Pep Guardiola implanta su estilo en un Bayern Munich que ha maravillado al mundo

05/10/2013 - 12:00 am
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Foto: uefa.com

Ciudad de México, 5 de octubre (SinEmbargo).- Un hombre bien vestido, exiliado por decisión propia de la marabunta que es el futbol europeo de élite, ha regresado para refrescar a un equipo al que se le veía poco qué cambiar. El Bayern Munich es el mejor equipo del mundo desde el verano pasado cuando borró al FC Barcelona para después ganar la Champions League en el mítico Wembley. Mientras los bávaros conquistaban  la Copa más deseada de todas, Pep Guardiola se mataba aprendiendo alemán en Nueva York con dobles turnos y su meticulosa forma de ser.

La prensa inglesa se rindió ante la genialidad de un entrenador que entiende el futbol de una manera que ha cautivado a millones de aficionados a la pelota. Tan pensante como estratega, plantea los partidos como una partida de ajedrez en su punto más crucial. El Bayern Munich tiene al frente a un tipo calvo que con un tres cero de ventaja, sigue intenso en las indicaciones. La victoria del miércoles pasado ante el Manchester City, dibuja un panorama complicado para los aspirantes al trofeo continental. Desde Alemania, una filosofía se ha refrescado en ideas y en buen juego de pelota.

En las vísperas de un Derby español, Guardiola planeó un cambio de posición para Lionel Messi. La Pulga, encerrada en la banda derecha, se convirtió en centro delantero o como las crónicas informaron “falso nueve”. A la hora del partido, en pleno Santiago Bernabéu, la defensa del Real Madrid lució desconcentrada y vulnerable con el argentino entre los centrales ganándole la espalda a los mediocampistas centrales. “Para mí, los mejores jugadores tienen que estar en el centro del campo”, declaró Pep en Argentina a principios de este año en una conferencia ante estudiantes.

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El nuevo Bayer Munich de Guardiola, no sólo tiene intención de ganar el partido, sino que plantea seriamente los partidos desde el centro del campo con una velocidad inusitada. Al norte de Inglaterra, una lección de futbol le daría la vuelta al mundo más por sus formas que por el resultado. La presión asfixiante fue una cátedra. El cuadro alemán corre como si su vida dependiera de tener la pelota. Enfrente, un equipo portentoso que se hizo rico de la noche a la mañana gracias a una inversión sobresaliente. El Manchester City jugaba de local, y perdió muy visitante.

Pep Guardiola arribó a la zona de bancas para abrazar a su colega Manuel Pellegrini. Los dos esbozaron sonrisas y se dieron un abrazo. Esa fue la única cordialidad. Al minuto siete Ribery abrió el marcador ante el asombro de todos. El catalán apunta a otra temporada arrasadora. La campaña pasada, el Bayern ganó todo lo que jugó. Este año podría establecerse como uno de los equipos más dominantes de la historia. Tras perder la Supercopa de Alemania frente al Borussia Dortmund, un aire de atención puso los pies del equipo de Munich bien puestos en el suelo.

De aquellas caminatas tranquilas en el Central Park de Nueva York, le queda muy poco a Guardiola. La adrenalina con la que vive los partidos desnuda a un hombre entregado al futbol. Cuando Negredo descontó por el Manchester City a minutos del final, Pep hizo un gesto de desaprobación. Mientras el mundo gozaba, aplaudía y difundía el baile monumental de un equipo en toda la extensión de la palabra, su entrenador se molestaba por haber recibido un gol. El marcador fue de 3-1 para los visitantes. Pero fue el silencio y las bocas abiertas de los aficionados los que resumieron lo ocurrido. La filosofía de Guardiola ha vuelto, ahora con un estilo alemán. Ese que le cuesta perder.

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