Ciudad de México, 19 de enero (SinEmbargo).- A Raúl Arellano le decían “El Pecas”. Un futbolista mexicano en los 60 que tenía como gran virtud el olfato de un goleador letal al servicio del Cruz Azul. Un equipo representativo de una de las empresas más tradicionales del país. Los trabajadores de la Cooperativa Cruz Azul había organizado un equipo de futbol en 1927. Entre ellos estaban Guillermo Álvarez Macías y Carlos Garcés, a quienes se le acredita la fundación de una ideología que robaría tantos corazones a millones de mexicanos.
No existen registros de la gloriosa etapa del Cruz Azul en la época amateur del futbol mexicano. Opacados por la falta de organización fue hasta 1960 cuando la Cooperativa decidió dar un paso definitivo con la construcción del Estadio 10 de diciembre, en Jasso, Hidalgo. Con instalaciones listas, el equipo quedó inscrito en la segunda división profesional para la temporada 1960-1961. Tres años después, «El Pecas» Arellano inscribiría su nombre como uno de los primeros grandes ídolos de un larga lista que se encumbraría con el correr de los años. El nombre Cruz Azul pasó de ser una empresa generadora de empleos, a un equipo que pronto traspasaría las fronteras hidalguenses.
Era el mediodía del 19 de enero de 1964 cuando la jornada 30, última de aquella temporada de segunda división, provocó que las miradas pasionales del futbol mexicano se plantearan en dos lugares. La historia que se conoce hoy, pudo haber cambiado en noventa minutos. Cruz Azul llegaba en segundo lugar con 43 puntos, uno menos que el líder Petroleros de Poza Rica y gran favorito para lograr el anhelado ascenso a la Primera División nacional. Los Cementeros se enfrentaban al Zamora, último lugar de la tabla, mientras que los de Veracruz visitaban al Orizaba, con la misión de sumar al menos un punto para coronarse. Lo ocurrido aquel día marcaría el destino de esas dos instituciones.
El primer tiempo fue un cúmulo de emociones opacadas por el nerviosismo en los dos frentes. En Hidalgo y en Veracruz se jugaba mucho más que un partido de futbol. La consolidación de dos instituciones estaba en juego. Tras el descanso, el espíritu de una empresa trasnacional entregada a su equipo se plantó en el ambiente para establecer las claras diferencias que marcaba la tabla de posiciones. Cruz Azul ganó 7-1 con cuatro de «El Pecas», dos de Porfirio Gutiérrez y uno del histórico Fernando Bustos quien tenía apenas 17 años. En Orizaba, Petroleros sucumbió ante la presión que nunca se iría de su lado. Perdió el partido 2-1 y jamás lograría ascender. La Máquina Celeste, como se le conocería en la próxima década, arribó al primer plano del futbol mexicano para convertirse en una ideología nacional.
“MI SEGUNDA CASA”
Javier Aquino nació en Oaxaca y hoy vive en la comunidad valenciana defendiendo los colores del Villareal en una de las mejores ligas del mundo. Antes de su presente español, despuntó vestido de azul con su cuerpo delgado y unas piernas cargas de explosión. Un velocista con talento para jugar se convirtió en un referente de la Máquina a muy temprana edad. Exportado tras su actuación en la histórica olimpiada de Londres 2012, cree firmemente que algún día regresará para vestir la playera celeste que tanto le enseño.
Llegó a los 13 años desde Cruz Azul Lagunas en Oaxaca. Era una época donde la ilusión rebasaba por mucho a la realidad, con la alegría a flor de piel por vestir ese color del que siempre fue aficionado. “Ahí comenzó el proceso”, cuenta. Originario de un estado mágico pero tan alejado del caos capitalino, se dejó envolver mientras se acostumbraba a la vida en La Noria. Las instalaciones del Cruz Azul están cerca de Xochimilco. Su grandeza en la fachada, es representativa de todas las joyas que han surgido desde sus entrañas. Aquino no solo se adaptó, sino que formó parte del grupo selecto que llegan al primer equipo para ser parte de una historia grande.
En los 70 nació la Maquina Celeste, cuando Cruz Azul arrolló con 6 de sus 8 títulos ligueros, el último de ellos en 1997. Tras 17 años de sequía, Javier cree que “los pequeños detalles en partidos importantes han hecho la diferencia”. Los Cementeros se han convertido en una ideología sufrida como pocas debido a las cuatro finales jugadas en los últimos cinco años. Un equipo grande ambienta la liga, pero en los momentos determinantes no logra dar ese paso para seguir engrandeciendo su glorioso palmarés. “La presión siempre existe por ser un equipo grande. El jugador debe saber eso y convertirla en motivación para conseguir un título”, opina el actual extremo del Villareal. Hace seis meses, la Máquina estuvo a tres minutos de coronarse en el majestuoso estadio Azteca frente al América. Esa presión de la que habla Javier pesó en el momento más clave, incrementando la angustia de millones de mexicanos entregados al azul.
MEDIO SIGLO DE PASIÓN
Cruz Azul presentó hace unos días una camiseta roja conmemorativa para recordar el día que arribaron al máximo circuito para nunca más irse. El camión del conjunto también estrenó fachada. En medio del ambiente festivo está el recuerdo y la obligación de conseguir un ansiado título ausente para toda una generación. Con el recuerdo aún fresco de la dolorosa angustia vivida hace poco más de seis meses en cancha del Estadio Azteca, un plantel siente la presión de una historia gloriosa que hoy está de fiesta. La Máquina es una de las cuatro instituciones llamadas grandes del balompié nacional, presión que ha pesado en los últimos años.
Ayer por la noche en Chiapas, se afirmó una historia de éxito a partir de la visión deportiva de los dirigentes de una empresa hace casi 90 años. Cruz Azul existe gracias a su palmarés y a las emociones generadas. En los últimos años, la desgracia de quedar segundo ha terminado por asentarse desde La Noria hasta el Estadio Azul. Un sector grande de la población aspira a romper la maldición y levantar un trofeo que simbolice recuperar las viejas épocas donde se sonreía más de lo que se lamentaba. Esos tiempos de playera lisa celeste sin publicidad pero con mucha hambre de gloria. Con una afición leal, curtida en el dolor, esperan que el camino empedrado que tanto han recorrido, mejore una vez por todas.
Esta vez no fue la jornada 30 como en aquel 1964 con la definición del ascenso en juego. Es el inicio de un campeonato con las ilusiones intactas y la promesa eterna de competir en las últimas instancias. Un grupo de jugadores vestidos de azul, arribaron hace 50 años al escenario principal del deporte más popular del país. Eran tiempos donde la grandeza estaba a disposición de quien la supera arropar. Cruz Azul lo hizo desde el campo, en esa parte donde edificó todo lo bueno que hoy tiene y los fantasmas que no aceptan irse. Mitificado por tantos nombres, la celebración de hoy se convierte en una obligación. El título, sería el gran premio para un año de festejos.