Ciudad de México, 29 de agosto (SinEmbargo).– Jean-Maurice Duval tienes piernas rotas, su brazo izquierdo está paralizado y sus siete costillas partidas apenas lo dejan respirar. Su cara llena de polvo le nubla la visibilidad pero se alegra de estar vivo. Gritos y lamentos se escuchan a lo lejos pero el silencio es el que predomina en el apocalíptico panorama. El 12 de enero de 2010, un terremoto de 7.2 grados destrozó las ilusiones de Haití, un país sumido en una profunda pobreza. El ginecólogo Duval, estaba en una clínica que colapsó. Cuando pudo recobrar la conciencia, el instinto de supervivencia fue el que actuó.
En Arizona, las noticias impactan de sobremanera a cuatro personas que entre los nervios, comienzan a actuar. Nadine Duval es médico al igual que su marido que lucha por salir de entre los escombros. Cuando logran comunicarse, el mensaje desde Puerto Príncipe es desalentador. Como si de sus últimas palabras se tratara, Jean- Maurice se despide mientras su mujer colapsa. Victoria Duval, de 14 años, observa todo sin saber que el lamentable episodio le dará una fuerza única que hoy recorre el mundo para volver a encumbrar al deporte con una historia de supervivencia.
Victoria nació en Miami, pero se fue a vivir con toda su familia al país caribeño. Ahí, cuando tenía siete años, fue víctima de un asalto en casa de una de sus tías. Ella y sus siete primos tuvieron una pistola que los apuntaba por cuatro horas mientras los ladrones vaciaban su hogar. Nadine, una mujer que prioriza sus emociones, decidió que aquel panorama no era lo que quería para sus pequeños y regresó a la Florida mientras su esposo se quedaba impartiendo como ginecólogo. Una familia separada sería el punto inicial de una historia digna de contar.
El primer amor de Victoria fue el ballet generando buenas impresiones entre las juveniles norteamericanas. Sus dotes como atleta, determinarían el futuro de una futura estrella. Tras la mudanza a Atlanta con toda su familia comenzó a tomar clases de tenis con Brian de Villiers, entrenador destacado en categorías de menores. Con raqueta en mano, cambiaría su vida por completo. El talento de una nueva figura relucía del resto. Tenía 15 años, pero su mirada le daba un aire de madurez que solo la adversidad da. Victoria Duval comenzó su carrera juvenil sola, con el carácter que su madre le heredó.
En Wimbledon de 2011 compitió en juveniles con la gracia de que no contaba con un entrenador oficial. La anécdota despertó curiosidad en los periodistas que de inmediato comenzaron a investigar. Duval era una niña de mirada curiosa y voz risueña que no se acostumbra a los micrófonos. Siempre con unos lentes, tiene a los 17 años esta edición del US Open en sus manos. Este martes, el talento de Victoria pudo más que la australiana Samantha Stosur, ganadora en 2011. La primera ronda del último Grand Slam del año, ha puesto a Duval en la palestra del mundo.
Aquel 2010, su padre pudo salir y ser trasladado a Estados Unidos. Hoy trabaja en Canadá, mucho más cerca de los suyos. Hace dos días viajó a Nueva York para ser testigo de algo inolvidable. Vestida de rosa, Victoria saltó dos veces mientras un grito de alarido salía por su boca. La grada del estadio Louis Armstrong se entregó a la nueva sensación. En la entrevista, un discurso maduro con voz de niña cautivó a todo aquel que lo escuchó. Sobreviviente de la adversidad, los Tie-breaks en contra, son poca cosa. “Todos los días le agradezco a Dios por todo lo que me pasa, la vida es corta”, cerró Victoria quien solo juega por divertirse.