Ciudad de México, 29 de septiembre (SinEmbargo).- Con el Mundial encima, Brasil sufre de sucesos que han retrasado el cierre final de las obras en construcción. Al derrumbe de una grúa en la Arena Corinthians, se le unió un estudio estadounidense donde se prevé una amenaza de dengue durante la competencia del próximo año. En medio de todo esto, ayer un noticia afianzó el luto en el futbol brasileño tras los dos obreros fallecidos durante el suceso castrófico. Nilton Santos, para muchos el mejor lateral izquierdo de la historia, murió tras una semana en el hospital debido al Alzheimer que padecía.
En Brasil hay una escuela del juego que se divide dependiendo la sección del campo. Existen los creativos naturales, encargados de generar futbol. Tras esa función aparece el centro delantero eficaz que tiene la portería tatuada en la mente, quien finaliza todo con un pase a la red. Lejos del área rival, los brasileños se acostumbraron a ver como los laterales izquierdos que salían de los clubes iban generando el mismo peligro que un mediocampista ofensivo. La memoria reciente recuerda a Branco, Roberto Carlos o Marcelo, jugadores a los que les divierte cruzar la mitad de la cancha para ofender al rival. Fundador de esa estirpe, Nilton se convirtió en historia viva.
“El chico nunca hizo feo al balón, hacía arte. Nilton Santos no era un jugador de futbol, era una exclamación”. Armando Nogueria, cronista mítico de Brasil, definió así a un futbolista que jugó en un tiempo distinto al que le tocó vivir. De su juego se ha escrito e lustrado en innumerables ocasiones. En aquel Mundial de Suecia 1958, donde el planeta conocería a un joven Pelé, dinamitó una nueva función de un defensor. Frente a los austriacos, se sentía atrapado por las constantes indicaciones de Vicente Feola, su entrenador, quien le pedía mantenerse en labores defensivas. De pronto, arrastrado por su ímpetu, cruzó el terreno de juego conduciendo el balón hasta que anotó, para dejar a propios y extraños con la boca abierta.
Jugó cuatro Mundiales, ganando la copa Jules Rimet en el torneo sueco y en Chile 62. La gloria le llegó tras haber sobrevivido a aquella tarde fatídica de 1950 cuando Uruguay dejó para la historia el “Maracanazo”. La tragedia nacional invadió las mentes de aquellos futbolsitas avergonzados. A pesar de no haber jugado ni un minuto durante ese campeonato, tomó muy en serio lo que su gente había padecido. De espíritu forjado, se encargó de ver por sus compañeros en competencias posteriores. Fue junto a Pelé y Garrinche un héroe espiritual respetado después del episodio lamentable de mitad de siglo.
Le decían “La enciclopedia del futbol” por su conocimiento del juego. Paso de ser un simple jugador a ser considerado un rasgo de identidad. Jugó siempre con el Botafogo, donde un día descubriría a Garrincha. “Contrata a este chico porque no quiero volver a jugar contra él”, le dijo a su entrenador Gentil después de sufrir los regates de quien a la postre sería uno de los mejores futbolistas de la historia. Cambió la opinión generalizada sobre un puesto, pero sobre todo, inspiró a muchísimas generaciones del futuro que de pronto querían ser laterales izquierdos.
Se retiró de la selección alzando la Copa del Mundo en Chile, tenía 37 años. Jugaría dos temporadas más con el Botafogo, el único club que defendió desde el sentimiento y el campo. Con esa camiseta logró ganar cuatro campeonatos cariocas y uno estatal. La liga brasileña, tan fragmentada por zonas, se unificó para reconocer el talento de un defensor distinto, inspirador de un cambio de mentalidad. De repente la línea central no era una frontera infranqueable, pasó a ser un nuevo destino prometido donde la sorpresa de una pierna zurda siempre causaba peligro. Nilton Santos quiso siempre ser futbolista y terminó siendo una parte del futbol. El visionario brasileño perdió de a poco la memoria, pero millones de aficionados se siguen encargando de recordar su legado.