de nuestro Estado, porque la oportunidad de escribir en Sin Embargo, en este medio tan independiente y respetuoso de quienes escribimos y pensamos diferente, y por las personas que acostumbran leer lo que me atrevo a publicar, debo ser congruente, sincero y directo.
Cuando resulté el “más mencionado” por ciudadanos en las encuestas del séptimo Distrito de Chihuahua, ubicado en Ciudad Juárez, la cigüeña de la noria del recuerdo empezó a girar. Aquellas son colonias que vi surgir en medio del desierto y que en algunos casos ayudé a constituirse o a organizar coaliciones de obreros en defensa de sus derechos.
Ricardo Anaya tiene fama de ser muy inteligente; cuando ingresó joven a la política se le conoció como el chico maravilla por su agilidad mental y habilidad para responder preguntas complejas, pero se nota ignorante y arrogante en sus mensajes y sus reacciones inmediatas a problemas concretos. La máxima centenaria “lo que Natura non da, Salamanca non presta” en su caso es más bien “lo que Salamanca non presta, Natura non da”.