HAMBRE, MÁS CERCA DE LO QUE SE CREE

21/04/2013 - 12:00 am

El hambre es un problema que habita más cerca de lo se podría creer. En todos los rincones del país, pobres o no, existen personas que en este mismo instante -sea cual fuere la razón-, no han probado alimento.

Sexenio tras sexenio no ha existido un verdadero programa social para combatir el hambre en nuestro país. En enero pasado, el presidente Enrique Peña Nieto anunció la Cruzada contra el Hambre que busca transformar la vida de 7.4 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema y carencia alimentaria, según cifras gubernamentales. Sin embargo, esta intención se ve más como un proyecto con fines políticos que sociales (La Cruzada: lo que se temía en realidad).

Pasar hambre o estar desnutrido, también en ocasiones, está relacionado con la falta de información, la poca disponibilidad y altos precios de la comida saludable, dando paso libre a la comida chatarra con escasos nutrientes y a precios accesibles, que van de la mano con un estilo de vida más demandante en términos laborales y estéticos, por ejemplo.

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A pesar de que la alimentación y la nutrición tienen una relación muy estrecha entre ambas ambas, suelen ser cosas distintas. La alimentación engloba aspectos sociales, culturales y psicológicos; mientras que la nutrición únicamente se refiere a un proceso celular, por lo tanto, biológico.

Hablar de alimentación es hablar de la obtención física de alimentos, la manera en que se consiguen, su selección, preparación y consumo. Por otro lado, al hablar de nutrición, refiere un proceso por el cual una célula toma, asimila y aprovecha, las sustancias que se encuentran en los alimentos.

Las personas que pasan hambre –carencia de alimento- de forma crónica están subnutridas. No comen lo suficiente para tener la energía necesaria que les permita desarrollar una vida activa. Su subnutrición les dificulta el estudio, el trabajo o la práctica de cualquier actividad que requiera esfuerzo físico.

El hambre constante debilita el sistema inmunológico y hace a una persona más vulnerable a enfermedades e infecciones. Cada día, millones de personas en el mundo ingieren tan sólo la cantidad mínima de nutrientes para mantenerse con vida.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), las estimaciones indican de los avances en la reducción del hambre en los últimos 20 años han sido mayores de lo que se creía anteriormente y que, si se redoblan los esfuerzos, tal vez se pueda alcanzar la meta sobre el hambre establecida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) a nivel mundial para el año 2015. Sin embargo, el número de personas que padecen subnutrición crónica sigue siendo inaceptablemente elevado y la erradicación del hambre sigue siendo un gran desafío a nivel mundial.

La representación de la FAO en México dio datos de 2012 que indicaban que “el porcentaje de subnutrición en México es menos de 5%”. Aunque el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) señala que en 2010 el porcentaje de personas con carencia por acceso a la alimentación en México representaba 24.9 por ciento de la población.

A continuación, se narran tres escenarios distintos, donde de manera perspicaz, la postergación de la alimentación es parte de la vida diaria de muchos mexicanos por diversas circunstancias.

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Amador trabaja cerca de 12 horas diarias. No estudia, trabaja acomodando coches en un restaurante de la Condesa, en el Distrito Federal. Con tan sólo 20 años decidió enfrentarse al mundo e independizarse de sus padres. “No ha sido cosa fácil”, confiesa. Renta un pequeño departamento junto con unos amigos. Su trabajo le permite pocos lujos, aunque no se queja demasiado.

Vive en la colonia Centro de la ciudad. Gana menos de seis mil pesos al mes, que significa más de tres veces el salario mínimo. Pero aún así, no le alcanza.

“Nunca como bien. Me gustaría cocinar, pero no tengo tiempo. Compro cualquier cosa en la calle: tortas, tacos, gorditas y comida corrida”, dice el muchacho.

Pese a que trabaja en el estacionamiento de un restaurante, Amador no aspira siquiera a que el dueño le ofrezca un bife, de esos que a diario se sirven en el establecimiento. “Yo no trabajo para el restaurante, yo trabajo para una empresa de Valet Parking. Pero no estaría mal que me regalaran por lo menos agua, porque hasta eso yo la tengo que comprar”, expresa con indignación.

• ¿Cuánto gastas en alimentos? –Se le pregunta al joven-.
Depende del día, si tengo dinero o no; pero normalmente 150 diarios –responde el “Valet Parking”.

