La elección en Brasil de octubre próximo es una lucha entre Lula da Silva y Jair Bolsonaro, debido a que el resto de los candidatos está muy rezagado. Los dos candidatos principales llegan a multitudes, debido a que prácticamente todos los brasileños los conocen, de acuerdo con las encuestas que colocan al primero muy por encima del actual Presidente. Ambos se han dirigido a sus simpatizantes durante meses, aunque no tenían permitido por parte de la autoridad electoral pedir votos o transmitir anuncios.
Ciudad de México, 17 de agosto (SinEmbargo).– El proceso presidencial ha arrancado en Brasil, con Luiz Inácio Lula da Silva —quien gobernó de 2003 a 2010— como el favorito para ganar las elecciones frente al Presidente Jair Bolsonaro, que busca la reelección con un apoyo marginal del electorado y con un discurso en el que insiste en poner en duda al sistema electoral que ha elegido al mandatario brasileño en turno durante más de 30 años.
“Yo quiero ser Presidente para cambiar de nuevo la vida del pueblo, porque de la manera en la que está, nadie aguanta más. El hambre volvió, la inflación está asustando a las familias y el salario mínimo no alcanza para una canasta básica. Vamos a tener mucho trabajo para reconstruir este país, el primer paso es vencer en las elecciones”, dijo este martes Lula de Silva en un mensaje difundido en sus redes sociales.
O primeiro passo para reconstruirmos nosso país é vencer as eleições. O Brasil é imenso, por isso eu conto com a ajuda de vocês, nas redes e nas ruas, para levarmos uma mensagem de fé e esperança ao nosso povo. #BrasilDaEsperança pic.twitter.com/SrmlSTbJSy
— Lula 13 (@LulaOficial) August 16, 2022
Las mediciones de la intención de voto indican que Lula tiene un 47 por ciento de los respaldos, mientras que Bolsonaro logra de momento el apoyo del 28 por ciento de la población, lo que asegura que habrá segunda vuelta de las elecciones.
En la última encuesta de la consultora Ipec, en tanto, Lula vencería en la primera vuelta con el 44 por ciento de los votos, muy por delante del 32 por ciento que vaticina lograría Bolsonaro. En el previsible escenario de una segunda vuelta entre ambos, las cifras de intención de voto de Lula suben hasta el 51 por ciento, frente al 35 por ciento que lograría Bolsonaro.
Las encuestas han colocado siempre por delante a Luiz Inácio Lula da Silva desde que recuperara sus derechos políticos tras la anulación de sus condenas por supuesta participación en los casos de corrupción que involucraron a Petrobras, la petrolera estatal, un caso por el cual estuvo 580 días preso.
Bolsonaro por su parte ha intensificado sus ataques al sistema electoral, intentando sembrar la duda sobre la fiabilidad de las urnas electrónicas. El Presidente brasileño, ha afirmado que las máquinas de votación electrónica son propensas al fraude, aunque nunca ha presentado evidencia alguna. En un momento dado, amenazó con suspender los comicios si el Congreso no aprobaba una norma para introducir recibos impresos de los votos. El proyecto de Ley no salió adelante.
Bolsonaro, cuyo compromiso con la democracia ha estado bajo escrutinio desde su llegada a la presidencia, también comenzó a expresar su deseo de que las fuerzas armadas tuvieran una mayor participación en la supervisión de las elecciones. La semana pasada, oficiales del Ejército visitaron la sede de la autoridad electoral para inspeccionar el código fuente de las máquinas. Además ha denunciado que algunos de los altos cargos de la institución trabajan en su contra.
Además, según ha consignado la prensa de Brasil, ha difundido en los grupos bolsonaristas de WhatsApp y Telegram, los cuales no se pueden escrutar por ser redes sociales cerradas, que si el actual Presidente no gana con 70 millones de votos es porque hubo fraude, pese a que cuando ganó las elecciones de 2018 fue con 57.7 millones de votos, una cifra que se ve distante especialmente en la antesala de una elección en la que no es el favorito.
Bolsonaro llegó a la Presidencia de Brasil con un discurso de odio centrado en las minorías: la comunidad LGBT, los negros y pobres, los pueblos indígenas y contra la izquierda en general. En la campaña pasada, por ejemplo, dijo que, de ganar las elecciones de 2018, llevaría la disidencia y la oposición política al “final de la playa”, una expresión militar que se refiere al lugar donde se ejecutaba y torturaba a prisioneros políticos durante la dictadura (1964-1985).
