Ciudad de México, 15 de julio (Sin embargo).- El pequeño Tim Lincecum escucha las canciones de rock que su padre no deja de poner en el coche. El trayecto es largo, el oído del niño crece con los Beatles mientras se afina. Un futuro músico prominente se está educando. Chris, su padre, tan activo baja del coche para después ponerse un guante de béisbol y jugar con su hijo. La conversación inicia sobre música, y termina sobre la forma adecuada de tomar la pelota para lanzarla. Tim es una esponja, absorbe todo lo que su papá y su hermano mayor le enseñan. Sean Lincecum quiere ser profesional, tiene la fortaleza y la altura para serlo, incluso en la National Football League. Tim lo admira.
Cuando Sean crece, la familia va a verlo jugar. Chris está con su hijo mayor lanzando pelotas. Tim, desde la grada, imita cada movimiento que hacen. En medio de los bancos, se para y hace como que lanza al mismo tiempo que su hermano suelta la pelota. Sean va avanzando, tiene talento innato para cualquier actividad atlética. Su cuerpo le permite tener la oportunidad de soñar con vivir en el deporte de alto rendimiento. Los Lincecum se entregan a la carrera del talentoso. Años después, con todo el esfuerzo dado, la carrera de Sean se trunca por una lesión. Tim, un chico delgado mucho menos fuerte, tiene un oído prodigioso para la música. Es una de esas personas capaz de hacer cualquier sonido. Un privilegiado que está triste. Su hermano llora desconsolado.
Tim jugaba béisbol con el talento del gen natural de su familia. Producía grandes jugadas, sorprendentes incluso para su tamaño. Su físico, principal impedimento para trascender, se atraviesa de vez en cuando. Al hijo menor le gusta cantar, tocar instrumentos, escucha música todo el día, pero el béisbol es lo que le roba el alma. Frustración tras frustración llegan cuando hay que participar en un partido importante, Tim se queda en el dogout sin jugar. "Es muy pequeño", dicen los entrenadores.
Chris se entrega a su hijo menor como lo hizo con Sean. Sus habilidades incrementan mucho mejor que los demás, su fortaleza aumenta con un programa impuesto por el padre obsesionado con ver feliz a su hijo. Es desde la lomita, el lugar más solitario del mundo, donde el brazo se le calienta y retira oponentes. Su talento le da un lugar en temporadas regulares de la Liberty High School de Washington, la velocidad de sus lanzamientos rebasa las 90 millas Los scouts de distintos equipos de ligas mayores, comienzan a observarlo. Chris lo protege.
Pasaron nueve equipos por la casa de los Lincecum, ninguna oferta les proporcionaba seguridad, Tim seguía lanzando en el amateurismo mientras era rankeado alto y ganaba premios por sus habilidades. El pitcher de la familia esperaba un gran llamado sin prisa. Se divertía lanzando con su pelo largo abajo de su gorra. Era un bajista de grupo de rock vestido de beisbolista. Un delgado sujeto al que le quedaba flojo cualquier uniforme que se ponía comenzó a ser objeto de deseo de las Grandes Ligas. Los lanzamientos desde su mano derecha, podían alcanzar las 101 millas. Más de 150 km/hr.
Cuando varios scouts se dieron por vencidos e incluso concluyeron que no tenía una mentalidad para el profesionalismo, los Gigantes de San Francisco llevaron al joven talento a la bahía en 2006. Tras unos meses en ligas menores, donde Tim hacía lucir mal a bateadores prospectos, fue requerido en 2007 para el equipo grande. En San Francisco, Tim se curtió. Con un estilo electrificante, el de pelo largo se volvió un referente ganando dos premios Cy Young por su habilidad en el la lomita. Tras cuatro años de haber llegado, fue campeón de la Major League Baseball con una inolvidable actuación en el último partido frente a los Rangers.
En el vestuario le dicen "Freak", y son admiradas sus habilidades musicales. Mientras su oído y voz son de músico, su brazo da alegrías en el diamante. El pasado 13 de julio, Tim lanzó su primer juego sin hit ni carrera en la victoria 9-0 de los Gigantes ante Los Padres de San Diego. La música suena en su cabeza, dejando de lado el pelo largo, un serio Lincecum recibió la ayuda y los abrazos de todo su equipo conscientes del talento que hay en su pitcher. Acomodado en la historia, a sus 29 años, la carrera del hijo menor de Chris, está en busca del juego perfecto.