Ciudad de México, 4 de diciembre (SinEmbargo).- La Arena Ciudad de México, con toda su majestuosidad retocada con tecnología, ha desplazado al Palacio de los Deportes donde se jugaron 18 partidos de los 20 (dos en Monterrey) que la NBA ha dispuesto en México. Será el segundo partido de temporada regular en suelo nacional, después de aquel triunfo de los Rockets de Houston frente a los Mavericks de Dallas en 1997 con Hakeem Olajuwon, Charles Barkley y Clyde Drexler haciendo vibrar a la gente que abarrotó el lugar. Hoy, el nuevo recinto recibe a dos equipos del Oeste con realidades muy distintas, sin que eso le importe mucho a los fanáticos ansiosos por ver el mejor basquetbol del mundo.
Un equipo histórico con un roster experimentado con piezas jóvenes en puestos claves, cumple su quinta aparición en territorio mexicano. Los Spurs llegan rejuvenecidos cuando muy pocos le daban oxígeno para seguir compitiendo como lo han hecho durante los últimos años. Comandados por Tony Parker, Tim Duncan y Manu Ginobili, tienen en mente seguir manteniéndose en lo más alto de la conferencia. El trío se ha envejecido pero no ha claudicado. El argentino de tiro fino ha sido relegado al banquillo desde donde administra sus fuerzas y minutos para aportarle algo distinto al ataque tejano. Desplazado deportivamente por Kawhi Leonard, el de bahía blanca hace equipo como de costumbre.
Los Timberwolves de Minnesota visitan por primera vez México, y lo hacen en plena campaña regular. Con un registro perdedor de 9-10, ubicados en el antepenúltimo lugar del Oeste, intentarán gozar de la experiencia sin salirse del libreto serio que les exige muchas más intensidad. Kevin Love, Nikola Pekovic, Kevin Martin y el espectacular catalán Ricky Rubio comandan los nervios de un equipo irreverente en su funcionamiento. Incapaces de controlar los tiempos de un partido, han acumulado derrotas que pocos saben explicar. Espectacularidad en su roster es lo que sobra, mientras buscan la forma de afianzar ese aspecto en un registro positivo si quieren acceder a postemporada.
Se espera un lleno absoluto, mientras los encargados de organizar el evento ya comienzan a vislumbrar otro partido para 2014. «Sabemos también que la gente quiere ver a Lakers, a Chicago, a Boston, los Knicks, pero dependerá mucho del calendario de los equipos; sin embargo, estamos bastante contentos con este segundo juego de temporada regular en México, el primero desde hace 16 años», declaró Raúl Zárraga, Presidente de NBA México. Las cifras acumuladas dan el visto bueno para que la mejor liga del mundo pueda concretar otro compromiso para la siguiente temporada. Ya en enero se tiene pactado un partido entre los Atlanta Hawks y los Brooklyn Nets en Londres, confirmando el interés por globalizar aún más el basquetbol estadounidense.
Este lunes, mientras los Spurs derrotaban a Atlanta por dos puntos, la duela que albergara el partido fue finalmente colocada en la Arena Ciudad de México. Con un costo entre 150,000 y 200,000 dólares, la superficie de tonalidad clara luce un balón azul al centro con las pantallas gigantes colgadas en el centro del techo, como si se tratase de cualquier escenario de los Estados Unidos, algo que la liga solicitaba para que se concretara un partido de temporada regular. Las 22,300 localidades estarán ocupadas por el gran alcance que tiene el evento, a pesar del elevado precio de algunos boletos.
La NBA ha encontrado en México un hogar único y diverso. Dos equipos saldrán a jugar con la intención de representar bien a la liga, como ya le pidió el comisionado David Stern años Timberwolves. En lo deportivo, un equipo longevo se enfrenta a otro que tiene a la dinámica como un eje vital en su funcionamiento. Los dos rosters están plagados de identidades internacionales tan distintas una de la otra. México reunirá hoy todos esos acentos mezclados en una duela puesta para la ocasión, colaborando con el propósito de la liga. Mientras, el delirio de una afición que ha vuelto a creer en el basquetbol tras la soberbia actuación de la selección en el pasado pre-mundial, se vuelve a desbordar sin mesura.