Madrid, España, 1 de abril (SinEmbargo/Culturamas).– Berna González Harbour (Santander, 1965) es periodista, subdirectora del diario El País y colaboradora de la Cadena SER. Su carrera ha estado vinculada desde el principio al periodismo internacional, ha sido corresponsal en Moscú, enviada especial en una veintena de países en conflicto y redactora jefa de esta sección. Tras Verano en rojo, novela que supuso el deslumbrante debut literario de la comisaria Ruiz, la autora retorna con Margen de error, su nuevo y perturbador caso, al género policiaco en estado más puro.
Tras una larga convalecencia por las heridas sufridas en un duro cuerpo a cuerpo, la comisaria Ruiz ha vuelto. Lo hace el mismo día en que un hombre es hallado muerto entre los setos del Retiro. Es otoño en un Madrid enrarecido en el que las protestas de los indignados se mezclan con noticias de suicidios en una multinacional. El cadáver encontrado en el parque parece cuadrar en este grave asunto laboral y, sin embargo, algo no encaja. La joven comisaria se verá arrastrada más pronto de lo que debería a un combate entre lo que le dicta su instinto y su salud. Ella y el veterano periodista Luna quedarán atrapados en una batalla propia de una era de codicia y desigualdad.
–Como en tu anterior novela, te has basado en un hecho real para desarrollar la trama. ¿Quizá es que la realidad siempre supera a la ficción?
–Efectivamente, la realidad supera a la ficción y tiene todos los ingredientes para que a partir de ahí podamos crear. En la medida en que elegí la novela negra para retratar la realidad, quería tener un telón de fondo que fuese simbólico, paradigmático de la realidad que estamos viviendo. La idea de esa empresa condenada por acoso moral en el suicidio de sus empleados me venía entonces muy bien: gente que se queda sin trabajo e inerme ante algunos poderosos que intentan aprovecharse. Estamos hablando de una empresa con cuantiosos beneficios que acosaba a los empleados para que se fueran. Terrible.
–A la vista de ese caso que comentas, ¿podríamos plantearnos si de verdad existe eso que se llama ética empresarial?
–No quiero generalizar. Estamos hablando de un delito, de un acoso sistemático, de una campaña premeditada para hostigar al empleado y provocar que se fuera, en lugar de actuar de frente y con la ley en la mano. Sí creo que ha habido, y en esta época de crisis lo estamos viendo, una tolerancia legal con muchas injusticias, que afortunadamente está encontrando un límite en cuanto a intolerancia moral. Esa dicotomía entre legalidad e inmoralidad hay que solucionarla. La sociedad de hecho, está aprendiendo a movilizarse, denunciar y decir las cosas en alto. Pero todavía falta un gran trabajo económico y político por hacer.
La crisis debilita al ciudadano y le infunde miedo a moverse y reclamar… como usuario de la sanidad y la educación, como trabajador… Pero eso está encontrando un límite, y la muestra está en las nuevas movilizaciones como el 15-M. Las ‘mareas’ y las cuestiones sectoriales también han sido un camino para movilizar a la gente. Eso es lo importante, que se vaya haciendo camino. La sociedad no puede quedarse aletargada cuando le están quitando derechos.
–Corrupción y poder parecen ir parejos en la sociedad actual.
–La corrupción está donde está el dinero, y éste donde está el poder. La corrupción a gran escala que hemos vivido en este país [España] ha sido posible porque mucha gente (no siempre poderosos) eran cómplices, y querían aprovecharse. Es decir, no todo corrupto es poderoso, ni todo poderoso es corrupto, pero ambas cosas suelen estar cerca, sobre todo cuando concurre un caldo de cultivo de tolerancia como el que hasta ahora hemos tenido. En Italia, por ejemplo, Berlusconi triunfaba porque todos querían ser como él, sus votantes le admiraban.
–Con esta tu segunda novela, ¿crees haberle cogido el pulso al género negro?
