México llegó a la Feria Internacional del Libro en Costa Rica con la seriedad que cuando tuvo ese honor en Nueva York y Ginebra. Pero, ¿vale la pena económicamente llevar un grupo de artistas nacionales numeroso?
Ciudad de México, 7 de septiembre (SinEmbargo).– Llueve. No queda seco ni un pedazo de nada. Pero aquí, en San José, ya a nadie le sorprende la furia del agua; sólo a los extranjeros, que no comprendemos cómo ni porqué, de un sol que hiere pasamos en unos segundos a una tormenta que no da tregua.
Al fondo de la voz de Ricardo Cayuela, director de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), se escuchará todo el tiempo la música del agua. Sin embargo, en ningún momento subirá la voz para hacerse oír por encima de ésta.
Sobre el grupo de escritores, historiadores, moneros, periodistas, cineastas, músicos, una fotógrafa y un par de talleristas, seleccionados para representar a México en la Feria Internacional del Libro de Costa Rica, Cayuela dice que:
«Es una delegación amplia, plural. Nosotros nos tomamos muy en serio la invitación de Costa Rica de ser país invitado de honor. En México se suele despreciar, ignorar, a Centroamérica. Creo que es un error muy grave. Está bien mirar hacia el norte y mirar hacia Europa, pero no hay que olvidar que nuestra relación de afinidad y de interés nacional más próximo y más intenso es Centroamérica. Entonces preparamos una delegación con la misma seriedad con la que preparamos la de Nueva York y la de Ginebra».
Ricardo Cayuela se refiere a las dos invitaciones anteriores que México tuvo este año para participar como país de honor en encuentros literarios: el Salón del Libro de Ginebra y la Feria del Libro de Nueva York.
Insiste en aplicar el adjetivo de plural a este grupo de escritores y artistas, y explica que la pluralidad va más allá de géneros literarios y actividades artísticas:
«Es plural también en términos de hombre-mujer, género; en términos de posturas ideológicas, en términos generacionales: el dramaturgo es una joven joya de Tierra Adentro, y en la misma delegación nos acompaña el doctor José Sarukhán y el doctor Florescano».
Mario Bellatin, Paco Ignacio Taibo II, Rocío Cerón, Luigi Amara, Ana García Bergua, Víctor Manuel Mendiola, Lourdes Grobet, Rafael Barajas «El Fisgón», Eduardo del Río «Rius», Sanjuana Martínez, Adolfo Castañón, Héctor de Mauleón, Mardonio Carballo, Antonio Saborit y Diego Enrique Osorno, son algunos de los 30 seleccionados para representar a México en esta fiesta literaria, que comenzó el 23 de agosto y terminó el 1 de septiembre.
Con la lluvia aún de fondo, y el aire que juega pequeños remolinos con su cabello, Ricardo Cayuela continúa:
«Si me preguntas cómo se construye eso, bueno, buscando justamente esos ingredientes: que esté todo el mundo representado, que se vea que actuamos con neutralidad en las distintas familias literarias y artísticas del país y que se trata que sea lo más representativa y equilibrada posible».
Parece que Cayuela adivina la siguiente pregunta: ¿Por qué estos y no otros, muchos otros? Sin habérsela formulado, se apresura a responderla: «Ahora, México, ciertamente, como esta delegación puede formar otras muchas, también es cierto. Pero un requisito que nos pusimos es que nadie que hubiera sido invitado a Nueva York y a Ginebra estuviera en Costa Rica, que nadie repitiera ferias, digamos. También tiene que ver con la disposición de los autores y con las peticiones de la propia sede».
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¿UNA APUESTA QUE VALE LA PENA EN TÉRMINOS ECONÓMICOS?
Quizá el siguiente tema no le gusta mucho a Ricardo Cayuela, pero como responsable de la decisión que llevó a México a participar en esta feria, a todos ojos muy pequeña, muy modesta, responde de inmediato y sin detenerse a pensarlo, a la pregunta de: de dónde salió el dinero para que esta participación fuera posible:
«El stand de México lo patrocina íntegramente el Conaculta, incluido el transporte y la venta de los ejemplares, y convocamos a la Caniem (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana), pero a través de la convocatoria de Conaculta. No sólo a los afiliados a la Caniem, sino también a los editores independientes».