Ya como Presidente ha sido criticado por el manejo dio su Gobierno a la pandemia de COVID-19 a través de su negacionismo y mediante la promoción de medicamentos ineficaces para tratar la enfermedad. El mandatario brasileño también ha sido cuestionado por la falta de acciones ante los traficantes ilegales de madera y la minería en tierras indígenas, así como ante el asesinato de líderes políticos.
De hecho, la campaña inició este martes en medio de una creciente preocupación por la violencia política y las amenazas a la democracia.
Lula ya se ha puesto un chaleco antibalas para sus apariciones públicas. Tenía previsto dar un discurso en una fábrica de motores el martes por la mañana, pero la policía le pidió cancelar el evento por cuestiones de seguridad, de acuerdo con su campaña. En lugar de eso, el político de izquierda lanzó su séptima candidatura a la presidencia en la planta de Volkswagen en Sao Bernardo do Campo, una ciudad manufacturera en las afueras de Sao Paulo donde saltó a la fama como líder sindical en la década de 1970.
Bolsonaro volvió a visitar la intersección en la ciudad de Juiz de Fora donde fue apuñalado por un enfermo mental en la campaña de 2018. Llegó en motocicleta rodeado de guardias de seguridad y portando un chaleco antibalas, a diferencia de 2018, cuando se metió entre la multitud sin ningún tipo de protección. Estrechó las manos de simpatizantes y se montó al escenario para pronunciar un discurso.
Después de su discurso, Bolsonaro salió rápidamente, de pie en la parte de atrás de un camión, saludando a la multitud, fuertemente rodeado por el personal de seguridad.
Pese al ataque contra Bolsonaro de 2018, eventos recientes han provocado temores de que son sus simpatizantes los más inclinados a provocar incidentes. A principios del año, partidarios de Bolsonaro rodearon el automóvil de Lula para gritarle insultos y, en julio, uno de ellos mató a un funcionario local del Partido de los Trabajadores, al que pertenece Lula, en la ciudad de Foz de Iguacu.
Los simpatizantes de Lula también han sufrido ataques: En un mitin celebrado en junio, un dron roció a una multitud con un líquido fétido y, en otro evento del mes pasado, un hombre detonó un explosivo casero que contenía heces. En ambos incidentes, los atacantes eran simpatizantes de Bolsonaro, de acuerdo con publicaciones de redes sociales revisadas por la AP.
Bolsonaro es un firme partidario de las armas de fuego y en su presidencia ha reducido las restricciones, permitiendo a sus simpatizantes adquirir armas y municiones. En repetidas ocasiones ha caracterizado las elecciones como una lucha del bien contra el mal y, en el lanzamiento de su candidatura el 24 de julio, pidió a sus simpatizantes prometer que darían sus vidas por la libertad.
Sus partidarios suelen citar los 580 días de prisión de Lula tras ser declarado culpable de corrupción y lavado de dinero. Esas condenas dejaron fuera a Lula de la contienda de 2018 y despejaron el camino a Bolsonaro; primero fueron anuladas por motivos de procedimiento por el Supremo Tribunal Federal de Brasil, que más tarde dictaminó que el juez había sido parcial y había actuado en connivencia con los fiscales.
Nuevamente rezagado en las encuestas, el antiguo general del ejército ha sembrado la preocupación de que podría rechazar los resultados si pierde la votación de octubre. El político de extrema derecha ha planteado dudas infundadas sobre el sistema de votación electrónica del país, que se utiliza desde 1996, especialmente en una reunión que convocó con diplomáticos extranjeros. Su insistencia provocó la semana pasada la reacción de cientos de empresas y más de un millón de brasileños que firmaron un par de cartas exigiendo que se respeten las instituciones democráticas del país.
Cuando se confirmó la candidatura de Bolsonaro, convocó a sus partidarios a inundar las calles para las celebraciones del 7 de septiembre, cuando se celebra el día de la independencia. En esa fecha el año pasado, declaró ante decenas de miles de partidarios que solo Dios puede sacarlo del poder. Los analistas han expresado repetidamente su preocupación de que esté preparando el terreno para seguir el ejemplo del expresidente de Estados Unidos Donald Trump e intentar aferrarse al poder.
Para el día de la independencia de este año, Bolsonaro anunció su plan para que los militares desfilen a lo largo de la playa de Copacabana de Río de Janeiro, donde sus partidarios más acérrimos acuden regularmente. Los expertos se preocupan por la señal que podría enviar antes de las elecciones, y sigue sin estar claro si las fuerzas armadas están dispuestas a aceptarlo.
-Con información de AP, Europa Press, RFI y Open Democracy.