La revista 131 de Artes de México recoge el deslumbramiento por los amuletos en sus páginas y les ofrece a estos artefactos, plantas, animales, rocas, símbolos, cruces, imágenes de manos y reliquias el inmejorable escenario que llevaban tiempo buscando. cruces de Caravaca, dijes de ámbar, cuarzos, ojos de venado, exvotos o milagritos, conchas y caracoles marinos, cascabeles de víbora, plumas de colibrí, manos de Fatma, tatuajes de hena y la medalla de San Benito conviven con una planta enroscada y figurillas antropomorfas en una combinación bastante sugestiva.
Por David Lorente Fernández
Ciudad de México, 23 de agosto (SinEmbargo).- En un país como México, los amuletos no son sólo una curiosidad folklórica o museográfica; se trata de objetos presentes en nuestra vida cotidiana. ¿Qué niño va por la calle sin su ojo de venado, qué adulto sin su listón rojo en la muñeca y a qué pequeña fonda o tiendita entramos que no luzca sus sábilas suspendidas, algo ocultas, pero distinguibles para el ojo entrenado, sobre el dintel de la puerta? Eso por no hablar de los tianguis o mercados donde los amuletos son expuestos como una panoplia o arsenal destinado a afrontar y propiciar el más amplio abanico de situaciones vitales: todas aquellas, en suma, que recorren el espectro de la condición humana: el amor, el dinero, la suerte, la envidia ajena, las velas de ven-a-mí, las de aléjate-de-él, las amansa guapos, las velas atrae dinero, junto a un sinfín de pócimas y lociones con el más variopinto acervo de nombres que le hacen a uno visualizar las más insólitas situaciones existenciales. Si entramos al mercado de los mercados, al gran bazar mesoamericano, brujeril y hierbero, que es el Mercado de Sonora, la inmersión en este mundo de los amuletos, tradicionales y sincretizados con todo tipo de tradiciones y tendencias culturales -globales y posmodernas-, adquiere quizá su máximo esplendor.
La revista 131 de Artes de México recoge este deslumbramiento por los amuletos en sus páginas y les ofrece a estos artefactos, plantas, animales, rocas, símbolos, cruces, imágenes de manos y reliquias el inmejorable escenario que llevaban tiempo buscando. cruces de Caravaca, dijes de ámbar, cuarzos, ojos de venado, exvotos o milagritos, conchas y caracoles marinos, cascabeles de víbora, plumas de colibrí, manos de Fatma, tatuajes de hena y la medalla de San Benito conviven con una planta enroscada y figurillas antropomorfas en una combinación bastante sugestiva. Antes incluso de sumergirse en sus páginas, el interesado en este tema se deleitará con el fascinante mundo de los amuletos en la portada, contraportada y las solapas de esta revista, que es, en sí misma, un gran collage o un gran amuleto que queda depositado -para su buena suerte- en las manos del lector.
En su interior, la revista nos plantea un sorprendente viaje visual de poderoso impacto a través de una serie de evocadoras fotografías y pinturas. Percibimos los amuletos con el sentido de la mirada, como portadores y expresiones de un intenso poder estético. En las páginas se suceden imágenes, colores, formas y texturas que atrapan las resonancias de su belleza formal, la magia de los amuletos como objetos revestidos de un inquietante esteticismo que oscila entre la sobriedad, el monocolor y el minimalismo.
Aunque nuestra experiencia con los amuletos es inmediata y vivida cotidianamente, en realidad se trata de elementos que, vistos desde un prisma académico -como objetos de estudio- o artístico -como susceptibles de ser abordados desde la historia del arte o resultar inspiradores de creaciones literarias-, pueden tornarse en admirables producciones humanas en las que profundizar y examinar sus más pequeños detalles. Las miradas que se cruzan en este número de la revista reúnen a escritores, poetas, historiadores, historiadores del arte, antropólogos y estudiosos de la medicina tradicional, que brindan un original enfoque sobre los amuletos al componer un caleidoscopio de puntos de vista concentrados sobre una misma categoría de objetos rituales. Este encuentro de voces aporta una inusitada perspectiva sobre dichos objetos que probablemente ningún estudio global haya logrado hasta ahora, yendo más allá de la mera enumeración descriptiva o el inventario puntual del fenómeno. Estas miradas a la vez individuales y convergentes contribuyen, como los cristales de una vidriera, a conformar un análisis poliédrico, complejo, creativo y englobante que aborda sus más diversos aspectos.
Algo que el lector aprenderá en las páginas de esta revista es que los amuletos responden a dos categorías básicas, a veces imbricadas o combinadas en el mismo objeto: alejar el mal, atraer el bien. El mal puede ser la desgracia, la enfermedad, la mala suerte, el mal de ojo, la envidia ajena, la brujería -entre otras muchas dimensiones nefastas de la existencia-; mientras que el bien lo integran la buena suerte, la fortuna, la prosperidad, la salud, el dinero, la fertilidad o la fecundidad, el éxito en los negocios y los viajes, junto a otras similares, delineando un extenso campo semántico. Con los amuletos, dicho en pocas palabras, el ser humano busca prevenirse de las influencias malignas -la dimensión apotropaica o protectora de estos objetos- y atraer o convocar la prosperidad -su dimensión propiciatoria. No obstante, esta fórmula en apariencia sencilla da lugar a una impensable diversidad de combinaciones caleidoscópicas a lo largo de las distintas culturas del mundo y en los diversos momentos históricos, de los que estas páginas ofrecen un significativo muestrario.
En suma, esta obra contribuye a saciar nuestra curiosidad personal, nos pone al corriente de enfoques teóricos y estéticos novedosos, nos lleva a lo largo y ancho del mundo y nos conduce desde épocas pasadas hasta la actualidad, al mismo tiempo que nos deja deslumbrados, seducidos y hasta inquietos con la contemplación de unos delicados objetos que no se agotan en sí mismos, sino que poseen algo ausente que los completa, y que es precisamente aquello que nos hace que, fascinados, nos detengamos a observarlos.
