Ciudad de México, 16 de noviembre (SinEmbargo).- A finales de 2011, la NFL tuvo un caso más en el que uno de sus jugadores se veía inmiscuido en problemas legales. Una constante en un deporte que reina cuando aparece sin importar otras disciplinas deportivas. Con una bipolaridad emocional, el Super Bowl es el evento más seguido en los Estados Unidos entre los dos equipos finalistas, mientras que a lo largo de la temporada, nombres propios van cayendo víctimas de sus propios actos humanos carentes de legalidad. Tras dos años, un caso cerca del 2012, ha concluido con una sentencia.
Sam Hurd tenía 26 años y usaba el jersey 81 para ir a trabajar. Miembro de los Osos de Chicago, el receptor graduado de Northern Illinois, fue acusado de narcotráfico. Los primeros reportes hablaban de su intención por montar una red de distribución de cocaína y marihuana. Lejos del emparrillado, frente a un restaurante en un suburbio de la ciudad de los rascacielos, fue arrestado cuando intentaba comprar coca en medio de una operación en cubierta de la policía. En su sexta temporada como profesional, Sam fue consignado truncando una carrera al ser cortado del roster del equipo.
El jugador fue trasladado a una cárcel de Dallas, donde en abril se declaró culpable aconsejado por sus abogados para reducir la pena que se establecía en 25 años. Con la decisión, se especulaba una pena de 10 años. Sam aceptó los cargos de intentar comprar y distribuir cocaína y marihuana. En su corta carrera, completó 53 pases completos para un total de 739 yardas y dos touchdowns, según las mismas estadísticas de la propia liga. Detrás del pobre desempeño deportivo, una historia delictiva salió a la luz.
A la realidad de Hurd, lo cubría una fama distinta. El receptor de los Vaqueros de Dallas y los Osos de Chicago, tenía fama de ser un gran padre de familia que se esforzaba mucho por tratar de incrementar su juego. Un aspecto que la fiscalía describió como una fachada para intentar convertirse en un intento de narcotraficante. Durante un periodo de tiempo se especuló que la pena podría ser de por vida si la parte acusatoria demostraba las intenciones firmes de traficar con sustancias prohibidas.
Arribó a la liga siendo una promesa como un receptor confiable, capaz de ser un factor determinante para cambiar un partido. Incapaz de estar a la altura de los pronósticos, se fue diluyendo en un rol secundario del que nunca salió. Lejos de las portadas que tanto deseaba, se inmiscuyó en un vicio que pasó a ser el motivo final de un derrumbe deportivo. Sam se quitó el jersey para ser parte de la gruesa lista de jugadores de la NFL cortados por problemas extra cancha. Sin embargo, la situación de Hurd culminó con una sentencia definitiva.
El ex receptor fue sentenciado a 15 años de cárcel. Lejos de los 25 que se especulaban al principio y cerca de la pena mínima de diez, como lo buscaban sus abogados. Hurd supo estar en los medios de comunicación en un programa de radio y de televisión en Dallas donde era el anfitrión. Ayer, en la misma ciudad, se confirmó que pasará tres lustros tras las rejas. Sam, nacido en San Antonio, saldrá de 43 años.