–Quiero creer que sí. RBA apostó ya por mi primera novela y ahora vuelve a hacerlo. Así que sí, creo que le he cogido las riendas a un género con unos cánones que he aprendido a utilizar, aunque esté mal que yo lo diga. Será un camino que voy a seguir. El periodismo es la pincelada y esto es el cuadro, menos movible y más general en relación a una época. La novela me permite además una cosa que no contempla el periodismo, y es introducirte en el mundo de los sentimientos, todo un desafío para mí. La ficción, mientras que todo sea verosímil te permite entregarte a la creatividad.
–Recuperas los mismos personajes protagonistas de Verano en rojo. ¿Cómo crees que han evolucionado de aquella historia a esta, sobre todo la protagonista, María Ruiz?
–María acabó en lamentable estado tras su enfrentamiento con el asesino y ahora regresa con más ganas que fuerza. Aún le pesan las secuelas y las heridas, pero tiene muchas ganas de incorporarse al trabajo. Se siente más vulnerable, algo que arrastrará a lo largo de la novela. No es miedo, sino una vulnerabilidad que no había conocido, sobre todo por su estado físico. Además, la vida no es lineal, y por mucho que intentemos separar el plano personal y profesional, esa barrera se ve atacada por muchos frentes imprevistos. María termina siendo frágil a veces, y otras muy fuerte.
–Las redes sociales y las nuevas tecnologías también son tratadas en tu novela. ¿Hasta dónde crees que han condicionado la vida del ciudadano?
–Son las nuevas herramientas en nuestras manos de cara a avanzar, comunicarnos con rapidez y conseguir información. El peligro está en el uso que hagamos de ellas. Como son de gatillo fácil, existe la posibilidad, grande, de meter la pata. Pero como herramientas en sí, son muy positivas.
–No te olvidas del debate entre el nuevo periodismo y sus canales de difusión contra el periodismo de raza… ¿Con cual de ellos te sientes tú más identificada?
–Con los dos. El periodismo de raza es el de siempre, el de antes, de ahora y del futuro: buscar información a través de las fuentes, investigar, desvelar aquello que se quiere ocultar por parte de los poderosos. Ahí está la esencia del periodismo. Creo que no se trata de ver una dicotomía entre el viejo periodismo y el nuevo, es la fusión de ambos lo que tenemos que vivir y explotar. Cambia el medio y la herramienta, pero no cambia la esencia. Ese pulso entre las dos formas de actuar está en mi novela como representativo de algo que estamos viviendo a diario en las redacciones. Toda buena empresa periodística sabe que los contenidos son la clave, y esos te los dan los buenos periodistas. Y en esa línea, creo en el periodista de marca, pero también en la marca del periodista.
–Berna, ¿podemos pensar que en España tenemos garantía de una buena protección policial?
–Sí, la prueba está en que hay muy baja delincuencia. En otras cosas seremos peores, pero en cuanto a los niveles y control del crimen estamos muy bien posicionados. La policía es buena y además se ha modernizado mucho: ahora hay psicólogos, informáticos, profesionales con carrera… perfiles que ponen en evidencia la calidad del servicio.
–Y la justicia española, ¿crees que muestra los mimos niveles de calidad?
–Es lenta, está muy atascada. Afortunadamente hay jueces que han tomado una voz relevante en temas importantes como los desahucios, la sanidad madrileña, la cláusula suelo de las hipotecas, la desigualdad… han despertado y se han dado cuenta de que el último recurso de los ciudadanos está en su mano. Pero aún así, el camino está jalonado de piedras que ponen sobre todo aquellos que tienen dinero y poder para llevar contra las cuerdas cualquier proceso. La gran prueba para la justicia española estará en el caso Urdangarín, a ver cómo lo resuelven.
–Ahora que estás volcada en la novela negra, ¿crees que existe el crimen perfecto, el criminal que finalmente sale impune?
–Sí, sí que los hay. Por ejemplo los de la Iglesia que ya mencionaba en mi anterior novela… sacerdotes y párrocos absolutamente impunes. También existen crímenes tan complejos como el de los niños andaluces que quemó su padre… sin resolución. Pero en la novela, no. Aquí hay que cerrarlos y resolverlos debidamente para que el lector se quede tranquilo.