LA APUESTA EN JUEGO: LA FIEBRE DEL AZAR ENTRE LOS MEXICANOS

24/03/2013 - 12:00 am

Al fin y al cabo la vida es un azar. Cada día es un juego donde se pierde o se gana, en el que cada quien apuesta lo que puede o quiere. Porque de algún modo todo el mundo apuesta: algunos para demostrar que no pueden rajarse, otros para pararse el cuello, unos cuantos más porque necesitan dinero extra y quizá la mayoría, porque la adrenalina que provoca el futuro incierto es mejor que una línea de cocaína. Algo es claro: nadie apuesta para perder.

dinero

En México, las apuestas de azar han comenzado a ser la piedrita en el zapato tanto de las autoridades federales como del sector salud. Aun cuando las estadísticas nacionales son insuficientes  para ubicar al país con un alto índice de problemas de adicción patológica relacionados a juegos de azar y apuestas, dependencias del gobierno y organizaciones contra adicciones han comenzado a unir esfuerzos para investigar el problema y fortalecer  la prevención en niños, jóvenes, adultos y adultos mayores.

Existe una línea muy delgada entre el bien y el mal cuando intervienen elementos como el juego, las apuestas y el azar. Sin embargo, las historias que se narran a continuación dan muestra de que las apuestas son una pieza adherida a la población mexicana. Un tatuaje que para bien o para mal, está presente sin importar el estrato social, el género y la edad, inclusive.

“Si tu signo es jugar, juégalo todo: tu camisa, tu patio, tu salud; si tú debes jugar de cualquier modo juega bien, con virtud. Pero, ay amor, ay amor, no te juegues el corazón”,  Silvio Rodríguez, trovador cubano.

CASINOok

Es Lunes, de esos días donde los bares regalan aire fresco porque no hay tanta afluencia de gente; pero eso no pasa en el Casino Sparks, ubicado en la calle Leones, a unos pasos de la estación del Metro Insurgentes de la Ciudad de México. Las dos salas de juego (fumadores y no fumadores) acogen a un grupo de personas que esperan ganar dinero. En donde hay humo casi está a la mitad de su tope, calculando que existe un promedio de 100 máquinas, una ruleta y una mesa de póker. Abajo se encuentran los que hoy no decidieron fumar, que son cerca de 35 personas. Todo el personal del establecimiento es amable, atento y puede desvivirse un poco si el cliente se lo pide.

En ambas salas hay una música de fondo, pero pasa desapercibida porque la melodía que tiene mayor importancia es la de alguna maquinita indicando que el jugador ganó, u obtuvo un premio o un acumulado… es decir: miles o cientos de miles de pesos. Hay parejitas, de jóvenes de 2o,y  30 años, así como adultos mayores de aproximadamente 70 años. Curiosamente no se separan, apuestan uno al lado del otro. Marcos, un señor de edad avanzada dice que viene de vez en cuando a para divertirse con su esposa. “Llevamos dos horas. Entre los dos hemos ganado 165 pesos”, comenta emocionada y en voz alta la señora.

-¿Le ofrezco una bebida señor? –Pregunta el mesero-.

-No, gracias –Responde el reportero-.

-Es gratis.

-Un expreso, por favor.

ENTRE_DERYa son las 23:00 horas. Y el casino, de primer momento regala una ilusión como de morir y llegar a un mundo hermoso. El servilismo del personal no deja espacio para los reclamos. La gente sonríe. La gran mayoría los compañeros de juego se desean suerte. Incluso hay al menos 10 extranjeros gritando de alegría y diciendo: “bona suerte, amigou”. A nadie parece preocuparle que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica al juego patológico como una enfermedad, un trastorno del control de impulsos, que se caracteriza porque las personas dedican gran parte de su atención y sus recursos para mantenerse jugando, ya sea en centros de juego o en escenarios virtuales, se preocupan por planificar sus próximos juegos o piensan constantemente en nuevas formas de conseguir dinero para continuar jugando, lo que lleva a perder interés por otras actividades personales o familiares e, incluso, el sentido de responsabilidad para asistir a trabajar y cumplir con sus compromisos.

-Su café, señor –Dice el mesero-.

-Gracias, muchacho. Dime, ¿cuánto se puede ganar aquí? –Cuestiona incrédulo el reportero-.

-¿Ve a ese señor? Es coreano. En la ruleta de allá arriba se ganó 214,000 pesos hace unos meses.

-¿Y acá abajo (sala de no fumadores) cuánto es lo máximo que se puede ganar?

-Esa máquina azul tiene un acomunalado de 350,000 pesos.

-¿Le ofrezco otra bebida, caballero?

-Si sigue siendo gratis tráeme otro café, por favor.

-Claro que sí señor. ¡Buena suerte!

Pero no todo es miel sobre hojuelas. El coreano se ve serio, preocupado y no quiere hablar. Una señora de cabello blanco, sentada al centro de la sala, ve feo a todo aquel que se le acerque, mueve sus piernas con desesperación, su mano esquelética no deja de apretar los botones de la máquina de azar, sólo se levanta para ir a la caja y recargar su tarjeta que le permite jugar y apostar más.

