México, 20 Mar. (Notimex).- A través de las elevaciones naturales, situadas al oriente y al poniente de la ciudad prehispánica de Pahñú, en el estado de Hidalgo, se logra observar el tránsito del sol, destacó el arqueólogo Fernando López Aguilar.
Integrada por tres plazas, la primera sección de esta zona arqueológica contiene una pequeña estructura cuadrangular, mientras que en la plaza central se ubicó la estructura principal de 17 metros de largo, y su templo podría superar los 10 metros de alto.
La tercera zona, llamada Tecpan, alojó a los gobernantes y a una serie de estructuras rectangulares. Igualmente, a 80 metros al poniente, se colocó un conjunto pequeño de estructuras y una zona con abundantes petroglifos, refirió el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en un comunicado.
Las elevaciones naturales como el cerro Xithá marcan los amaneceres y el cenit en algunos días de marzo, septiembre, mayo y julio, fechas determinadas por el Proyecto Especial Pahñú, encargado de las investigaciones arqueoastronómicas en la zona, que fue abierta al público hace dos años.
Fernando López Aguilar, director del Proyecto, indicó que en el culto solar de esta ciudad prehispánica era importante encontrar al Sol en el cenit de la región y el del sitio arqueológico.
Refirió que el cerro Xithá es un marcador arqueoastronómico si en los días cenitales no se encuentra cubierto por nubes, entendiendo por cenit el momento en el que el astro se encuentra en su punto más alto y no proyecta sombras.
Esta elevación natural es actualmente conocida como cerro Juárez, ubicado en Ixmiquilpan, a 60 kilómetros al oriente de la comunidad de la Mesilla, en Tecozautla, donde se localiza Pahñú.
El tránsito solar más importante se ha registrado durante los días 13-14 de abril y su correspondiente 29-30 de agosto, cuando el Sol surge en el horizonte en línea recta con los edificios, especialmente del eje petroglifos-Tecpan-Edificio A.
Durante esos días, el paso de los rayos del Sol está delineado por la orientación del sitio arqueológico, específicamente del Edificio A y el Tecpan, edificados durante las etapas constructivas correspondientes a la época Clásica (450-650 d.C.), y el periodo Epiclásico (650-950 d.C.).
Dichas edificaciones sitúan a esta ciudad como contemporánea de Teotihuacan, no obstante, independiente de su dominio.
La orientación asociada con el camino del Sol fue marcada no sólo por la ubicación de los edificios, sino también por una línea de tránsito solar formada por el Tecpan y el Edificio A y trazada por dos conjuntos de petroglifos al oriente del Tecpan. y al poniente del Edificio A.
El catedrático del Posgrado de Arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) indicó que los días 18-20 de mayo y 24-25 de julio, el Sol emerge cercano a la cima del cerro Xithá, y posteriormente se aprecia el cenit en el sitio arqueológico.
Durante esos días, además entre el 29 y 30 de agosto, las fachadas sur y norte del Edificio A y del Tecpan son sombreados, por lo que el efecto de la iluminación del tránsito solar es menos evidente.
El transcurso del amanecer del 21 de marzo y 21 de septiembre, los cerros situados al oriente y poniente de Pahñú realizan también la función de marcadores solares en el horizonte, al señalar el inicio de las prácticas agrícolas en la región.
Del mismo modo, indica el fin de los trabajos vinculados con la recolecta y la caza iniciadas desde el 21 de diciembre, aunque no se ven reflejados en los edificios, señaló López Aguilar.
La orientación de los edificios de la Zona Arqueológica de Pahñú, ciudad que forma parte de la tradición cultural xajay, corresponde a las coordenadas 9° 30´ al oeste del norte, que coincide con las fechas solares del 13-14 de abril o 29-30 de agosto.
Esta orientación corresponde a la veintena llamada Izcalli, que iniciaba el 21 de agosto y terminaba el 9 de septiembre, explicó el investigador.
La advocación del centro ceremonial era ofrecida a la deidad que se celebraba en esas fechas, Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli, el dios viejo del Fuego, habitante del centro del universo que encarnaba el fuego celeste y cósmico, el símbolo de la guerra sagrada, concluyó.