La Selección Mexicana Sub-17 se enfrenta a Nigeria; quiere ser tricampeón del mundo en Dubai

08/11/2013 - 12:00 am

 

Foto Miseleccionmx
Foto: miseleccion.mx

Ciudad de México, 8 de noviembre (SinEmbargo).– A mediados de julio del 2011, un grupo de comentaristas uruguayos arribaron al Estadio Azteca para cubrir la final del Mundial Sub-17 entre la selección charrúa y México. Instalados en el palco de prensa, inician la transmisión directa para Uruguay. “Hay 120 mil personas en el mítico Azteca, para una final de categorías menores. Una locura”, relató el narrador. En un país triste por los resultados históricos por una selección mayor, un equipo de categoría menor ha colmado de satisfacción a una afición ferviente por la pelota. El Tri fue campeón, convirtiéndose en una potencia internacional con futbolistas sin la mayoría de edad.

Este 2013, la Copa del mundo se llevó acabo en Emiratos Árabes Unidos, alejado de todos los aires pasionales que otros suelos tienen por naturaleza. Ahí, en un territorio transformado para el turismo lujoso, una Selección Mexicana vuelve a tomar las riendas que el Tri mayor ha dejado sueltas incapaz de clasificarse al mundial de Brasil de manera directa. En plena hora del desayuno, un país se paralizará como hace dos años cuando un uruguayo calificó a un Azteca lleno como “una locura”. Lejos de los procesos de seguimiento, los apellidos de las camisetas son diferentes a los de hace dos años, con excepción del entrenador.

A Raúl Erasto Gutierrez le dicen “Potro” por su vínculo emocional con el Atlante. Ex jugador aguerrido, hoy es considerado un gurú infantil que comparte su filosofía en redes sociales. Lejos de aquella melena larga de un lateral confiable en defensa, hoy es un tipo con una mirada analítica y un discurso que ha cautivado a los aficionados acostumbrados a frases hechas salidas desde la boca de entrenadores que desfilan constantemente en la primera división. El Potro estudió en la Escuela Nacional de Maestros. Titulado, un tipo estudioso decidió seguir ligado al mundo de la pelota para continuar con su vocación de enseñar.

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Foto: femexfut.org

Tras perder en el debut frente a la poderosa Nigeria, el ambiente hostil hacia el simbolismo que representa un equipo verde se acrecentó. Un 6-1 doloroso en contra no solo diluía las posibilidades de los dirigidos por el Potro, sino que sepultaba la atención del país hacia el deporte más popular. De pronto, el refrescante social por excelencia era una pesadilla. Pero lo que nunca pudieron revertir en el cuadro grande con cuatro técnicos en dos meses, un grupo pleno de confianza y alejado de todo el entorno majestuoso de idolatría, le plantó cara a la adversidad transformando el panorama para encaminarse a algo histórico.

Victorias consecutivas frente a Irak y Suecia, le dieron la clasificación al Tri menor mientras la gente de a poco comenzaba a grabarse nuevos nombres y apellidos dueños de la pasión renovada. Italia, Brasil y Argentina desfilaron sucumbiendo ante el esquema propuesto por el Profe Raúl. Una tanda de penales memorable frente a los brasileños, (le dio la vuelta a toda la lista) propiciando nuevas emociones mientras la prensa se comenzaba a preguntar lo qué pasaba con esos chicos que triunfan en menores pero, que no han logrado cambiar la triste realidad del futbol mexicano.

Desde el campeonato de Perú en 2005 y la copa encumbrada en el Azteca, muchos jugadores se han perdido en el camino. Unos afectados por la dura selección natural donde sobrevive el más apto, otros borrados por entrenadores preocupados en cumplir con un buen torneo antes de darle seguimiento a un prospecto, una nueva camada llega con fuerza tras superar la adversidad. Ídolos precoces como el arquero Gudiño, el volante Ochoa o el delantero Díaz, manifiestan el buen trabajo que se hace en categorías menores. La idiosincrasia nuestra, deslumbrada por el lujo, parece ser que afecta también a los futbolistas que ven cómo cambia su vida, y de pronto tienen todo al alcance de sus manos.

En el Mundial de Suiza 1954, la favorita y dominante Hungría jugó frente a Alemania tras golear en el debut a Corea del Sur por 9-0, la victoria más holgada en mundiales. El partido fue un trámite para los húngaros, despachando a los teutones por un 8-3. El 4 de julio de aquel año, se volvieron a enfrentar en la final del torneo, con un amplio favorito. Ese día nacería el Milagro de Berna gracias a la victoria germana 3-2. El pundonor de aquel equipo fue vital para el resurgmiento de una sociedad golpeada por la Segunda Guerra Mundial. Guardando distancias considerables, el Potro  Gutierrez y sus muchachos, tienen ante sí la posibilidad de provocar su propio milagro, el de Dubai; y consagrarse tricampeones del mundo.

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