“El jugador patológico manifiesta una necesidad irrefrenable de jugar, apostando cantidades crecientes de dinero; fracasa en sus esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego, y suele utilizar esta actividad como estrategia para evadir sus problemas o sentimientos desagradables, como desesperanza, culpa, ansiedad y depresión”, explican expertos del Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones.

Saúl y Karen son una pareja de oficinistas. Se ven contentos. Entre juego y juego se dan besos y cada uno le da un trago su whisky. Ambos trabajan en la colonia Roma en la ciudad de México y vinieron a desestresarse un poco. Han perdido 200 pesos, pero no les importa: “la pasamos muy bien”, dice la muchacha de blusa verde y saco negro. “No somos jugadores adictos, ni enfermos, ni nada de eso: sólo nos divertimos. Ninguno de los dos apuesta mucho”, detalla el joven.

Todo mundo gana, pierde, vuelve a ganar y vuelve a perder. Ya casi es media noche, a nadie le interesa, aquí cierran a las 2:30 horas y vuelven abrir a las 11:00. Tampoco a nadie le causa molestia que al comprar una tarjeta magnética (necesaria para jugar en las máquinas) le pidan una identificación oficial y que ésta sea escaneada por el casino. Mucho menos les incomodan las cámaras de vigilancia en los baños. Las únicas desgracias que vuelan en el aire son las que arroja la derrota. Esto es un casino, de primer momento regala una ilusión como de morir y llegar a un mundo hermoso.

TRAGAMONEDAS

Afuera de la estación del Metro Peñón Viejo, ubicada al oriente de la ciudad, se encuentra un local con rejas en su entrada. Es pequeño, como de siete por tres metros. Adentro del establecimiento hay un olor a viejo, a cigarro, nueve personas y 14 máquinas tragamonedas. No hay un mesero que ofrezca tragos de por vida, ni tampoco una caja donde se puedan cobrar los premios, lo que sí existe son golpes de victoria y derrota, una gran nube de azar y el sonido de monedas cayendo sobre la charola de metal de los aparatos.

En comparación con los casinos, donde los jugadores tienen que adquirir una tarjeta con códigos, aquí solamente se necesitan monedas, de un peso, cinco o diez para jugar. Cada jugador debe ingresar tan sólo una moneda y tratar de meter cinco pelotas dentro de los orificios que tienen símbolos distintos. Al completar cinco símbolos iguales, puede ganar desde cinco hasta 300 pesos en una sola jugada.

Durante más de una década ha existido una laguna legal en el tema de las máquinas tragamonedas. Hasta hace unos años no se permitían, sin embargo, los casinos y casas de apuesta se amparaban porque la Ley Federal de Juegos y Sorteos era ambigua y sujeta a interpretación. En 2012, el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, reformó el Reglamento de Juegos y Sorteos para legalizar este tipo de aparatos teniendo un permiso, pero sólo si estuvieran dentro de un casino en regla.

La reforma, emitida por Calderón en el Diario Oficial de la Federación, establece que por “azar” deberá entenderse “casualidad a que se fía el resultado de un juego, el cual es completamente ajeno a la voluntad del jugador”, para luego señalar que las máquinas tragamonedas estarán prohibidas salvo que exista autorización de la Secretaría de Gobernación. Pero sigue sin mencionar las máquinas callejeras, ésas que se ven a las afueras de las escuelas, las tortillerías, los mercados e incluso afuera de los centros deportivos.

El reglamento especifica que una máquina tragamonedas es aquella que por medio de monedas, billetes o dispositivos electrónicos funcione y permita al usuario obtener una ganancia económica en efectivo o en especie por medio del azar. Eso lo sabe “Califa”, un señor de 50 años que viene a diario a las maquinitas para sacar el dinero que le permite mantener a su familia. Está desempleado, pero hace “chambitas”: “A veces soy cobrador de la Ruta 9, sé plomería y también la hago de chalán. Ahorita vine a las bolas (máquinas de pelotas) porque ya me la sé, aunque hay días que sí he perdido”, dice mientras se termina su cigarro.

Como él, miles de personas, incluyendo niños, juegan y depositan dinero en los artilugios con la esperanza de obtener más.

De acuerdo con algunos informes dados a conocer por el Diputado Ricardo Monreal, en el Valle de México hay 75 mil máquinas de este tipo que no cuentan con una regulación para funcionar. Muchas son armadas en el país, otras vienen de China. Todas tienen programas electrónicos que les permiten funcionar. Cuestan entre 6,000 y 15,000 pesos. Muchos vendedores en Internet aseguran que cada máquina puede ofrecer ganancias hasta de 200 pesos diarios.

