Ciudad de México, 17 de agosto (SinEmbargo).- En su casa lo llamaban por su segundo nombre. ¡Rafael! Le gritaban sus padres para que se metiera a comer. En Santurce, barrio de San Juan, un pequeño niño amante de los deportes, crecía entre el calor y el ambiente atlético. San Juan, tierra caribeña de gente alegre donde el beisbol se juega después de santiguarse. Como una religión, los puertorriqueños viven nueve entradas desprendiéndose de su cordura mental en pos de hits que les hagan latir el corazón. La familia Posada, tuvo en uno de sus miembros, a un baluarte preciso que daría muchas alegrías.
Al niño Rafael se le conoció durante 16 temporadas como Jorge. Jugador leal, utilizó una sola franela, la de más alta tradición en Grandes Ligas para dejar un legado detrás del plato. En cuclillas, atento a la bola, se forjó como un hombre de casa. Un pelotero que siempre cumplía. En la ofensiva, su peor racha sin hit fue de 11 turnos al bat. Un beisbolista completo seleccionado en la ronda 24 del draft de 1990. El chico proveniente del Calhoun Community College en Alabama, llegaba sin ruido para ganarse un lugar. Cinco temporadas en filiales fueron la prueba de paciencia que Jorge superó.
“Termino aquí, y con humildad como dice mi mamá, me despido y espero estén orgullosos de mí”. El 24 de enero de 2012, en una conferencia de prensa transmitida en vivo por los canales deportivos de Estados Unidos, Jorge Rafael Posada Villeta, anunció su retiro de la vida profesional vistiendo un traje azul y acompañado de su familia. La voz se había quebrado por completo mientras el único ruido que había era el de los flashes que disparaban los fotoperiodistas desde sus cámaras.
El 20 de los Yankees se ganó un lugar yendo de menos a más en una institución que refleja mucho a la cultura estadounidense. De aspecto sereno, su temple le dará un lugar en el Salón de la Fama de Cooperstown. Posada es uno de cinco Catchers en la historia de la Gran Carpa en conectar 1500 hits. Hombre señalado por el destino, estuvo siempre preciso en momentos donde a su bat se le pedía conectar. Muchas de las 1065 carreras que impulsó, hicieron explotar a la grada neoyorkina. Las lágrimas que brotaron después del anuncio del adiós, fueron acompañadas por muchas más desde los hogares que veían irse a uno de sus últimos ídolos.
Inspiración de tantos, Jorge, que hoy cumple 43 años, le encontró un nuevo motivo a la vida cuando a su pequeño hijo de mismo nombre le fue detectada craneosinostosis a los 10 días de haber nacido. Una enfermedad que une prematuramente los huesos de la cabeza del bebé. Diversas operaciones le fueron realizadas bajo la atenta mirada de Jorge y Laura Posada. El comprometido pelotero, armó una fundación dedicada a la investigación de estos males, además de contribuir con el apoyo a familias que no pueden solventar los caros gastos médicos. La Jorge Posada Foundation es ahora el principal empleo del ex Yankee.
“A mi madre Tamara, a mi padre Jorge y mi hermana Michel”. Lloraba Jorge mientras agradecía el apoyo a 16 años de carrera. Atrás quedó la imagen de aquel juego perfecto de David Wells en 1998 con Posada detrás del plato siendo parte de la historia, las 4 series mundiales que ganó y el último periodo de lesiones que lo llevaron a cambiar de posición en el diamante. “No me veo jugando a la pelota. Ahora mi familia y la fundación es lo que más me importa”, declaró a principios de este año, acabando los rumores de un posible regreso. Jorge, con su hijo de 11 años al lado, lloraban aquel día del adiós, pero sobre todo por estar juntos.