• ¿Qué desayunas?
Pues depende de donde esté. Tortas y tacos es lo que más…

• ¿Cómo está tu salud?
Bien, aunque casi siempre me duele la cabeza. Sólo en tres ocasiones me he sentido mareado, pero nada grave.

Un informe elaborado por la Universidad Obrera de México (UOM), detalla que el reducido poder adquisitivo de los salarios mínimos ocasiona el difícil acceso de la población a los bienes más elementales para vivir, incluidos los alimentos.

Sólo por poner un ejemplo: para que una familia pueda estar bien alimentada se requiere de al menos seis salarios mínimos al día, porque de lo contrario, no podrá llegar ni a la quinta parte de las calorías necesarias, indica el informe llamado Desnutrición y obesidad, la cara visible de la catástrofe alimentaria en México.

Amador se sonroja al preguntarle si quisiera comer mejor. “Me gustaría, pero no se puede. Enserio, hay veces que tengo que pagar la renta y no tengo dinero”.

No en vano la UOM asegura que los salarios ni siquiera alcanzan a los trabajadores para que puedan acceder a una buena alimentación, mucho menos para resolver necesidades como vivienda, salud, educación, vestido y cultura.

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“No es una buena elección lo que (Amador) hace. Con ese dinero (que no es mucho) puede comprar otro tipo de comida”, detalla el Licenciado en Biología por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco (UAM-X)

Asegura que los alimentos como tortas y tacos normalmente son caros. Sumado a eso, el experto aconseja que Amador debe cambiar su estilo de vida para que le dé tiempo de preparar sus alimentos, de ese modo gastará menos y estará siempre bien alimentado.

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Ella es Ana, quiso tener un nombre falso para contar esta historia. No es que le dé pena contarla, pero simplemente no quiere que sepan su identidad. Desde hace años combate el hambre con mariguana, tabaco, alcohol y agua, mucha agua. También toma medicamentos “controlados” para dormir y así no comer. Dice no tener un problema con la comida, pero se “sentiría mejor si no tuviera que alimentarse para vivir”. Tiene 24 años, fue a la universidad, hoy trabaja como cualquier otra joven emprendedora.

“A muchas personas les cuesta aceptarte porque necesitan estar dentro de un cierto estándar social. Hay quienes piensan que si no están dentro de determinado círculo no tendrán dinero, respeto o admiración”, explica Israel Luna.

• ¿Cuál es tu problema con comer y con el hambre, Ana?
Dejo de comer por mi estado de ánimo o por motivos estéticos.

• ¿Desde cuándo haces esto?
Va y viene desde siempre. Generalmente depende de mi estado de ánimo, eso me lleva a hacerlo, o si siento que engordé pues me modero mucho con la comida o aplico la de vomitar.

• ¿Hay algún platillo que disfrutes comer sin tanta culpa?
Ninguno, todos tienen algo de peligroso.

• ¿Cómo va tu salud, interfiere con tu trabajo o demás actividades?
Interfirió algunas veces, pero aprendes a controlarlo pronto.

• ¿Qué piensan tus amigos y familia de esto?
Pues al principio se preocupan (amigos), después sólo se acostumbran. Por parte de mi familia sí estoy vigilada cuando es la hora de la comida…

De acuerdo con autoridades de la Secretaría de Salud federal, la bulimia es una enfermedad de causas diversas (psicológicas y somáticas), que produce desarreglos en la ingesta de alimentos con periodos de compulsión para comer, con otros de dietas abusivas, asociado a vómitos y la ingesta de diversos medicamentos (laxantes y diuréticos). Es una enfermedad que aparece más en las mujeres que en los hombres, y que normalmente lo hacen en la adolescencia y dura muchos más años.

La anorexia nerviosa consiste en una alteración grave de la conducta alimentaria que se caracteriza por el rechazo a mantener el peso corporal en los valores mínimos normales, miedo intenso a ganar peso y una alteración de la percepción del cuerpo. Generalmente la pérdida de peso se consigue mediante una disminución de la ingesta total de alimentos. Aunque los anoréxicos empiezan por excluir de su dieta todos los alimentos con alto contenido calórico, la mayoría acaba con una dieta muy restringida, limitada a unos pocos alimentos, acompañado muchas veces por ejercicio físico excesivo.