En este lugar sin nombre y que podía ser considerado de “mala muerte” los jugadores presentan algunas actitudes similares a la de las personas en los casinos. Según el libro “Consideraciones Generales hacia la Prevención y la Atención del Juego Patológico en México”, realizado por la Secretaría de Gobernación, Lotería Nacional, Comisión Nacional Contra las Adicciones y el Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones, existen síntomas para detectar a jugadores con alguna patología:

  • Preocupación por el juego, por ejemplo, preocupación por revivir experiencias pasadas de juego, compensar ventajas entre competidores o planificar el próximo juego, o pensar formas de conseguir dinero con el que jugar.
  • Necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado.
  • Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego.
  • Inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir o detener el juego.
  • Después de perder dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo (tratando de “cazar” las propias pérdidas).
  • Se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación en el juego.
  • Se cometen actos ilegales, como falsificación, fraude, robo o abuso de confianza, para financiar el juego.
  • Se han arriesgado o perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo y oportunidades educativas o profesionales debido al juego.
  • Confianza en que los demás le proporcionen el dinero que alivie la desesperada situación financiera causada por el juego.

El juego patológico o ludopatía se refiere a las actividades en las que se realizan apuestas y como componente prominente se encuentra el azar. Incluye todos los juegos de azar y apuestas, como las máquinas tragamonedas, bingos, casinos, loterías, cupones, cartas, ruletas, dados, dominó, peleas de gallos, entre otros, y más recientemente, las apuestas por internet. En el caso de niños y adolescentes también es importante destacar las “maquinitas” de apuesta que se encuentran fácilmente a su alcance, pues se ubican en tiendas o centros comerciales y están dirigidas a ese sector de la población. Estas maquinitas pueden propiciar el inicio de los jóvenes en este trastorno, pero parece un fenómeno normal.

En el local no hay muchas reglas: no pegarle ni mover la máquina, tirar la ceniza del cigarro en la latita de refresco cortada, y no desconectar o apagar la máquina. Sólo hay una cámara de seguridad y un baño que huele a podrido. Se hace de noche, pero no importa mucho, aquí parece que no pasa el tiempo cuando se ven niños y adultos compartiendo un mismo anhelo: ganar dinero.

LOTERIA

En la colonia Hipódromo Condesa, entre las calles Alfonso Reyes y Amatlán se encuentra la papelería Condesa. Entre los artículos que vende se encuentran juegos de lotería de Pronósticos para la Asistencia Pública. La propietaria del lugar, explica que en esta zona mucha gente “apuesta y apuesta enserio”, no se requiere que sea quincena, todos los días viene gente y compra un Melate o arma sus quinielas. Apuesta desde 15 hasta 1,500 pesos.

“Aquí hay muchos ganadores. La agencia nos llama a cada rato y dice que de aquí salió uno o dos ganadores. Un día alguien se llevó un Melate y ganó 30 millones. No sabemos quién, pero sabemos que compró su juego aquí”, narra la locataria.

Las apuestas de lotería, también son un negrito en el arroz que está causando estragos en el país. Hay personas que destinan parte de su sueldo para este tipo de juegos.

ENTRE_DER2“Hoy no tenemos cifras para saber de qué tamaño es el problema, pero sabemos que si no tomamos las medidas adecuadas para enfrentar a tiempo la ludopatía, y si las instituciones no se preparan a tiempo, esto se puede convertir en una enfermedad social”, asevera el director de la Lotería Nacional, Benjamín González Roaro.

Pese a que organismos como la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conacid) ha pedido a la Lotería Nacional que advierta a quienes participan en este tipo de juegos la posibilidad que tienen de contraer esta enfermedad, la institución del Gobierno no ha hecho ninguna acción.

“Imagínate el buen negocio que es. Nosotros llevamos 35 años trabajando con Pronósticos. Es rentable, la gente apuesta, le gusta y le divierte. Muchos han ganado”, destaca la dueña de la papelería.

Se podría pensar que la adicción al juego está lejos, pero puede que no: se encuentra latente en cada esquina, ya sea por medio de una máquina traga monedas o un vendedor de lotería. La fiebre del azar se encuentra mucho más cerca de lo que realmente se cree. A las mismas autoridades el problema les ha caído de sorpresa, tan así que sus diagnósticos siguen siendo muy generales. Ahora hasta los niños son víctimas de este monstruo incontenible. La sociedad mexicana se encuentra en una línea divisoria muy delgada entre la salud y la adicción. A diario convulsiona y convive con el fenómeno de las apuestas y el juego.

Y tú ¿qué jugador eres?

El jugador social

Persona que juega por placer, dedica una cantidad de dinero asumible, según sus posibilidades, y establecida previamente. Inicia y finaliza el juego cuando lo desea, sin crearle malestar el interrumpirlo o no jugar.

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El jugador profesional

Se dedica al juego para ganar dinero. No tiene implicación emocional en las apuestas, dado que hace aquéllas que son estadísticamente más probables, para lo que ha realizado un estudio probabilístico.

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El jugador problema

Conducta de juego tan frecuente que, por el gasto, en algunas ocasiones crea problemas económicos. El aumento de la conducta de juego le exige dedicar más tiempo y gastar más dinero.

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El jugador patológico

También llamado ludópata. Se caracteriza por una dependencia emocional al juego, una pérdida de control respecto a éste y una interferencia con el funcionamiento normal de la vida cotidiana.

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