Una vez más, el ex jefe de redacción y ex director editorial de Letras Libres, se adelanta a lo que iba a ser la siguiente pregunta:
«Y las expectativas son altas, en cierto sentido, pero sería aventurado hacer cualquier pronóstico. No tiene ningún caso; no sabemos. Traemos cerca de 7 mil títulos, 7 mil libros, perdón, que es un número inmenso para Costa Rica. En todo el resto de la feria hay 40 mil ejemplares, nosotros aportamos 7 mil. Entonces no sabemos si va a ver sobre oferta, si es demasiado o no. Lo que estamos seguros es que hay muy buenos títulos, y a precios muy competitivos».
Ricardo Cayuela está tranquilo. Su estado de ánimo parece coincidir con el estado del tiempo, que por un momento parece serenarse. Su voz se oye clara y casi sin el fondo rítmico que la acompañó la mayor parte de la entrevista cuando dice que es muy probable que el público tico se muestre receptivo ante la oferta cultural de México:
«Se nos olvida que México es un referente cultural para Centroamérica y muchas veces para América Latina. La cultura popular mexicana está enraizada con la cultura popular latinoamericana, y citan parlamentos del cine de oro de nuestra cinematografía, y cantan a José Alfredo Jiménez y tienen intereses muy próximos y siguen mucho la iconografía popular mexicana pero también la alta cultura. La palabra a veces nos pesa y nos incómoda pero es cierto: México es líder cultural de Centroamérica».
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UNA FERIA DIRIGIDA POR UNA PERIODISTA
La construcción en la que se montó la Feria Internacional del Libro de Costa Rica es la Antigua Aduana de la ciudad de San José. Se inauguró en 1891 y mide un poco más de 4 mil 100 metros. Casi toda de ladrillos de adobe rojo, con vitrales circulares y algunos detalles de herrería, es un espacio de belleza austera. Situada junto a la iglesia de Santa Teresita, en el barrio de Aranjuez, la nave principal y el edificio contiguo, conocido como la Casa del Cuño, además del Teatro de la Aduana, son la sede de esta feria, pequeña en tamaño y en volumen de ejemplares que se ofrecen al público, si se le compara, por ejemplo, con la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Aunque el encuentro librero celebra en este 2013 su décimo cuarto aniversario, este año la periodista y filóloga Karina Salguero-Moya la dirige por primera vez.
Un mediodía caluroso, con el sol cortante como preludio de la intensa lluvia que lo bañará todo apenas unos minutos después, SinEmbargo conversa apresuradamente con Salguero, que se muestra inquieta porque después tiene una entrevista en el canal local de televisión más importante de Costa Rica.
«Esta es la décimo cuarta Feria Internacional del Libro de Costa Rica. Por 13 años se había hecho una feria muy ligada a lo editorial, concretamente a la venta de libros. Este año el Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica se unió al esfuerzo de la Cámara Costarricense del Libro y entonces quisimos trascender un poco lo tradicional. Y entonces involucrar otros discursos y otros formatos que entran en juego en la literatura y eso es lo que hicimos: es una feria pero a la vez es un espacio en el que se experimenta la creación literaria y el resto de sus discursos, como la fotografía, el cine, el teatro, y la música».
Con un vestido verde seco y un chongo bien elaborado, Salguero cuenta, cada vez con más prisa, que esta es la segunda vez que México es el país invitado a esta feria, aunque la primera, dice, fue una presencia muy austera.
«En ésta, la propuesta es totalmente diferente. La Cámara Costarricense del Libro lo decidió desde el año pasado, en 2012, y ahora se concreta».
Karina está cada vez más inquieta. Su asistente le hace señas de que ya debe terminar para irse a la otra entrevista. A la pregunta de ¿cuándo fue esa primera vez que México fue país invitado de honor?, responde nerviosamente: «no te podría dar el dato, perdón. Yo sólo esta vez he sido directora. Es mi primera vez».
Pero la prisa parece esfumarse, un instante por lo menos, cuando a esta periodista, editora de las revistas Rara y Orsai, se le inquiere sobre su participación en el encuentro de cronistas, junto a Diego Enrique Osorno y Sanjuana Martínez, así como sobre el estado de la crónica en su país.
