Ciudad de México, 29 de junio (SinEmbargo).- “El error humano es la sal del futbol”, dijo en más de una vez Joao Havelange, presidente de la FIFA de 1974 a 1998. El brasileño estaba en contra de todo argumento o pequeño artefacto que implicara quitar responsabilidad a los árbitros a la hora determinar alguna decisión que cambiara el curso de un partido. El resultado de tanta negativa fueron años de retraso con respecto a otras disciplinas donde los avances tecnológicos tenían una importante relevancia, pero el futbol hizo caso omiso.
Fue hasta este Mundial 2014 donde la FIFA se comprometió a usar la tecnología. Diversas cámaras se han colocado estratégicamente en los techos de los estadios para señalar si una pelota cruzó o no la línea de gol. En cuanto a los fuera de lugar, la decisión seguirá siendo de los árbitros sin importar las lamentaciones o quejas de los que puedan resultar afectados por equivocaciones. Un primer avance hacia nuevos caminos que tal vez en el futuro puedan envolver al futbol en una armonía con la tecnología.
Mientras esto pasa en el profesionalismo, donde la FIFA se niega a acoplarse a los nuevos roles sociales donde la conectividad y la “absurda” que se ha vuelto la distancia geográfica, en el resto del mundo hay gente innovando con sus pasiones de la mano de nuevos conocimientos que cada año nacen para mostrarnos una nueva forma de ver las cosas. Desde lo más absurdo hasta lo más complejo ha pasado por mentes creativas ávidas de dar a conocer su trabajo. Si el futbol le da la espalda a la innovación, la tecnología, nada rencorosa, ha armado su propio escenario.
En la ciudad de Eindhoveen, Holanda, hay un complejo de diversas canchas con superficie verde con gradas a su alrededor simulando un estadio digno de un equipo de alguna división menor inglesa. Los que juegan ahí son seres controlados por seres humanos que han sabido combinar sus dos más grandes pasiones. La Robocup se lleva a cabo ante la atenta mirada de la gente curiosa por ver un espectáculo distinto. Estudiantes de muchas partes del mundo han armado su propio torneo sin tantos lineamientos estrictos de la FIFA y con la tecnología de la mano para mostrarle a muchos dirigentes que el futbol no es un negocio de unos cuantos.
El mismo día en que Brasil y España se disputen la Confederaciones, la Robocup estará llegando a su fin. Las mesas puestas al lado de las canchas tienen un montón de computadoras conectadas en una telaraña de cables que conviven entre sí dirigiendo a sus creaciones en pos de la portería rival. Tarjetas amarillas salen si alguna falta es considerada excesiva. “No es solo futbol. Es sobre la tecnología atrás de los robots para que pueda ser usado en diversas industrias”, señala un estudiante australiano.
Vestidos con distintos colores, en dos equipos de cinco robots cada uno, los partidos tienen todas las reglas del futbol moderno. Un penal se patea ante la expectación de los asistentes mientras el portero observa atento al tirador que se acomoda lentamente. En la mesa de los costados, los que controlan están de pie a punto de tomar la importante decisión. El futbol se ve dignificado con este tipo de eventos. Ahí en Holanda, donde la palabra libertad adquiere mucha relevancia mental, la tecnología se apoderó de la pasión gracias a la mente de uno jóvenes que no quieren saber nada de protocolos de la FIFA.