Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).- En la esquina sureste de Old Trafford hay un reloj inerte como un simbolismo a la memoria. En Manchester, un equipo histórico viste de gala a una ciudad industrial con sus edificaciones color marrón y el constante cielo oscuro. El United es culpable de muchos capítulos del tradicional futbol inglés. La hora marca las 3:30 de la tarde de aquel jueves seis de febrero de 1958, cuando un avión se estrelló contra una casa en el tercer intento que había hecho el piloto por despegar bajo una leve nevada. Un equipo histórico festejaba haber clasificado a semifinales de la Copa de Europa, cuando la tragedia llegó.
En el centro de aquel avión estaba Bill Foulkes, un defensa confiable y aguerrido, sentado con algunos compañeros mientras jugaban cartas. Todo era sonrisas y canto. El Manchester United había empatado 3-3 en Belgrado ante el poderoso Estrella Roja. De regreso a casa aterrizaron en Múnich para recargar combustible. Lo que sucedió es un lamento que se venera con aplausos en cada aniversario. Ocho jugadores de aquel conjunto que comenzaba a marcar una hegemonía, morirían tras el incidente. Bill vio como se partió la aeronave justo a su costado. Un golpe en su cabeza debido a una botella de ginebra que salió volando, fue la única heridas física que sufriría.
El zaguero saldría corriendo del artefacto destruido temeroso de que fuese a explotar. Cuando se dio cuenta de la calma regresó para intentar ayudar a los sobrevivientes. Entre los muertos habían futbolistas, periodistas y fieles aficionados que acompañaron al equipo. Los días fueron pasando con el futbol exigiéndoles levantarse para continuar. Roger Byrne era el emblema de aquel United. Fallecido el líder, Foulkes se convertiría en capitán en medio de la depresión latente en el equipo. Bolton los vencería en la final de la Copa Inglesa y el Milán acabaría por derrumbar cualquier mínimo indicio de esperanza al eliminarlos de la Copa de Europa en semifinales.
Junto a Bill sobrevivió Bobby Charlton, para muchos el mejor jugador del United en la historia. Los dos formarían una columna vertebral para los tiempos difíciles que se aproximaban. Harían falta tres años para que el equipo se coronara en la FA Cup, mostrando una leve recuperación anímica. Una temporada después ganarían la liga, y todo volvería lentamente a tomar el curso acostumbrado. Foulkes fue testigo de la consolidación de Charlton y de la aparición refrescante del extrovertido George Best en el ataque. Sin embargo, el capitán se sentía aún atrapado en aquella tarde fatídica. El futbol le daba oportunidades que su mente se resistía a tomar.
Diez años después de la tragedia, como si todo se hubiese pactado, Manchester United ganaría la Copa de Europa en Wembley goleando 4-0 al Benfica. Solo en ese instante sintió que comenzaba a recuperarse del golpe anímico. Minero de profesión, jugó con Inglaterra en 1954 frente a Irlanda del norte. La historia de un equipo se magnificó desde el derrumbe deportivo y emocional de aquel día en suelo bávaro. Con 38 años, el mítico Bill Foulkes se retiraría como futbolista profesional para encaminarse al duro rol de entrenador. Noruega, Estados Unidos y Japón fueron sus destinos donde sació sus dotes de aventurero.
Años mas tarde subastaría muchos de sus grandes recuerdos, entre ellos la playera que uso en la final de Wembley. En total recaudaría 35 mil libras. Foulkes falleció ayer a los 81 años. Está por detrás de Giggs, Charlton y Scholes en partidos jugados con el equipo dueño de Old Trafford. A la par de sus cualidades futbolísticas, una afición que hoy está acostumbrada a ganar, le dice adiós a un capitán que supo estar de pie en uno de los momentos más trágicos en la historia del futbol mundial. Bill tomó la batuta y se encargó de edificar de nuevo la gloria arrebatada. Su muerte hace recordar aquel accidente, donde sobrevivió para ser un pilar del United.