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«Vamos a conversar sobre contar historias, sobre los diferentes formatos, los lugares desde los cuales contamos lo que queremos que se sepa, y cómo es nuestra labor de periodistas. Yo pensaría que aquí en Costa Rica hay otras condiciones, pero los mismos peligros. Es una responsabilidad muy fuerte. Y también hay que trascender un poco el periodismo narrativo, esa cercanía que en Costa Rica se siente que la crónica es más literatura que otra cosa. No, no, no, ¿cómo vamos a escribir la historia sin miedo? Creo que la crónica es la mejor herramienta para un periodista para contar qué está pasando y escribir contra eso».
Antes de irse, literalmente corriendo hacia la camioneta que la espera para llevarla a su próxima entrevista, Karina Salguero-Moya confirma las altas expectativas que tiene sobre esta feria, y concluye diciendo que será como «dar un grito y que nos oigan en toda la región».
LOS CARICATURISTAS SOMOS, SOBRE TODO, PROVOCADORES: RIUS
En esta parte vieja de San José las calles son angostas y empinadas, con casitas de muchos colores, de uno o dos pisos. Al fondo, siempre al fondo, se pueden ver los cerros y montes siempre cubiertos de verde. Un verde completo, sin fisuras.
Las nubes, suavecitas y blancas, parece que están trepando por el verde para alcanzar el azul, muy azul, de un cielo que todavía no se ha cargado de lluvia.
Y que de hecho hoy, por una extraña circunstancia, no lloverá. Extraña y singular circunstancia, porque en San José llueve mucho, llueve casi todo el tiempo.
Es el día de los moneros. Una petición expresa de la Cámara Costarricense del libro, según se entera esta reportera, a los encargados de organizar la delegación de México en esta feria, fue que estuviera en ella Rius, el monero que, siendo un joven llamado Eduardo del Río, abandonó el seminario en donde estudiaba para cura.
A este dos veces premio nacional de periodismo lo acompañará Rafael Barajas El Fisgón, quien siempre tímido y modesto, dice que «el trabajo de Rius es muy conocido porque él es un ícono latinoamericano», y afirma que él fue invitado a presentarlo y a conversar con él ante el público: «básicamente venimos aquí a tener un diálogo sobre lo que es el humor y la caricatura, y venimos a apoyar la participación de México en la Feria de Costa Rica. A mí me da mucho gusto estar aquí y sobre todo me da mucho gusto llegar a un país en el que la nota roja no es lo principal».
Mientras El Fisgón conversa con SinEmbargo, Rius firma libros, o simplemente saluda y responde a quienes se acercan a él para entablar breves conversaciones. Esto confirma lo que ha dicho Rafael Barajas: que es muy conocido aquí.
Lo primero que dice es que está «un poco sacado de onda», porque no esperaba que en Costa Rica lo conociera tanta gente.
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Además coincide con El Fisgón en que es bueno llegar a un país en donde la guerra no es noticia, y añade: «yo me siento aquí como en la gloria porque una de las cosas que he llegado… no a odiar, porque yo ya trato de no odiar a nadie, pero sí de que me molesta mucho es la presencia de los militares en el poder, y sobre todo ahora con lo que está pasando en México, la presencia de los militares en las calles, y eso no nos lo merecemos los mexicanos, pero como decía Cristina Pacheco ‘Aquí nos tocó vivir’, y hay que apechugar con todo».
La gente que lo está esperando para que siga firmando sus libros lo escucha fascinada. Rius ríe mucho; sus lectores, y hasta los curiosos que pasan y preguntan: «¿quién es?», ríen con él. Dice que él y El Fisgón han pensado entablar un diálogo sobre la Iglesia católica.
«Espero que aquí la gente en Costa Rica no se escandalice demasiado, pero que sí se escandalice», dice, y vuelve a reír. «Finalmente los caricaturistas como El Fisgón y yo somos sobre todo provocadores. Estamos provocando que la gente reaccione».
LOURDES GROBET: ASOMARSE AL MUNDO DE LOS INDIOS URBANOS
Pelo corto y cano, voz gruesa y mirada dura, esa mirada que transforma a los objetos y a las personas en donde se fija, Lourdes Grobet se coloca al frente de su fotografía de El Santo, el símbolo indiscutible de ese mundo al que, desde hace muchos años, decidió meterse hasta las entrañas, para, fascinada, retratarlo.