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El segundo paso –dice el nutriólogo-, está relacionado con cambiar de ambiente social. “Si una persona está dentro del modelaje y las demás personas a su alrededor padecen estos trastornos, pues estará tentada a seguir este patrón”.

¿Pero acaso todo engorda (o es peligroso) como dice Ana? “La comida, desde el punto de vista nutritivo no es buena o mala. Sin embargo, en la condición de la alimentación, las personas le asignan etiquetas: para alguien una gordita de chicharrón puede ser buena y para otra persona una lechuga es mala. Lo cierto es que en el sentido energético, todos tienen la capacidad de sobrepasar las calorías. En esa idea todos los alimentos engordan, por eso cada uno tiene una función específica, por eso necesitamos de todo tipo, aunque no se debe abusar en algunos casos”, detalla el también biólogo.

Ana afirma que está o ha estado en tratamiento psicológico, pero eso no le ha impedido vomitar a escondidas. “Si me da un ataque de ansiedad donde generalmente como hasta reventar pues… vomito. Me cercioro de que nadie me pueda ver, escuchar o que por lo menos no sea sospechosa mi actividad. Es fácil esconderse”, expresa sin mayor sorpresa.

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Rafael tiene todo lo que quiso durante su adolescencia: un coche nuevo, un departamento (que adquirió con un crédito), un trabajo estable y una vida amorosa.

Tiene 35 años y pasa la mayor parte de su tiempo en una oficina contable ubicada en Paseo de la Reforma, DF. “Casi no tengo tiempo de comer. Cuando tengo que entregar informes trimestrales o cuando hay que entregar cuentas anuales de un cliente ni siquiera pienso en comida. Se me olvida totalmente”, narra el licenciado.

• ¿En qué momento pruebas un alimento?
En las mañanas desayuno en mi casa algo ligero. Casi no como en el trabajo, aunque a veces hay comidas con clientes. Sí llego a cenar, pero a veces prefiero dormir.

• ¿Qué es lo que más comes?
En las mañanas café o pan con un licuado. En las tardes si es que tengo tiempo, carne o cualquier sándwich. La cena es variada, a veces sólo cereal.

• ¿Has tenido problemas de salud?
Dolor de cabeza. Y me canso mucho más que antes.

“Los oficinistas presentan dos cosas: periodos de estrés muy prolongados y un estado sedentario. Necesitan alimentos que los sacien y que distribuyan energía de manera pausada, como las frutas, verduras y cereales integrales. Este tipo de alimentos no afectan el nivel de energía y sus calorías no afectan porque se pueden quemar con el estrés”, explica el biólogo Israel Luna.

También, Luna aconseja tener cuidado cuando se tienen tiempos cortos para comer, pues es en esos lapsos donde se pueden consumir grandes porciones de alimento. “En esos breves momentos las personas no ponen atención a su nivel de saciedad. No importa la cantidad, si les ponen una gran porción, debido a la presión y al tiempo limitado, ten por seguro que se lo comerán todo”, expresa el especialista.

Pasar más de ocho horas en la oficina, la mayoría de las veces sentado frente a un monitor, además de incrementar el sedentarismo, hace que la gente coma más.

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Por ello, Luna Ochoa aconseja hacer alguna actividad física, pues inclusive ayudará a que los niveles de estrés estén bajo control.

Aguantar el hambre es una condición más notable en ciudades como el Valle de México. Pese a que no existen grandes carencias como en las comunidades del interior de la República, donde la falta de oportunidades encrudece la realidad de muchos mexicanos, la escasez de alimento durante varios lapsos no es atípica, ya sea aquí o allá. Pareciera que existe un disfraz o que realmente no es un tema de total interés para las autoridades de salud a nivel federal; sin embargo, es un problema que existe y se mantiene agriamente.

Para reforzar este programa, Enrique Peña Nieto invitó al expresidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva a México como asesor de la Cruzada contra el Hambre, pues el mandatario brasileño implementó en su país un programa social Cero Hambre en 2003 con resultados positivos. Así, el Viernes 19 de abril el expresidente brasileño estuvo en el país, pero como él lo ha dicho: “un programa social no es suficiente para erradicar este problema, sino un conjunto de programas en el área social que a través de varios actores se pueda garantizar que los recursos lleguen a quienes lo necesitan”.

en Sinembargo al Aire

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