Ciudad de México, 26 de julio (SinEmbargo).- Ricardo La Volpe tomó el mandato de la selección nacional en 2002 tras la fatídica eliminación mundialista frente a Estados Unidos. “Al mundial vamos caminando”, soltó a la prensa con esa confianza prepotente que alimenta los titulares de los periódicos. El argentino armó un equipo que fue reconocido en la Confederaciones de 2005 y cumplió con la promesa de no tener problemas en la eliminatoria. En el mundial de Alemania, el nivel bajó y otra vez no se pudo acceder al tan soñado quinto partido.
El proceso mundialista del argentino arraigado en México, ilusionó a la afición que volvió a pisar el suelo en Alemania. A pesar del lamento, el recuerdo queda como el único entrenador de los últimos años en cumplir un ciclo mundialista. El banco de la selección mexicana, equipo que aspira a entrar en la primera clase del futbol mundial, es una silla caliente por lo que el futbol genera en el país. Constantemente señalado, el elegido goza de un salario alto y un sinfín de partidos al año mientras la prensa lo tiene en la bajo la lupa.
José Manuel “Chepo” de la Torre asumió el cargo en 2011 luego de un intenso debate sobre sí sería él o Victor Manuel Vucetich el encargado de llevar a México al mundial de Brasil 2014. Toluca tuvo que ceder, una vez más, a su director técnico. Los dos primeros años del mandato, fueron una muestra del carácter disciplinado del nuevo estratega. Jugadores asumieron que las cosas funcionarían en base a la estrategia de una persona que había convertido en oro lo que había tocado.
A Chivas le regresó la gloria con el campeonato once tan añorado en cancha de Toluca. El Guadalajara de Chepo jugaba con una intensidad que hasta la fecha se sigue extrañando en las instalaciones del rebaño. En Toluca se acopló a los jugadores para continuar con la senda triunfante del cuadro escarlata, al que le dio dos títulos de Liga. Con buenos números en el palmarés, su contratación fue bien vista por todo el ámbito nacional pendiente del futbol.
Chepo perdió su primer partido 8 meses después de asumir en un amistoso frente a Brasil en Torreón. México jugaba, gustaba y ganaba. Pragmático, diseño un cuadro enfocado en mantener el orden táctico que le daba al jugador variantes para desenvolverse al ataque. En 2012, perdió dos amistosos, uno frente a Estados Unidos en el Azteca. Su proceso era avalado. A dos años del mundial, se comenzó a soñar con una participación histórica en suelo sudamericano.
Enfermos de la fiebre del Oro Olímpico, el entorno del seleccionado se enrareció en un sinfín de anuncios publicitarios que distrajeron al equipo. Durante este año, se han ganado solo cinco partidos de 17 disputados. Una victoria en seis juegos eliminatorios. Números, que ponen en serio riesgo la clasificación de cualquier equipo en el mundo. Beneficiados por la endeble zona de la Concacaf, parece imposible quedar fuera de los 32 invitados que acogerá Brasil el próximo año.
Con la geografía a favor, la principal preocupación pasa por el accionar del equipo. Un juego que no presenta variantes, ahogado en imprecisiones y carente de una imagen que sea líder. En el banco, el discurso se ha vuelto hostil hacia el entorno con excusas sin sentido muy al contrario del pensar nacional que ha inundado las redes sociales con el Fuera Chepo. “Aquí los que mandan son los dueños”, dijo tras quedar eliminado frente a Panamá en semifinales de la Copa Oro, menospreciando la petición social. El lunes, los dirigentes mexicanos tendrán una junta para determinar los pasos a seguir mientras se empieza a especular con un probable sustituto. Los números, que ahora le dan la espalda, aunado al pobre accionar, parecen determinar el futuro de un entrenador que quiere morir con la suya.