«Tuve siempre, desde niña, ganas de explorarlo, y cuando entré a hacer fotos me sorprendió sobre todo la riqueza que encontré porque ahí descubrí al México que me interesa, al México profundo. Ellos son, realmente, los indios urbanos, la gente del pueblo que me interesa, y a través de 30 años de trabajo he conocido al país y me ha dado una gran riqueza de conocimiento, lo cual agradezco porque realmente aprendí mucho de ellos».
Más allá, en otra pared del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de San José, una construcción color crema de techos altos que recuerda a una antigua fábrica, se encuentra Blue Demon con un elegante traje blanco; una luchadora con todo y su máscara dándole un biberón a su bebé; otro más que se retrata junto a su perro, enorme, imponente; muchos más, rostros cubiertos, historias de pobreza y exclusión, de las que sólo pocos consiguen escapar.
«Cuando entré haciendo acción me di cuenta de qué tan importante era el público, luego conocer esas mujeres maravillosas, y no solamente saber de qué trabajaban aparte de estar en el ring, y más allá porque todas son personas normales, con familias, con casas y problemas. Entonces, como hubo una buena relación con ellos empezaron a abrirme sus casas y fui a visitarlos, a convivir con ellos, a conocer a sus familias porque todo el mundo conoce a un luchador en el ring, pero ¿qué hay atrás de ello?»
La exposición se llama igual que el libro que Grobet publicó con Trilce Ediciones: Espectacular de lucha libre, que, por supuesto, también se presentó en la Feria del Libro.
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EN EL PALACIO DE CRISTAL: EDITORIALES INDEPENDIENTES… Y SOUVENIRS
Junto a la Antigua Aduana está La Casa del Cuño, un edificio moderno con esqueleto de acero y piel de cristal. Ahí la Feria abrió espacio a las editoriales independientes, desde las más conocidas, como Germinal, Lanzallamas y Espiral, hasta las más nuevas y discretas, creadas por gente muy joven que un día decidió que ya no iba a sentarse a esperar a que le publicaran, y empezó a hacerlo con sus propios medios.
Por ejemplo, Óscar Ruiz Schmidt, editor fundador de Cornu Copia Zine:
«Es un proyecto de fanzine que empecé el año pasado, a raíz de mi cercanía con un grupo de ilustradores y fotógrafos. Tenemos muy pocos textos y más bien es visual el material, y son fanzines con fotografía e ilustración. Especie de monografías».
Óscar está orgulloso de mostrar sus publicaciones, todas de formato pequeño, media carta, con pocas hojas y a menudo sólo a dos tintas.
«La idea inicial era, primero tener una excusa para publicar, segundo, auto publicar, después de que habíamos probado en litografía y tirajes de volúmenes que requerían una inversión muy grande de capital, y después una estrategia de distribución, de circulación. Este formato resulta que es mucho más fácil de producir porque imprimimos en inyección de tinta».
Inti Pacheco, de The Black Hand Circle, también anda por ahí. Su material es muy parecido al de Cornu Copia Zine, tanto, que a primera vista es casi imposible distinguirlos. Con su cara de niño y un fuerte acento costarricense, el editor y director explica su proyecto:
«Es una editorial independiente, bastante pequeña. Lo que hacemos es publicar el trabajo de fotógrafos y gente que está empezando a escribir; jóvenes que realmente están tratando de sacar su trabajo adelante, artístico, cultural. Todo se hace con una fotocopiadora de oficina, y los ensamblamos nosotros, desde cortarlos hasta engraparlos, diagramarlos, diseñarlos. Todo lo hacemos nosotros. Es una cosa no sólo del fanzine, sino de la filosofía del hazlo tú mismo».
En la Casa del Cuño, además de editoriales independientes, hay vendedores de bolsas, mochilas y carteras hechas con plástico reciclado; joyería de fantasía que se anuncia como diseño de semilla costarricense; bolsas de piel y otros artículos de «diseño exclusivo».
No es nada raro, ya que aunque la Antigua Aduana (y por lo tanto la Casa del Cuño) es propiedad del Ministerio de Cultura y Juventud, se usa por igual para albergar a la Feria del Libro, a una exhibición y venta de artículos navideños, a la exposición nacional de orquídeas, o bien a la Costa Rica Fashion Week, que se realizó apenas tres semanas antes que la reunión literaria.
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